Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Oviedo. 5-IV-2018. Auditorio Príncipe Felipe. Temporada de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Javier Perianes, piano. Concierto nº 2 para piano y orquesta de Brahms, Rapsodia húngara nº 2 de Liszt y Escenas húngaras de Bela Bartok. Director: Andrew Grams.
El principal punto de interés del noveno concierto de abono de la temporada de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias era la versión que ofrecía Javier Perianes del Concierto para piano y orquesta nº 2 de Brahms, obra bellísima, impactante, de gran complejidad técnica y dramática, de lo más difícil del repertorio pianístico y una composición que no parece encajar del todo, ni por personalidad ni por posibilidades técnicas, con las cualidades de este interesante artista español, que en los próximos meses ha incluido (los días 2 y 7 junio también tocará el Primero de Brahms en Málaga, bajo la dirección de Hernández Silva, y en Valladolid, con la Sinfónica de Castilla y León dirigida por Andrew Gourlay) en su agenda de compromisos la interpretación de los dos conciertos para piano que ha dejado escritos Brahms. Una agenda impresionante y repleta de citas nacionales e internacionales al lado de interesantes artistas, en el seno de algunas de las más destacadas entidades del mundo. Perianes no es el mejor pianista español del presente, pero sí es el que está realizando una carrera más importante, que dirige con gran pericia mediática y gestora, habiendo logrado además un “estilo Perianes” fácil de identificar, caracterizado por una búsqueda de cierto preciosismo sonoro, sutil, evocador y contemplativo que parece común a muchas de sus interpretaciones. Hay una idea de refinamiento también, y de notable pianismo, qué duda cabe.
En esta ocasión sin embargo, no podemos disimular cierta decepción ante su trabajo. Su versión transmitió desde los primeros compases la sensación de que estábamos ante una lectura que necesita madurar, progresar; ante una ocasión que más parecía un medio para trabajar la obra que un fin diseñado para epatar. En los próximo meses, Perianes rodará esta composición con diferentes orquestas y directores: el 19 y 20 de abril con la Sinfónica de Sevilla, bajo la dirección e John Axelrod, el 3 de mayo con la Filarmónica de Oslo dirigida por Eivin Aadland, el 18, 19 y 20 de mayo en EEUU, con la Orquesta de Florida bajo la dirección de Michael Francis, el 14 y 15 de junio con la Sinfónica de Castilla y León dirigida por el español Pablo González.
Desde esta perspectiva, el habitual estilo sutil contemplativo, evocador, de Javier Perianes, sin duda pudo aplicarse a algunos fragmentos con efectividad, pero no a la totalidad de una partitura dotada de una riqueza expresiva que va, de lo insinuante a lo vehemente, de lo evocador a lo efusivo, en fin, que contiene una riqueza de matices que exigen darles vida desde una pluralidad de perspectivas sonoras y soluciones técnicas que estén a mayor altura. En su lugar, el pianista español pareció hacerlo al revés, optando por homogeneizar toda la partitura adaptándola a su estilo. Por ello encontramos fragmentos a veces susurrados, cuando no esbozados técnicamente. Esta obra necesita, además, como base, un sonido más presente y consistente, de mayor peso y cuerpo. Fue una versión fiable, pasable, pero nosotros esperábamos, y esperamos mucho más de un Premio Codalario de la Música.
No ayudó el trabajo de Andrews Grams, músico de talento y director con ideas que no siempre resultan adecuadas y, lo que es peor, con una técnica conductora excéntrica y poco eficaz, que no ayudó en absoluto al artista ni a la orquesta a tocar juntos ni a conseguir una versión de quilates. Nos sorprendió leer en su currículo que posee “una combinación única de intensidad, entusiasmo y claridad técnica”. Estamos de acuerdo con lo de “intensidad y entusiasmo”, pero en absoluto creemos que el director se caracterice por poseer “claridad técnica” sino todo lo contrario, como se pudo ver a lo largo de toda la noche.
La Rapsodia húngara nº 2 de Liszt, que se ofreció en la orquestación de Franz Doppler, alumno del propio Liszt que no heredó sus cualidades como orquestador, estuvo a nuestro juicio descompensada en dinámicas, y nos pareció un tanto exagerada, poco natural, respecto a cierta forma de frasear de la cuerda, quizás buscando el “color local” de la obra. Lo mejor de su trabajo fueron las bonitas Escenas húngaras de Bartok, piezas de orfebrería bien hilvanadas, tan aparentemente sencillas como geniales.
“A Juan Carlos, Olga y Roberto, in memorian”, así reza la primera hoja del programa de mano ideado para los meses de abril a junio por la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Bonito recuerdo, sin duda, para tres músicos fundamentales del conjunto que, con sus prematuras muertes, han dejado un profundo vacío en el seno de la orquesta. En la portada, otro buen gesto de la institución, que ha decidido concederla a uno de los grandes compositores asturianos y, por qué no decirlo, españoles del presente: Luis Vázquez del Fresno, compositor que ha escrito obra de interés, sin renunciar a un lenguaje actual de raíz impresionista, y esto unido al canto folclórico asturiano; al pretérito, queremos decir.
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