Por Alejandro Fernández
Málaga. 10/9/16. Auditorio Edgar Neville. V ciclo La Filarmónica frente al mar. Concierto Nº1. Programa: Danzas de Galanta, de Z. Kodály; Concierto para piano y orquesta nº 3, SZ.119, de B. Bartók y Sinfonía nº 1 en Mi menor, op. 39, de J. Sibelius. Javier Perianes, piano. Director: Manuel Hernández Silva
La temporada de conciertos de la Filarmónica de Málaga dio comienzo este fin de semana junto a su director titular Manuel Hernández Silva y el piano de Javier Perianes. En programa tres páginas que encierran buena parte de las esencias del siglo XX. Autores incomprendidos en su tiempo y que, sin embargo, la solera los ha colocado como piezas clave para comprender las múltiples facetas que retratan la primera mitad del siglo pasado. Kodály, Bartók y Sibelius simulan esa pluralidad.
Poco público, menos del esperado, en el arranque de la Filarmónica de Málaga, no tanto por el repertorio propuesto por el maestro Hernández Silva, como por la escasa difusión hecha del mismo. Ni tan siquiera la presencia en el escenario de la figura de Perianes pudo remediar la suerte de los encuentros programados dentro del ciclo "La Filarmónica Frente al Mar", que cumple su quinta edición.
Al considerar el papel de Kodály y Bartók resulta inevitable destacar la influencia del trabajo etnográfico realizado conjuntamente por ambos compositores entorno al folclore húngaro. Así, mientras en Bartók las notas poseen un carácter evocador y soldado a los esquemas estructurales de su obra, por el contrario, en Kodály, especialmente en sus Danzas de Galanta una de sus páginas más interpretadas, no esconde la utilización de temas y modos populares. Hernández Silva, sensible a este hecho, centró su lectura precisamente en el carácter tornasolado de la tradición cíngara subrayando los continuos cambios de ritmos sobre un hilo conductor ascendente hasta el Vivace conclusivo.
El Tercer concierto para piano de Bartók fue la última partitura realizada por el músico húngaro antes de su muerte, cuyos últimos compases sería añadidos por su discípulo Serly. Los dos planos –orquestal y solista- presentados por el músico continúan el particular tratamiento modal, rítmico y especialmente atemporal que jalonan su catálogo en los que no faltan evocaciones a Debussy. Hernández Silva puso al servicio de Perianes la Filarmónica con un resultado sólido y coherente. Destacar el soberbio motivo central que en palabras del propio Javier Perianes apetece como una de las páginas más desconcertantes y cargadas de emoción de la centuria pasada. El pianista onubense tiene previsto llevar al estudio de grabación este mismo concierto este otoño junto a la batuta de Pablo Heras Casado.
Hernández Silva concluyó este primer concierto de la OFM con Sibelius y su Primera sinfonía, partitura que también tiene previsto interpretar dentro de la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de RTVE. Lejos de constituir un primer acercamiento del maestro a la obra, nuevamente la batuta del venezolano dejo clara el dominio y seguridad que le plantean la literatura sinfónica, especialmente posromántica, con especial inclinación hacia los grandes nombres de la primera mitad del veinte. Cambios ambientales de abruptas interrupciones forman parte de este brillante trabajo desgranado por la OFM, que junto a su director realizaron un trabajo ascendente en la propia arquitectura de la sinfonía pero también en la complicidad con el oyente. Incidir sobre el trabajo de las maderas y la cuerda en los contrastes de tiempo, la percusión y los metales en los climas y precipicios anotados por Sibelius.
Concierto serio y bien amasado en sus ideas centrales propio de un conjunto maduro y versátil como es la OFM.
Fotografía: Josep Molina
Compartir