Javier Nuñez debuta discográficamente con este extraordinario recital centrado en música para teclado de la Italia de los siglos XVI y XVII en el que muestra toda su capacidad virtuosística y expresiva, para bordar un disco de los que incitan a ser escuchados una y otra vez.
Por Mario Guada
á modo italiano. Música de Antonio Valente, Giovanni de Macque, Luzzasco Luzzaschi, Ercole Pasquini, Giovanni Maria Trabaci, Girolamo Frescobaldi, Ascanio Mayone, Giovanni Salvatore, Gregorio Strozzi, Bernardo Storace y anónimo. Javier Nuñez. Cantus Records, 1 CD [C 9615], 2014. T.T.: 58:00.
No me resisto a añadir aquí la cita con la que se abren las notas críticas del presente registro, firmada por Giovanni Maria Trabacci y aparecida en su Il Secondo Libro de Ricercate & altre varij Capricci [Napoli, 1615]: «porque el cembalo es Señor de todos los instrumentos y en él se puede tocar cualquier cosa con facilidad». Sin querer abrir aquí un debate sobre si es el clave el auténtico rey de los instrumentos o no, y poniendo al maestro Trabacci un poco en tela de juicio en cuanto a su aseveración de que en él se puede tocar lo que sea con facilidad, sí que nos parece que la cita es muy acertada en cuanto al sentido de la presente grabación. Es este un álbum se presenta como un dechado de imaginación, de diversidad consonante, de una desaforada pasión y respeto por un repertorio muy concreto, el que los compositores italianos de los siglos XVI y XVII dedicaron a los instrumentos de tecla, especialmente el clave, con una querencia particular hacia los compositores napolitanos.
El recital se estructura en torno a tres zonas geográficas bien delimitadas, y todas a su forma muy definidas estilísticamente. El repertorio napolitano es, como decimos, el más privilegiado aquí, en el que se destaca la presencia de autores como Antonio Valente [fl. 1565-1580], del que se interpreta una maravillosa Fantasia, además del alegre y danzante Tenore del Passo e mezzo & La Romanesca –música con gran carga del basso ostinato–; Giovanni de Macque [c. 1550-1614], de quien se graba su Capriccietto –fantástica esa escala descendente inicial– y la Seconde Stravaganze –de carácter calmo y una escritura armónica realmente compleja–, y que aunque nacido en Francia ha pasado a la historia como un napolitano más, pues fue maestro de otros de los grandes maestros napolitanos de los que aquí se graba alguna pieza, como Ascanio Mayone [c. 1565-1627] –su Toccata Quinta– y Giovanni Maria Trabaci [c. 1575-1647] –registrándose aquí su fabulosa y armónicamente interesante Consonanze stravaganti, además de su Gagliarda Quarta a 5, alla spagnola y su visión del madrigal Io mi son giovinetto–. Giovanni Salvatore [1610-c. 1688] es otro de los autores napolitanos aquí presentes, del que se graba su Canzone Francese Seconda, del Nono Tuono Naturale, una obra que mira en cierta manera hacia la modernidad de la sonata; terminando el recorrido por los compositores napolitanos con Gregorio Strozzi [c. 1617-c. 1687] y su Sonata di basso solo per Cimbalo, & Arpa ò leuto en la que se deja claro la escritura para dúo y que le unen en cierta manera más a la manera de hacer renacentista que a la barroca.
Sicilia también tiene un pequeño pero importante espacio dedicado, y lo hace por medio de Bernardo Storace [fl. 1644], interesante compositor del que no se conocen muchos datos y del que se graba su variación sobre la célebre canzona Monica.
El resto de compositores presentes se establecen en torno a la ciudad norteña de Ferrara, que está en cierta manera muy unida a Roma, pues muchos de estos maestros desarrollaron buena parte de su carrera en la capital italiana. Así, podemos escuchar piezas de Luzzasco Luzzaschi [1545-1607], compositor ferrarés más conocido por su aportación vocal y por ser el maestro de Frescobaldi, de él se interpreta su Ricercare del secondo tono, una pieza en un estilo que le une más a los polifonistas franco-flamencos que a la escritura para tecla italiana. De su alumno, Girolamo Frescobaldi [1583-1643], uno de los grandes maestros del teclado en la Italia del XVII, se nos muestra su Capriccio di durezze, maravillosa pieza que se enmarca dentro del hacer de la época en cuanto a las llamadas durezze –manera de tratar las disonancias– y ligature –las suspensiones armónicas–. Ercole Pasquini [c. 1550-c. 1620] es probablemente el autor para tecla más importante e interesante de Ferrara, como dan buena muestra las dos piezas aquí presentes: Rugieri y Ancor che col partire, en un estilo quizá no tan novedoso como el que emplea en su toccate, pero que presenta al gran autor que es.
Como última pieza del registro aparece un Colascione, doble pieza anónima italiana del XVII que se conserva en dos manuscritos: Chigi. QIV28, de la Biblioteca Apostolica Vaticana [Roma], y Ms. 964, de la Biblioteca Pública, Braga, y que llevan el título de este curioso instrumento de cuerda pulsada, largo mástil, numeroso trastes y únicamente dos o tres cuerdas que se tañen con plectro.
Javier Núñez es el dotado alquimista capaz de conjugar de manera magistral todos estos elementos. Su pulsación es límpida, elegante, sutil, repleta de matices, pero sobre todo es especialmente expresiva, muy evocadora, casi pictórica. Técnicamente se muestra sobrado ante las complejidades melódicas y armónicas a las que se tiene que enfrentar en este repertorio, el cual es tremendamente exigente, pero lo que más sorprende en su interpretación es lo exquisito de su discurso, lo bien que maneja el fluir de las líneas, cómo se desenvuelve en el terreno del afecto. Además se muestra como un apasionado incansable de este repertorio y especialmente como un conocedor muy profundo de todo el contexto, las escuelas y compositores que para tecla compusieron en la Italia de los siglos XVI y XVII. Así, el propio Núñez firma unas notas críticas de absoluto lujo, pues hablamos de nada menos que de 17 páginas en la que se expresa todo su hondo saber y que se riega con una serie de clarificadores y magníficas imágenes.
El clavecinista sevillano está acompañado aquí en alguna de las piezas por tres conocidos intérpretes del panorama nacional de la música antigua: Pedro Estevan a la percusión, Sara Águeda al arpa doppia y Fahmi Alqhai al colascione –que además es el productor artístico de la grabación–. Aportaciones las suyas interesantes en mayor o menor medida, hay que señalar. Quizá el aporte de Estevan a la percusión no sea especialmente relevante, no por la calidad del intérprete –fuera de toda duda–, sino porque la mezcla no favorece en exceso el resultado y el aporte tímbrico no resulta necesario desde mi punto de vista, salvo quizá en los colascione. La aportación de Alqhai es interesante en cuanto a interpretar un colascione en las piezas que llevan por nombre el del instrumento. Quizá lo más interesante provenga de la mano de Águeda, quien forma un extraordinario dúo con Núñez, realizando en la sonata de Strozzi una lectura de absoluta referencia y que supone uno de los momentos álgidos de la presente grabación.
Por lo demás, el disco se completa con el habitual y espectacular diseño de Cantus Records, a cuyo alma mater, José Carlos Cabello, hay que felicitar por el olfato mostrado al grabar por primera vez en disco a un intérprete tan sobresaliente y por crear un objeto artístico de primer orden. El sonido del registro es totalmente maravilloso, merced al fantástico instrumento tañido para la ocasión –construido por Titus Crijnen [Sabiñán, 2011] sobre un G.B. Giusti de 1611–, además de por una límpida y ejemplar toma de sonido realizada por Jordi Gil y sus asistentes Ale Barranco y Ángel Martínez.
Estratosférico recital que supone, sin duda, uno de los más interesantes en el terreno puramente instrumental del pasado año, y que presenta a un intérprete llamado a estar entre lo más granado de la tecla en España y Europa. Lo dicho, voy a volverlo a poner…
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