Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto del tenor Javier Camarena en el Teatro Real de Madrid, acompañdo por la Orquesta Ciudad de Granada bajo la dirección de Iván López Reynoso
Los mariachis conquistan el Teatro Real
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 12-VII-2023, Teatro Real. «Las voces del Real». Recital Javier Camarena, tenor. Obras de Gaetano Donizetti, Giuseppe Verdi, Jules Massenet, Ruperto Chapí, Federico Moreno Torroba, Pablo Sorozábal, Carlos Gardel, Consuelo Velázquez, Agustín Lara, Rubén Fuentes-Silvestre Vargas, José Alfredo Jiménez, Federico Méndez, Elpidio Ramírez-Pedro Galindo y César Portillo de la Luz. Mariachi Sol de América. Orquesta Ciudad de Granada. Dirección: Iván López Reynoso.
El tenor mexicano Javier Camarena es, indudablemente, uno de los artistas más queridos del público del Teatro Real. Sobre su escenario ha cosechado grandes éxitos en óperas como La fille du Regiment, I Puritani, Lucia di Lammermoor, La Favorite y L’elisir d’amore, incluidos unos cuántos bises. En el propio coliseo de la Plaza de Oriente tuvo lugar su encarnación del «casi imposible» para los tiempos actuales papel de Gualtiero de Il pirata de Vincenzo Bellini, que le costó una crisis vocal de la que aún no se ha recuperado totalmente. Desde luego, como pudo apreciarse en este concierto, la voz de Camarena no es la misma. Más seca, ha perdido brillo, suena más oscura, sin esos rasgos blanquecinos de antaño, mermada de volumen y sonoridad, menos flexible y con un registro agudo menos fácil que antaño.
El concierto se estructuró, en cuanto a las intervenciones solistas, en una primera parte con apenas cuatro arias de ópera y una segunda con dos romanzas de zarzuela e inmediatamente repertorio ligero, que culminó con la entrada al escenario del Mariachi Sol de América, de los micrófonos, la amplificación y un Camarena vestido apropiadamente de charro. Es comprensible que el tenor Xalapeño, que, además, va a sacar un disco de rancheras, corridos y boleros, quiera difundir la música de su país, que, además es estupenda -a mí me encanta-, y el Teatro Real parece el lugar adecuado, por el cariño que le tiene su público y lo bien recibida que ha sido siempre en España la música mexicana. De todas formas, tratándose de un concierto de voces en la temporada oficial de ópera del Teatro, bien que con el tono festivo de lo que daba la sensación ser un final de temporada, me pareció un tanto descompensada la parte lírica con la ligera y un tanto excesiva la irrupción del Mariachi Sol de América -magnífico, sin duda- adueñándose del escenario del Teatro Real. Como propina, después de abordar la “chicha” en un recital, de toda la vida los artistas han interpretado música popular de la más diversa procedencia, pero, insisto, en esta ocasión me pareció todo un tanto descompensado.
También me encanta la copla y no me imagino un recital, pongamos por ejemplo, de Saioa Hernández o de María José Moreno en el Real, el Liceo o el Colón de Buenos Aires y que un tercio del concierto lo abordaran con bata de cola cantando La Zarzamora, La Parrala, Madrina, Ojos verdes y El día que nací yo.
Bueno, son reflexiones, cada uno tendrá las propias e, insisto, me encanta la música mexicana y escucho con asiduidad a los grandes Pedro Vargas, Miguel Aceves Mejía, Pedro Infante, Lola Beltrán etc … bien es verdad, que los cantantes líricos no suelen cantar bien y de forma genuina este repertorio. Camarena no fue una excepción.
El apartado solista del concierto comenzó con la estupenda aria de Enrico «Talor del mio delirio» de la ópera Maria de Rudenz, pieza que consta en el interesante disco Signor Gaetano protagonizado por Camarena y publicado hace unos meses. Un registro que contiene un buen número de páginas tenoriles complicadísimas pertenecientes a obras infrecuentes del genio de Bergamo. Inhabitual también es Maria de Rudenz, magnífica ópera que tuve la oportunidad de ver en Bergamo, estrenada en Venecia en 1838 por parte de Napoleone Moriani llamado el tenor «della bella morte» por la emotividad que expresaba en las escenas de muerte. Camarena desgranó el aria de Enrico con musicalidad y legato impecable, pero se echó en falta un fraseo más contrastado. No le encontré cómodo en la aguda cabaletta, de la que sólo interpretó una estrofa. El aria de Oronte de la verdiana I Lombardi fue delineada con gusto y finura por Camarena, pero la falta de peso vocal fue palmaria. Buen ascenso al sobreagudo.
La parte final de la breve primera parte la ocupó la ópera francesa con dos espléndidas páginas de las óperas más representadas de Jules Massenet. En primer lugar, la lectura de los versos de Ossian de Werther, en la que Camarena demostró dominio estilístico y musicalidad, aunque al final de la primera estrofa, el ascenso al la sostenido agudo en salto interválico de sexta fue resuelto con portamento di sotto -desde abajo. Mejor resuelta la misma nota en la segunda estrofa. A continuación, el gran aria de la escena de San Sulpicio de Manon, ópera que Camarena tenía previsto debutar en Abril en el Liceo, pero finalmente canceló por no considerar que era el momento. La página «Ah fuyez» pide una voz más ancha, con más carne, aunque Camarena, siempre apropiado estilísticamente, se mostró entregado, con unos acentos y hallazgos expresivos ausentes antaño.
Iván López Reynoso, director más entusiasta que elegante y con cierta tendencia a lo bombástico, resultó un apropiado acompañante al frente de una orquesta ciudad de Granada de muy digno nivel. Entre las piezas orquestales interpretadas, cabe destacar una apreciable obertura de Anna Bolena, de las mejores de la producción Donizettiana, con unos crescendi de filiación Rossiniana bien perfilados y, sobre todo, un brillante e incandescente preludio de La Revoltosa del maestro Chapí, que caldeó la sala.
Esta última pieza abrió la segunda parte, que continuó con dos de las más justamente populares romanzas de nuestro género lírico. «De este apacible rincón de Madrid» de Luisa Fernanda de Moreno Torroba y la romanza de Leandro «No puede ser» de La tabernera del Puerto de Pablo Sorozábal, despuntando esta última reproducida de forma vibrante y encendida por este Camarena actual más vehemente y apasionado. Una gran ovación del público saludó el final de la pieza.
La parte dedicada a la canción ligera comenzó con el célebre «El día que me quieras» de Carlos Gardel con letra de Alfredo Lepera, que compartió arreglo orquestal extraño y más que discutible – a cargo de Dimitri Dumim- con «Enamorada» de Consuelo Velázquez, ambas cantadas con corrección por Camarena, un tanto anodino de expresión en la primera y demasiado sacaroso en la segunda. Pero para arreglo disparatado, también de Dumim, el de «Granada». Miren que los hay estrambóticos, como los de las versiones que grabaron Franco Corelli y Fritz Wunderlich, pero este los supera a todos. Si a ello le sumamos que Camarena empezó la pieza por el final, siguió por el medio, continuó por el principio y escamotéo el agudo conclusivo, aunque emitió alguno no previsto, se puede afirmar que asistimos a una especie de parodia de la famosa canción de Agustín Lara. El tenor afirmó después de las páginas de Gardel y Consuelo Velázquez, que eran páginas íntimas y recogidas, pero que inmediatamente volverían «los gritos». A lo mejor ello explica esta Granada tan singular.
Una frase de la bella canción «Ella» de José Alfredo Jiménez, cantada como nadie por Jorge Negrete, reza «los mariachis callaron», pues no, en esta ocasión “los mariachis entraron” al escenario del Teatro Real. Espléndido conjunto el mariachi Sol de América que acompañó a un Camarena feliz y sonriente, en su salsa, vestido de manera auténtica, en una serie de páginas de la canción mexicana entre las que descollaron «Si nos dejan» del propio José Alfredo Jiménez y el huapango «Malagueña» de Elpidio Ramírez y Pedro Galindo, en el que Camarena se recreó en los desgarrados y genuinos falsetes con generosos alardes de fiato. Con “El Rey” del tantas veces mencionado José Alfredo Jiménez en una versión en la que Camarena implicó al público, pero que, desde luego, no hizo olvidar la insuperable interpretación del gran Pedro Vargas, concluyó el programa oficial.
Durante la actuación del mariachi, la orquesta permaneció sobre el escenario, lo que hizo pensar en alguna propina de repertorio lírico, pero no, el único regalo fue otro bolero, el hermoso «Contigo en la distancia» del cubano César Portillo de la Luz, que bien podría haber acompañado el mariachi.
El concierto se ofreció por pantalla gigante en la Plaza de Isabel II con un retraso de una hora y media respecto al directo.
Fotos: Javier del Real / Teatro Real
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