Por Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
Oviedo. 10-XI-2017. Auditorio Príncipe Felipe. Conciertos del Auditorio. Javier Camarena, tenor. Guadalupe Paz, mezzosoprano. Oviedo Filarmonía. Iván López-Reynoso, Director. Obras de Donizetti, Bellini, Rossini, Berlioz, Massenet y Verdi.
Javier Camarena está viviendo sin duda un momento muy dulce en su carrera; una voz privilegiada en los agudos, un elegante gusto interpretativo y una presencia escénica que enseguida conecta con la audiencia, hacen que sus actuaciones siembren el éxito por donde quiera que vaya. Resulta alentador, más aun en los tiempos que corren, comprobar cómo utiliza ese privilegio para hacer patria y apoyar a los artistas de su México natal. Para esta gala lírica, centrada principalmente en el bel canto, vino acompañado del director Iván López-Reynoso, quien ya trabajó con la Oviedo Filarmonía hace dos años y que también acompañará al tenor en la Gala de zarzuela que tendrá lugar en el insigne teatro madrileño el próximo día 19 con la Orquesta de la Comunidad de Madrid. Se trata de un maestro competente, de gesto convincente que todavía se encuentra en un estado de evolución artística. Sus versiones no fueron exigentes desde un punto de vista sonoro, durante todo el concierto fueron evidentes los desajustes de la agrupación, algunos de ellos demasiado obvios. Y es que no es sencillo preparar un concierto de este tipo, con una enorme variedad de piezas que requerirían un trabajo individual más profundo y más atento a los detalles. La orquesta protagonizó varias partes de la velada con la interpretación de cuatro oberturas, siendo la interpretación más interesante la de Anna Bolena con la que dio comienzo el evento. Sin embargo, fueron evidentes los problemas en uno de los momentos más bellos de la noche, en el aria "Ah!, Mes amis", donde los metales estuvieron desacertados a la hora de afrontar el fragmento más conocido del tema.
No obstante, resulta reconfortante la conexión y complicidad entre los músicos de las cuerdas graves, especialmente en la propina final con el Danzón nº 2 del también mejicano Arturo Márquez que, junto a la percusión, dieron muestras de una entrega y frescura envidiables. Una obra fuera de lugar en el contexto de una gala lírica, aun fuera de programa, donde el evidente protagonista era el tenor, que de nuevo antepuso su sentido patrio al tan habitual ego de los divos. Gracias a ello pudimos descubrir esa energía y concentración general de la orquesta que debería salir a relucir más a menudo, y contagiar a todas las secciones, como la de los violines, donde observamos diferentes actitudes según qué atriles. Es un lujo para la agrupación el liderazgo en los chelos de Gabriel Ureña, una estrella del panorama nacional en su instrumento, que otorga siempre un halo de calidad a la orquesta con una entrega en cada concierto admirable, compatibilizándolo además con su carrera como solista. Precisamente ofrecerá tres recitales en Viena los días 15, 19 y 20 de este mes.
Acompañó en el recital la joven mezzo mejicana Guadalupe Paz, que está dando sus primeros pasos de la mano de Camarena con quien ya ha cantado en el Auditorio Nacional de Méjico y en la Ópera Nacional de Bellas Artes de su país, y ahora en España. A pesar del loable gesto de Camarena, que no aprovechó la ocasión para reducir el número de sus intervenciones, es tan abismal la diferencia entre ambos que se hicieron así más notables las deficiencias de la nobel artista. Presenta una voz muy oscura y opaca en el centro y el grave, que contrasta con la claridad de la del tenor, y no solo por la obvia diferencia de tesitura, además de un escaso volumen, más evidente aun en los agudos que siempre afronta con un hilo de voz de cabeza. Su actitud en escena, bastante insegura, muestra aun el largo camino que le queda por recorrer. Debería aprovechar estas oportunidades sólo cuando realmente su evolución se lo permita, pues a veces los atajos son contraproducentes a lo largo de una carrera aun por encauzar.
Javier Camarena, que acaba de participar en el Teatro Real en la producción de La favorite -tal y como Codalario informó en su momento- y regresará a principios de verano para coprotagonizar Lucia di Lammermoor, ofreció un amplio espectáculo en el que hizo un recorrido por algunas de las arias de ópera más populares pero no por ello exentas de dificultad. Eligió por tanto un repertorio a su medida para deleite de los asistentes, que no dejaron de vitorearle y aplaudirle con ansia en cada una de sus intervenciones. Camarena posee una voz privilegiada en los agudos que resuelve siempre con una enorme naturalidad, contundencia y belleza. De hecho, la naturalidad es una de las virtudes más representativas del tenor, tanto en su gesto, amable y siempre sonriente, como en la emisión de las notas más extremas. De ello dio buena muestra en su presentación con "È servato questo acciaro" de I Capuleti e i Montecchi donde dejó patente su calidad en los cuidados finales de frase y el contundente agudo final, más pleno y agudo aun en la conclusión de la siguiente pieza, "Povero Ernesto… Cercheró lontana terra…E se fia che ad altro oggetto" de Don Pasquale, aunque aquí ya empezó a dar muestras de un ligero carraspeo de su zona media que le acompañó en varias ocasiones. Ofreció su precisa y bella coloratura en el Aria de Ramiro, "Si, ritrovarla io giuro!", que arrancó numerosos bravos de la audiencia. No podía faltar en esta exhibición vocal el aria "Ah! Mes amis" de La fille du regiment, donde en un tiempo ágil ofreció con toda plenitud los tan esperados nueve Do sobreagudos, algo nasalizados los más breves aunque quizá la pronunciación francesa contribuyera a este efecto. Ya en la segunda parte, durante el famoso "Pourquoi me réveiller" empezó a apreciarse cierta fijación en preparar únicamente la parte de los agudos, pasando de puntillas por el resto de la partitura, jugando quizá con lo que podríamos llamar “psicología de los dummies”, es decir, centrándose únicamente en la parte más llamativa del tema que a un oído inexperto le basta para arrancar aplausos inmediatos. Digamos una versión “sensacionalista” de la partitura donde se recrea solamente en los fragmentos más llamativos para el público. En el aria de Rigoletto, "Ella mi fu rapita!... Parmi vender le lagrime", de nuevo se mostró sucio en los graves si bien ofreció un final a capella realmente bellísimo, realizado con un gusto exquisito. Finalizó el programa con "Lung da lei… De´miei bollenti spiriti… O mio rimorso" de La traviata, donde un agudo pleno y convincente arrancó una vez más los aplausos del público. Al final de las dos horas de recital bromeaba diciendo “Podemos empezar de nuevo”. Una pena que no fuera así, en lugar de eso, ofreció dos boleros de la también mejicana María Grever. Con "Alma mía" mostró un gran sentimiento interpretativo y una buena dicción, aunque no es una pieza que se adapte especialmente bien a sus virtudes canoras. Y terminó con "Júrame", esta vez a dúo con la mezzo, donde por su falta de volumen fueron eclipsados en varios momentos por la orquesta.
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