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Crítica: James Conlon dirige Debussy y Shostakóvich en Bolonia

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Autor: Magda Ruggeri Marchetti
3 de diciembre de 2022

Crítica de Magda Ruggeri Marchetti del concierto de James Conlon en Bolonia

James Conlon

Una excelente dirección y una vigorosa ejecución

Por Magda Ruggeri Marchetti
Bolonia. Auditorium Manzoni 30-XI-2022. Temporada Sinfónica del Teatro Comunale. Pelléas et Melisande, suite de Claude Debussy. Sinfonía n.10 en Mi menor op.93 de Dmitrij Dimitrievič Šostakovič. Orquesta del Teatro Comunale. Director: James Conlon.

  Ha vuelto a Bolonia el director estadounidense James Conlon, que ya habíamos admirado el pasado año interpretando las cuatro sinfonías de Schumann. Considerado uno de los maestros más estimados de hoy, ha dirigido las principales orquestas sinfónicas estadounidenses y europeas y ha sido Director principal de la Opéra de Paris y de la Orquesta Sinfónica Nacional de la RAI. Ha sido nombrado «Commendatore dell’Ordine al Merito della Repubblica Italiana» por el presidente Sergio Mattarella y actualmente es el Director musical de la Opera de Los Angeles y consejero artístico de la Baltimore Symphony Orchestra.

  La velada comenzó con la suite de Pelléas et Melisande que Debussy compuso inspirándose en el homónimo drama simbolista de Maurice Maeterlinck, estrenado en 1902 en la Opéra Comique de Paris. Cuando el compositor observó durante los ensayos que en los interludios musicales no daba tiempo a hacer los cambios de escena, decidió inmediatamente alargarlos. Los interludios y los preludios de los actos interesaron enseguida a los directores de orquesta, pero el compositor y su editor Durant prohibieron realizar suites. A pesar de ello empezaron a circular algunas adaptaciones orquestales, en particular tras la muerte de Debussy. La versión que dirigió Conlon es la realizada en 1983 por el compositor Marius Constant, alumno de Olivier Messiaen y colaborador de Roland Petit y Maurice Béjart.

   Conlon interpretó con maestría esta magnífica música introducida por los violonchelos y las violas, seguidas por los vientos y a continuación por los violines y toda la orquesta. Las percusiones interrumpieron un brevísimo silencio para dar paso a una música melódica que se hizo más alegre y terminó con el sugestivo sonido de las campanas. 

    El director propuso para la segunda parte la Sinfonía n.10 de Shostakovich, la primera compuesta tras la muerte de Stalin el 5 de marzo de 1953. No había vuelto a escribir sinfonías desde hacía ocho años, disuadido por los violentos ataques del diario Pravda. Se le acusaba del tono pesimista de su música de «tendencias antidemocráticas contra el pueblo soviético» y por ello se dedicó a componer bandas sonoras cinematográficas. Escribió la Décima en la segunda mitad de 1953 y la estrenó Eugenij Mravinskij el 17 de diciembre del mismo año dirigiendo la Filarmónica de Leningrado, pero fue criticada también por la Unión de los Compositores tachada de modernismo, introversión, sin claro objetivo de lucha y de ideas positivas. Se nota en efecto en la partitura el sentido de libertad, un aire introspectivo y referencias autobiográficas. En aquel periodo Shostakovich se había enamorado de su alumna Elmira Nazirova, pianista y compositora que fue la musa inspiradora durante la escritura de la Décima. La presencia de su anagrama musical DSCH, que en el alfabeto musical alemán corresponde a las notas-motto re[D]-mi bemol[eS]-do[C]-si[H], subraya que se trata de una sinfonía autorretrato, como afirmó también su hijo Maxim Shostakovich. 

    Los violonchelos y los contrabajos introdujeron el primer movimiento, Moderato, muy amplio y delineado con dulce melodía, para dar paso después a los clarinetes y las flautas. Conlon demostró claridad expositiva y subrayó los contrastes entre tensión y distensión, clímax y anticlímax, para terminar apagándose gradualmente con el pianissimo pizzicato de los violines. Se ha percibido en este movimiento un cuadro de la Rusia estaliniana. En el segundo, Allegro, breve y apremiante, el maestro ha subrayado espléndidamente con toda la orquesta el gran ritmo, en el que resaltan las percusiones y en el que se ha visto un retrato de Stalin. El Allegretto del tercer movimiento es el más autobiográfico. Conlon nos hizo escuchar una amplia melodía de intenso lirismo transmitiéndonos gran emoción. El final, Andante-Allegro, inició enlazando con el primer movimiento. Violonchelos, contrabajos y violas nos transmitieron una lenta melodía que desmbocó en un allegro optimista subrayado por los violines, los platillos y finalmente toda la orquesta en un triunfal fortissimo.

    Conlon y la orquesta del Teatro Comunale entusiamaron al público, que estalló en aplausos, ovaciones y vítores pero sin conseguir arrancarle ningún bis. 

Foto: Andrea Ranzi

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