Por José Amador Morales
Munich. Bayerische Staatsoper. 15 de Abril de 2017. Wolfgang Amadeus Mozart: Così fan tutte. Golda Schultz (Fiordiligi), Rachel Wilson (Dorabella), Michael Nagy (Guglielmo), Mauro Peter (Ferrando), Tara Erraught (Despina), Chistopher Maltman (Don Alfonso). Coro y Orquesta de la Bayerisches Staatsoper. Ivor Bolton, dirección musical. Dieter Dorn, dirección escénica.
La aclamada producción del Così fan tutte firmada en 1993 por Dieter Dorn, quien fuera director del Kammerspiele Theater y posteriormente de la misma Staatsoper muniquesa, volvió a encandilar a un público que se divirtió como nunca en esta plasmación ideal de lo que debe ser un teatro cantado. Prueba de ello fue el comentario que hizo una señora situada junto a quien esto suscribe, en el que expresaba su entusiasmo al asistir “por fin” a una ópera llena de buen humor, mientras aplaudía de manera entusiasta a los protagonistas al final de la representación. Detrás de ello había una ímproba dirección de actores y unos cantantes comprometidos escénicamente, demostrando su talento teatral sin menoscabo del musical, algo por desgracia no muy frecuente.
La puesta en escena de este Così fan tutte podría calificarse de sobria pero tremendamente eficaz. Al abrirse el telón, encontramos un primer plano enmarcado por una serie de arcos cubiertos de un simple tejido blanco tendido, creando la clásica ilusión de teatro dentro del teatro, y con el suelo cubierto de forma similar; al mismo tiempo, aparecen un conjunto de sillas desordenadas con las que los personajes juegan a lo largo de la obra, ofreciendo una impresión de casa en plena mudanza que expresa a la perfección la inestabilidad interior de los mismos. El vestuario parece dieciochesco pero con elementos anacrónicos como los disfraces de Guglielmo y Ferrando, que incluyen gafas de sol y ropajes que en realidad son un pastiche vagamente oriental para que la farsa sea mayor; un efecto similar sucede cuando el coro aparece en escena vestido con cortinas y manteles.
Musicalmente, Ivor Bolton ofreció una lectura en la que, como suele ser habitual en el director británico, se adaptó como un guante a las necesidades de la producción partiendo de un sonido básico y flexible, a medio camino entre la tradición y el historicismo (para lo cual contaba con una orquesta y coro impecables). Posiblemente haya quien reproche un exceso de fluidez y de continuidad escénica que constreñían el necesario espacio para asimilar el hecho musical. Pero en cualquier caso, no cabe duda de que su dirección fue suficientemente idiomática y sugestiva.
Vocalmente, el reparto convocado no destacó en general por su peso y volumen vocal pero sí por un gran trabajo en equipo, destacando en este sentido el fantástico finale del primer acto así como los dúos (particularmente los protagonizados por Fiordiligi y Dorabella así como “Il core vi dono” de Guglielmo y Dorabella). A nivel individual tuvieron un éxito importante - así lo rubricó el público - el sector femenino, comenzando por la Fiordiligi de voz cálida, redonda y generosa en matices de Golda Schultz, y la Despina brillante vocal y teatralmente de la irlandesa Tara Erraught, que supo conectar con una audiencia entregada y convencer con su interesante voz de mezzo. Por otra parte, cualquiera diría que Rachael Wilson debutaba en esta ópera habida cuenta de su desparpajo como actriz y su adecuación canora: la suya fue una Dorabella de atractivo y oscuro timbre si bien de fraseo menos variado que el de su compañera. Entre los hombres, sobresalió el elegante y convenientemente cínico Cristopher Maltman, frente al noble Ferrando de Mauro Peter, algo plano en lo expresivo, y el correcto Guglielmo de Michael Nagy, cuyo material vocal es ampliamente superado por sus cualidades interpretativas.
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