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Crítica: Isabel Rubio y Roberto Rúmenov con la Sinfónica de RTVE

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Autor: Aurelio M. Seco
4 de febrero de 2024

Crítica del concierto de Isabel Rubio y Roberto Rúmenov con la Orquesta Sinfónica de RTVE

Isabel Rubio y Roberto Rúmenov con la Orquesta Sinfónica de RTVE

Talento y futuro

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 2-II-2024. Teatro Monumental. Ciclo Jóvenes Músicos. Obras de Joaquín (1901-1999), Sergei Prokofiev (1891-1953), Edward Elgar (1857-1934). Orquesta Sinfónica de RTVE. Roberto Rúmenov, piano Isabel Rubio, directora.

   Siempre es gratificante acercarse a comprobar cómo las jóvenes generaciones de músicos están labrándose un camino -no falto de dificultades- en el mundo de la música. Obviamente, es mucho más probable -por una simple cuestión de número- tener éxito en convertirse en un instrumentista de una orquesta -violinista, por ejemplo-, que no en un solista o en un director de orquesta. 

  En todo caso, siempre será necesario cuidar la cantera y detectar e impulsar el talento a fin de asegurar el futuro. Para ello, algunas orquestas se dedican a la formación de agrupaciones formadas por jóvenes intérpretes pudiendo lograr que los instrumentistas puedan foguearse en esos atriles, además de ejercer como solistas. En cuanto a los directores, las grandes orquestas suelen dar la oportunidad a jóvenes talentos en la dirección para que puedan enfrentarse al repertorio y obtener más experiencia en los podios, contando con la realimentación recibida, generada por esas experimentadas orquestas. 

   Es el caso de la ocasión que nos ocupa, en el segundo concierto del XXIV Ciclo de Jóvenes Músicos, auspiciado por la Orquesta Sinfónica de RTVE, donde se contó con la dirección de la murciana Isabel Rubio (Águilas, 1989), que ya cuenta con cierta experiencia en esta lides debido a oportunidades ofrecidas anteriormente por la misma OSRTVE, y posteriormente por la Orquesta Nacional de España y por el Teatro Real en una adaptación de la ópera Aída para públicos jóvenes. Actualmente, esta directora ya alberga una nutrida agenda de compromisos profesionales en una gran variedad de orquestas.

   La velada musical comenzó con la preciosa joya del saguntino Joaquín Rodrigo Adagio para instrumentos de viento (1966), que se estrenó en Pittsburgh con gran éxito. La obra contiene varios cambios de tiempo, de una a otra de las secciones, logrando -por su diseño intrínseco- recrear una ambientación ‘alla antica’, de hidalguía ibérica. La versión de Isabel Rubio resaltó adecuadamente el distinto colorismo aportado por metales y maderas, el cincelado de las rítmicas -ayudado por la eficiencia de la percusión- y el diáfano perfilado de las hermosas melodías que se entrecruzan. Quizá pudo recatarse un tanto más la dinámica forte.

   Contando con la participación del joven y laureado pianista de origen búlgaro Roberto Rúmenov (2000), residente en Madrid, que se desenvuelve ya como concertista solista en España, Bulgaria, Italia o Francia, entre otros, se interpretó el Concierto para piano y orquesta en do mayor, número 3, Op. 26 (1921), de Serguéi Prokofiev, que es uno de los más interpretados de entre los cinco compuestos por el compositor de San Petersburgo y que se estrenó en Chicago, ejecutado por el propio autor durante su exilio. 

   Es éste uno de los conciertos en los que el instrumento solista y la orquesta comparten protagonismo de igual a igual, en forma de diálogos, sobre todo en el primer y tercer movimiento, aunque hay oportunidad de gozar del piano en solitario, o como en el primer movimiento, con el empaste de las notas agudas del teclado con el flautín. 

   Las virtuosas digitaciones y la fluidez del discurso sonoro estuvieron muy bien dibujados por parte de Rúmenov, así como el denuedo en la rítmica. El movimiento intermedio, el más variado y complejo, es en el que el piano presenta su lado más intimista. En algunos momentos, este exceso de intimismo derivó en que el instrumento solista fuera tapado por la orquesta.

   En tercer movimiento, para nosotros el de mayor belleza y virtuosismo, contiene inspirado melodismo y elegancia de altos vuelos, sinergiando la belleza del sonido del piano obtenido por Rúmenov con una cuerda perfectamente empastada, de la que Isabel Rubio estuvo permanentemente pendiente, alcanzando esa conjunción un enardecedor clímax que, poco después, llevó la obra a un final luciendo brillantemente la tonalidad en Do mayor. Roberto Rúmenov e Isabel Rubio consiguieron un muy valorable éxito por la interpretación de esta pieza, saliendo al menos tres veces a saludar. 

   El estilo de dirección de Isabel Rubio podría resumirse como corporalmente abierto, comunicativo, ejecutivo y de elegante y empática flexibilidad, en el sentido de dar la sensación de poder conseguir todo aquello que su gestualidad propone, entendiendo que durante los ensayos -y previo estudio profundo de la obra- ha conseguido cristalizar perfectamente esa versión que luego dirige a la orquesta, con las impulsiones y resoluciones que convengan en cada caso.

   Como broche final se interpretaron del compositor británico Edward Elgar, las Variaciones enigma (1899), conformadas por 14 variaciones -no todas fueron interpretadas- y cuyo sobrenombre procede de un enigma -que es tema principal en forma de Andante- enunciado por el propio compositor. Las variaciones derivan de un solo tema, inicialmente compuesto para su esposa, y que luego fue variando en función de los afectivos retratos que fue haciendo -en cada una de ellas- a varios de sus amigos más cercanos.

   La dificultad de la dirección de estas variaciones radica en el rápido cambio por la dispersión de los caracteres -ampuloso, juguetón, impetuoso, dúctil, intenso, bailable, etc.-, que han de ponerse en juego durante la interpretación, con tempi cambiantes -Allegro, Allegretto, Allegro di molto, Andantino, Allegro, presto, etc.-, estando Isabel Rubio siempre muy pendiente de señalar todas las acotaciones en cuanto a dinámicas, anacrusas, y construir una intencionalidad común que dio sentido al conjunto.

   En suma, un concierto que fue más allá de su propia finalidad, muy del gusto del público y donde lució especialmente, y como maestra de ceremonias, la Orquesta Sinfónica de RTVE, aunque el Teatro Monumental no se llenara ni mucho menos al completo. Debido al éxito alcanzado por la directora Isabel Rubio, en los últimos aplausos, la Orquesta permaneció sentada para que la artista recibiera todos los aplausos como reconocimiento a su buen hacer. Nos gustará seguir la evolución de esta talentosa directora del presente, en el futuro.

Foto: Sinfónica RTVE

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