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CRÍTICA: ISABEL REY CIERRA EL V FESTIVAL LÍRICO DE BENICÀSSIM. Por J. J. Ponce

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Autor: J. J. Ponce
14 de septiembre de 2013
 REY, DE ZARZUELA EN BENICÀSSIM
 
 
    No es habitual que una primera figura de la lírica dedique un programa exclusivamente a zarzuela, pero Isabel Rey es defensora de éste género y opositora veraz al inadecuado apelativo de 'chico', como demostró en su recital de Benicàssim, donde acudía por segunda vez en la corta vida de su festival lírico. Rey dividió la gala en dos secciones bien diferenciadas. La primera dedicada a obras más 'serias' y la segunda a divertir al público combinando canto -de elegante línea- teatralidad y picaresca. La pequeña orquesta, compuesta por 10 músicos procedentes de la de la capital del Turia, hizo un trabajo correcto, a excepción del percusionista, que a veces daba la impresión de ir por un camino de tempi diferentes, valga como ejemplo su ejecución en el "Fandango" de Dña Francisquita (A. Vives).

     Entre las intervenciones del Ensemble en solitario destacaron el preludio de Agua, azucarillos y aguardiente o el sensual intermedio de La leyenda del beso (Soutullo 1884-1932), que el grupo Mocedades popularizara a finales del siglo XX. El programa se alteró con el cambio de la selección instrumental de Moros y cristianos programada por un estudio de Rodrigo sobre La Tempranica de Giménez.

     Por su parte, Isabel Rey, que en estas fechas celebra el 25 aniversario de su carrera musical y que próximamente tiene previsto ofrecer un recital en el Palau de les Arts, cantó con un sonido proyectado, emitido con energía, brillante y rotundo, ayudada en este sentido por el tamaño de la sala, que es más una caja bombonera que un teatro moderno, a pesar de su apariencia externa y estructura. En su primera intervención la soprano tanteó el terreno y calentó la voz para dominarla por completo en la segunda con "Marinela" (La canción del olvido- Serrano) con un agudo final limpio y bien colocado. Consciente del recinto donde cantaba y, moduló, contuvo y adaptó su torrente canoro a la sala en determinados momentos, dando libertad a las zonas altas del instrumento y dejando correr la voz sin dificultades. La inteligente selección de las arias realizada por la cantante le permitieron alternar piezas de diferente dificultad vocal. Isabel mostró así mismo su lado más pizpireto y juguetón en el canto, si bien, a veces, el fraseo parecía poco definido pero, en cualquier caso, ofrecido con una picardía, gracejo y provocación que recordaban el sentido más primigenio de la zarzuela y el ambiente que se viviera en los teatros madrileños en el XIX.

     Al "Chotis" de La Gran Vía (Chueca) le profirió una teatralidad y comicidad genuina, con un canto cuidado, con un fraseo basado en los matices y textura características del modo castizo de hablar, llegando a sonidos a veces suaves y otras con multitud de vaivenes, que trasladaban al Madrid de 1800.

     Su momento más provocador le llegó con el "Tango de la Menegilda" (Gran Vía - F. Chueca) en el que, sentada en un sillón, mostró el lado más 'canalla' del personaje. El momento más cómico lo regaló con "La tarántula" (La Tempranica - G. Giménez), que posteriormente utilizaría como uno de los dos bises que regaló. En su última intervención del programa, "Al pensar en el dueño de mis amores" (Las hijas del Zebedeo - Chapí) conjugó voz y expresividad, provocando la hilaridad del público, pero demostrando un dominio del fiato impecable y moviéndose del pianísimo al forte con admirable facilidad.
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