Por Roberto Relova Quinteiro
Vigo. Teatro Afundación Abanca. 12-I-2017. Temporada Sociedad Filarmónica de Vigo. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director musical: Ilan Volkov. Piano: Horacio Lavandera. Trompeta: John Aigi Hurn. Obras de: Xabier Mariño, Franz Joseph Haydn y Dmitri Shostakóvich.
Sin poder evitarlo, al escuchar el estreno de Paisaxes escuras de Xabier Mariño me vino a la mente, una vez más, aquella dramática reflexión de Jean Paul Sartre: “No hay necesidad de fuego, el infierno son los otros”. Y tampoco pude evitar relacionar esta inquietante obra con la película El resplandor de Stanley Kubrick. No por establecer paralelismos con la música de Bartók utilizada en el film, pero si por el extraño y acertado concepto de la tensión dramática que busca el joven compositor de forma desesperada. Mariño planifica la organización tímbrica a partir de tres capas o niveles en los que planea la idea de la destrucción de la naturaleza y de la conciencia humana. Es inteligente, audaz y no se conforma con la visión inocente de un joven que sufre por la devastación de su entorno. Todo un reto en el que saca máximo partido a la propia estructura orquestal. Los comportamientos de lenguaje tímbrico, la saturación armónica, buscan exasperadamente nuevos signos y elementos para (de)construir la ya inevitable decadencia del siglo XX… y del XXI. Su elaboración pasa por una retórica postmoderna entre la que se vislumbra la idealización de los Cuatro Elementos, añadiendo Xabier Mariño la angustia. Este escenario o visión desoladora de los incendios en los montes gallegos refleja una de las claves técnicas en la creación del compositor. Y que precisamente se encuentra en la subjetividad: la narración musical a partir de su punto de vista redactando el monólogo de un sentimiento interno.
En el inicio de la obra se concede un gran protagonismo a los instrumentos de percusión, buscando inquietantes efectos sonoros que evolucionan a lo largo de toda la partitura y que culmina en el dramático final. Efectos que suponen una buena oportunidad que le permiten desarrollar todas sus intenciones estéticas. Quizá, el momento más hermoso de la partitura es el que nos conduce al segundo nivel, justo en el epicentro y que se eleva a un fortísimo tutti orquestal. El público disfrutó y acogió con entusiasmo la madura reflexión del joven compositor. La Sinfónica de Galicia mostró absoluto compromiso con la obra de Mariño, al igual que su director invitado, Ilan Volkov. Fue precisamente la orquesta la que brilló por meritos propios en la Sinfonía nº 102, en si bemol mayor de Haydn.
Y llegó la segunda parte protagonizada por Dmitri Shostakóvich, compositor que eleva la temperatura y atención de cualquier sala de conciertos. Las Cinco piezas para orquesta, op. 42 fueron sin duda las que permitieron que la Sinfónica de Galicia se convirtiese en la gran protagonista de un extraordinario equilibrio ante una dramática visión de su autor.
La velada llegaba a su fin con el Concierto para piano, trompeta y cuerda nº 1, en do menor, op. 35. El concierto de Shostakóvich es como un mosaico vital donde la ironía juega un papel principal. Benet Casablancas en su libro El humor en la música recoge las diferentes citas musicales que Shostacovich utiliza en su particular collage. Referencias que proceden de las obras de Beethoven como la Appassionata o el Rondo a capricho en sol mayor. Entre las citas e irónicos guiños están compositores como Grieg, Mahler y el propio Shostakovich. Un tema de sonata de Haydn se vislumbra en el vertiginoso final del concierto. El pianista Horacio Lavandera y el trompetista John Aigi Hurn se convirtieron en auténticos anfitriones de lujo en una noche de alto voltaje. Lavandera interprete consolidado a nivel internacional no defraudo. Su poderosa técnica deslumbró por virtuosismo, exactitud en la ejecución y una prodigiosa articulación. Pero su poética musical llegó en el movimiento lento del concierto. Tanto compositor como intérprete demostraron una elaborada artesanía a la hora de componer y transmitir. Lavandera, con impecable sonido, expuso su riqueza y control en la dinámica, en los matices y se arrebató hacia la conclusión de la obra. El trompetista John Aigi Hurn ejerció con su poderoso sonido una intensa y emocionante interpretación que logró elevarse por encima de las caricaturas y parodias de la obra. Impecable escritura del último movimiento en la que la Sinfónica de Galicia no se rindió en ningún momento ante las exigencias de una partitura llena de riesgos. Al final, el público se volcó ante los músicos y ante Shostacovich, pero fue Horacio Lavandera el que se llevó las entusiastas ovaciones de los asistentes.
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