Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Oviedo. Teatro Campoamor. 5-X-2017. Il trovatore, Verdi. Ópera de Oviedo. Simone Piazzolla, Julianna di Giacomo, Luciana d´Intino, Aquiles Machado, Dario Russo, María José Suárez, Jorge Rodríguez-Norton, Alberto García. Oviedo Filarmonía. Coro de la Ópera de Oviedo. Dirección de escena: Joan Anton Rechi. Dirección musical: Ramón Tebar.
Hay una regla no escrita que todo buen gestor debería poner la primera en su manual de buena conducta: generar ilusión en quien trabaja para él con generosidad y talento. Sobre todo si se cuenta con artistas de excepcionales cualidades, un privilegio muy difícil de encontrar. Ramón Tebar es uno de ellos. La ilusión puede con todo: falta de medios, dificultades, inseguridades, tristezas. Generarla es una de las mayores responsabilidades de un director artístico, pero hay que saber reconocer el talento y ponerse a su servicio. Es entonces cuando la música refulge con el espíritu del verdadero mérito artístico dándole vida. Y da igual contar sólo con dos contrabajos en el foso. Si el director es Ramón Tebar la salida de Ulrica a escena suena a gloria y asusta, literalmente, por la potencia de su convicción. Ulrica es uno de los personajes que Tebar, uno de los directores más fascinantes que ha dado España en los últimos tiempos, presentó en escena con el fulgor de las grandes batutas, para regocijo del Ballo in maschera que no hace mucho pudimos ver en el Teatro Colón de La Coruña. No había muchos medios pero a fuerza de saber cómo generar ilusión, César Wonenburguer ha convertido a la ciudad gallega en un referente con tres pesetas, una ridiculez comparada con el presupuesto de Oviedo, temporada que teniendo más recursos carece del don para generar la misma ilusión. En aquel Ballo teníamos sobre el escenario a Gregory Kunde, Saioa Hernández, Juan Jesús Rodríguez, Marianne Cornetti y Marina Monzó, entre otros, cantantes que con sus cosas –nadie es perfecto- convierten cada ocasión en una oportunidad, y que pudiendo estar en otros sitios cantando por muchos tristes euros, prefieren sonreír emocionándose –no olvidaremos la emotiva actitud de Kunde al final de la función- con la recompensa de la ilusión.
Ópera de Oviedo presentó su segundo título del año con un fuera de serie sobre la tarima pero con un reparto puesto a su disposición que se convirtió en una rémora para su talento. No fue por ello una versión ilusionada, aunque sí de calidad si hablamos exclusivamente del trabajo desarrollado por Tebar, dotado de un don natural para dirigir. La sonoridad de la Oviedo Filarmonía estuvo cuidada y resultó expresiva y vital.
Se ha dicho tantas veces...: para Il trovatore, o se cuenta con un buen reparto o lo mejor es optar por otro título. El seleccionado para esta ocasión no estuvo a la altura. Julianna di Giacomo (Leonora) es una cantante de buena voz pero estilo pesante, retardante, un martirio para la fluidez y ligereza de la sonoridad y versión propuesta por Tebar. Con problemas en el agudo, además, por tiranteces e inseguridades. Su Leonora fue de circunstancias, intentando salir al paso de las dificultades. Lo mismo con el barítono Simone Piazzola (El Conde de Luna), que posee una voz que tenemos la impresión de que nunca se ha terminado de hacer técnicamente del todo, ayuna de carácter y fiato en momentos en los que Tebar no quiso renunciar a su postura desde el foso. ¡He ahí la personalidad de un director! Un maestro no puede estar constantemente renunciando a su postura estética para cubrir deficiencias. Qué martirio trabajar así. Con todo, su versión dejó un perfume orquestal de gran distinción, en momentos en los que la sonoridad de la Oviedo Filarmonía se transformó como por arte de magia, difuminando el toque mecanicista para dotar a su interpretación de un color sonoro de gran atractivo. Lo notamos, por ejemplo, en el acompañamiento del aria de Azucena "Condotta ell'era in ceppi", interpretada por una Luciana d´Intino que no sabe lo que es la homogeneidad entre registros. El personaje de Azucena es siempre un peligro por esta razón. D´Intino no resultó elegante ni expresiva, sino un poco excéntrica. Parecían dos mujeres, dos voces, las que cantaban: una en el registro medio, otra en el grave. Faltó fuerza a su Azucena y refinamiento, como echamos en falta una más convicente expresividad en Dario Russo (Ferrando), bajo de bonita voz pero algo plana perspetiva interpretativa. Aquiles Machado siempre ha sido un buen cantante, y lo sigue siendo, pero su Manrico, aun con el agudo de "La pira", admirable sin duda, fue de circunstancias. No se recreó al personaje sino que se salvaron las dificultades de la partitura con talento, que no es poco. Cuando cantó fuera de escena su voz sonó demasiado lejana, como si se hubiese situado al tenor demasiado al fondo o tras algo que impedía que llegase bien su voz. El público y el acompañamiento de arpa hubieran agradecido una mayor cercanía.
Entre los secundarios, un adecuado Jorge Rodríguez-Norton, tenor que sin poseer una gran voz la luce convenientemente cada vez que sale a las tablas del Campoamor, con gran generosidad escénica y un amor por hacer las cosas bien que resulta reconfortante. Menos interesante nos pareció el trabajo de María José Suárez, algo crispada en lo lírico y demasiado acentuada en su vertiente escénica. Correcto el Viejo gitano de Alberto García.
Buena participación del Coro de la Ópera de Oviedo, que dejó momentos vocales bellos, sin menosprecio de otros en los que la comunicación no fue perfecta con el foso. La puesta en escena de Joan Anton Rechi introdujo en escena al propio Goya e imágenes de su obra que sugerían contar la ópera como una especie de desastre de la guerra. La estética de los dibujos fue sin duda atractiva, pero no el trabajo de actores, que nos pareció flojo, ni el movimiento escénico, un tanto vulgar. La aparición de un personaje como Azucena debe ser obvia y estar llena de fuerza, y no presentarse a un lado como un gitano más. Un Coro de gitanos, por cierto, en el que los componentes de la agrupación coral estuvieron muy acertados escénicamente. No nos gustó el vestuario, poco atractivo.
Concluimos esta crítica con una pregunta a la Ópera de Oviedo que también se hacen algunos aficionados. ¿Se están manteniendo los mismos precios de otros años a pesar de que el IVA que se aplica se ha reducido de un 21 al 10 por ciento? ¿Está siendo en esto Ópera de Oviedo deshonesta con el público? ¿No ha hecho Roberto Sánchez Ramos "Rivi", concejal de Cultura del Ayuntamiento, esta pregunta en el organismo competente de la entidad? ¿Ninguno de sus miembros la ha hecho ni la pensado? La entidad debería aclarar si se está quedando con un innecesario 11%. Si pedimos que se baje el IVA, si protestamos para que así sea, será para bajarlo después a los ciudadanos, ¿no? Esperamos que Somos Oviedo, Izquierda Unida, PP, Ciudadanos y PSOE se hagan las misma pregunta, comprueben si esto es así y pidan explicaciones si no se está haciendo algo bien.
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