Por Sílvia Pujalte
Girona. 5/7/2015. Claustro de la Catedral. "Nits de Clàssica". Obras de Bach, Britten, Lachner, Bennet y Schubert. Ian Bostridge, tenor; Julius Drake, piano; Steven Isserlis, violonchelo.
¿A quién no le gustan los festivales de verano? (En principio es una pregunta retórica, pero ustedes mismos). Además de cumplir la función social de alimentar de música a los aficionados durante las vacaciones de las temporadas regulares presentando propuestas de calidad, se celebran en entornos poco habituales, a menudo al aire libre para aprovechar las suaves temperaturas de las noches veraniegas. Claro que a veces la invasión de aire proveniente de África convierte las suaves temperaturas en tórridas y el ambiente en un claustro en sofocante, tan sofocante que al acabar el concierto se acoge con alivio el "fresco" de la calle mientras los termómetros marcan 30ºC. Exactamente esa era la situación en Girona el pasado domingo 5 de julio y ya me perdonarán que hable del tiempo pero si estamos aquí para comentar la actuación de tres músicos esa noche me parece de justicia ponerla en contexto; si para el público tranquilamente sentado en sus localidades el calor era agobiante en el escenario debía de ser insufrible, y eso expresaban las caras de los protagonistas cuando lo abandonaban. Así que para empezar hay que agradecer a Ian Bostridge, Julius Drake y Steven Isserlis, además de la buena música, el sobreesfuerzo.
El concierto se enmarcaba en el festival "Nits de Clàssica", once conciertos organizados por el Auditori de Girona repartidos por diversos escenarios de la ciudad. La formación, tenor, piano y violoncelo, evocaba los encuentros musicales entre Peter Pears, Benjamin Britten y Mstislav Rostropóvich, con una primera parte dedicada íntegramente a la música de Johann Sebastian Bach. La segunda reunía también la música de tres amigos, Franz Schubert y los hermanos Franz e Ignaz Lachner, y una balada de Richard Rodney Bennett (un programa muy parecido al que Bostridge, Drake e Isserlis ofrecerán en el Wigmore Hall de Londres el próximo otoño, en un concierto con las entradas agotadas desde hace tiempo).
La velada se inició con tres arias de tres cantatas de Bach. Fuera por falta de entendimiento entre los intérpretes, fuera por una acústica complicada (el diminuto escenario se encontraba en el ángulo formado por dos lados del claustro, con el público formando una L) que hacía que por momentos las tres líneas sonaran más competitivas que concertantes, fuera por los arreglos que hacían sonar al compositor extrañamente moderno, este Bach no estuvo al nivel que esperábamos de sus intérpretes. Fue muy diferente el resto de la primera parte, con una estupenda Suite no. 3 por parte de Isserlis y unas no menos estupendas Five Spiritual Songs por parte de Bostridge y Drake, el mejor momento de la noche, con un cuidado diálogo entre tenor y pianista. Bostridge unió sus facetas barroca y liederística y ofreció una sobria interpretación de las cinco canciones que hizo honor al "espiritual" que llevan en el título. Curiosamente, este Bach pasado por el filtro de Britten sonó más bachiano que en las piezas anteriores; decíamos que la interpretación fue estupenda, aún así sobresalió especialmente la cálida e íntima versión de la cuarta canción, Komm, süßer Tod.
En la segunda parte del recital entrábamos de lleno en la canción con tres lieder de los hermanos Ignaz y Franz Lachner, una apuesta interesante por parte de Bostridge y compañía, siempre se agradece la programación de autores poco conocidos. Las tres canciones fueron escritas con acompañamiento de piano y trompa o violoncelo, una formación poco habitual, utilizada también por Schubert para el lied que cerró el concierto, Auf dem Strom. Por suerte no estábamos en ningún concurso porque difícilmente podrían competir las canciones de los Lachner con las de Schubert, pero merece la pena destacar In die Ferne, de Ignaz (por si algún asistente al concierto lee este comentario, el texto que figuraba en el programa era el de otra canción con el mismo nombre, esta sí de Franz). En esta ocasión los volúmenes se ajustaron mejor que en las arias de Bach de la primera parte pero tampoco acabaron de brillar las interpretaciones como estamos acostumbrados con estos tres artistas.
Si en la primera parte la mejor música la tuvimos con Isserlis por un lado y Bostridge y Drake por otro, lo mejor de la segunda parte lo ofrecieron Bostridge e Isserlis. Tom O'Bedlam Song es una mad song, un género muy popular en la Inglaterra del siglo XVII que Bennett recuperó escribiendo para Peter Pears esta balada con acompañamiento de violoncelo. Se trata de una obra larga, variada y compleja, con la dificultad añadida desde el punto de vista vocal de estar compuesta para una voz tan particular como la de Pears. Bostridge la hizo suya desplegando todos sus recursos, declamando, matizando, contrastando y narrando con autoridad; si en las canciones de Bach/Britten destacó por su austeridad, en esta balada narrada por un loco buscó los límites y ofreció una contundente versión contando con la enérgica complicidad de Isserlis.
No hubo propinas, algo más que comprensible dadas las cálidas circunstancias; con Auf dem Strom se cerró un concierto al que faltó algo para ser redondo pero que nos permitió disfrutar de tres grandes intérpretes y nos dejó obras magníficamente interpretadas, todo un acierto de programación de "Nits de Clàssica".
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