Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 28/IV/2016. Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Mozart: Sinfonía nº 39 em mi bemol mayor, K. 543. Bruckner: Sinfonía nº 4 en mi bemol mayor. WAB. 104 “Romántica” (1878/80 Edic. Nowak 1953). Philharmonia Orchestra. Director: Herbert Blomstedt
Otra gran noche musical madrileña auspiciada por el ciclo Ibermúsica con la visita de una magnífica agrupación, la Philharmonia Orchestra, conjunto que fuera fundado en 1945 por el mítico ejecutivo de la EMI Walter Legge y presente en tantas y tantas grabaciones discográficas.
La calidad de la agrupación, que lleva la impronta del gran Otto Klemperer y cuyo titular actualmente es el director y compositor finlandés Esa-Pekka Salonen, es altísima, con una cuerda empastada, compacta, tersa y dúctil, un metal que ofrece un sonido pleno, poderoso y brillantísimo y unas maderas tan precisas y delicadas como radiantes.
Al frente se situó el veteranísimo director Herbert Blomstedt que cumplirá en el mes de Julio 89 años de edad. No ha sido el estadounidense un músico de gran inspiración, pero su indudable oficio y la sabiduría de tantos años, combinada con un sorprendente pulso y vitalidad le permitieron escanciar un magnífico concierto.
Comenzó el mismo con la formidable Sinfonía nº 39 de Mozart en una interpretación impoluta por su transparencia y luminosidad, asi como el esplendoroso y refinado sonido. Se echaron en falta algo de vivacidad y contrastes, pero la limpieza, claridad y equilibrio de la interpretación fueron indudables.
Lo mejor de la noche llegó con la formidable interpretación de la Cuarta sinfonía de Bruckner, titulada “Romántica” por el propio autor, aunque más como canto a la naturaleza que en el concepto de pasión amorosa. Blomstedt, con la partitura cerrada y sin batuta construyó primorosamente el primer movimiento con unos clímax monumentales sabiamente organizados. Equilibrado, sereno y misterioso el segundo, aunque algo falto de carga emotiva. Fabulosas las violas y las maderas. Frenético el Scherzo -“una jornada de caza”- impecablemente contrastado con la distensión del diáfano Trío. Sobresaliente el último movimiento con una magistral construcción del clímax final, grandioso, de gran músculo orquestal e indudable vigor, pero sin excesos ni embarullamientos. Un Bruckner vigoroso, pleno de energía, fuerza y vitalidad en un maestro que se acerca a los 90 años y que extrajo toda su calidad a una orquesta magnífica.
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