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Crítica: Henrik Nánási dirige «Iolanta» de Chaikovski en el Palau de les Arts «Reina Sofía» de Valencia

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Autor: José Amador Morales
29 de marzo de 2019

Exquisitez rusa

Por José Amador Morales
Valencia. Palau Les Arts. 22-III-2019. Piotr Ilich Tchaikovsky: Iolanta. Lianna Haroutounian (Iolanta), Vitalij Kowaljow (El Rey René), Valentyn Dytiuk (Vaudemont), Gevorg Hakobyan (Ibn-Haqia), Boris Pinkhasovich (Robert), Olga Zharikova (Briguitta), Marina Pinchuk (Marta), Olga Syniakova (Laura), Gennady Bezzubenkov (Bertrand), Andrei Danilov (Almeric). Coro de la Generalitat Valenciana. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Henrik Nánási, dirección musical. Mariusz Treliński, dirección escénica. Producción del Teatro Marinski de San Petersburgo.

   Estrenada en la Navidad de 1892, Tchaikovsky compuso su Iolanta junto a su hermano Modest, quien se hizo cargo del libreto, colaboración ya anticipada en trabajos anteriores como la precedente La dama de picas. La historia, cuya acción transcurre en Francia del siglo XV, tiene como protagonista a una muchacha ciega a la que ocultan la naturaleza real de su discapacidad, lo cual genera interesantes posibilidades simbólicas y expresivas (la lucidez y el ocultamiento, el bien y el mal, la redención por amor, la lealtad, la fe, etc…). Algo que no desaprovechó la esencia netamente romántica de Tchaikovsky, quien volcó en esta su última ópera todo el talento melódico así como el refinamiento dramático que lo habían hecho célebre. Curiosamente, el propio compositor no estimó especialmente esta obra, seguramente aún condicionado por la resaca del enorme éxito obtenido con su ópera anterior ya citada.  Pero su capacidad para llevar progresivamente al espectador desde esa sedosa sonoridad, íntima y camerística, de las primeras escenas hasta la densidad musical que se va desarrollando a medida que se van despertando – en la protagonista y, por extensión, en la historia – todas las vivencias de una sensualidad y pasión incontenibles y que desembocan en el lieto fine musicalmente arrebatador,  hacen de esta obra una experiencia inolvidable, claro está, si es bien servida.  

   Ciertamente así fue en la puesta en escena valenciana que comentamos, que contó con la conocida producción del Teatro Marinski (disponible comercialmente con la extraordinaria Iolanta Anna Netrebko), eficaz en su desarrollo de la trama al convertir el mundo paradisíaco e idílico que nos cuenta el libreto en un aspecto subjetivo del drama de la protagonista, encerrada en una monocromática habitación de un sanatorio. Tal vez resultó antimusical, eso sí, el omnipresente telón – más denso de lo habitual y, por lo tanto, más decisivo acústicamente – habilitado con motivo de las puntuales proyecciones visuales.


   Musicalmente, la dirección de Henrik Nánási, recién llegado de su debut en el Metropolitan neoyorquino precisamente con este mismo título (bien que allí ofrecido junto a El castillo de Barbazul de Bártok), se reveló acreditada en lo idiomático, suficientemente sutil en lo tímbrico y particularmente acertada a la hora de dosificar la progresiva intensidad dramática que va destilando la partitura. A sus órdenes, el Coro femenino de la Generalitat Valenciana y la Orquesta de la Comunidad Valenciana se mostraron maleables y al nivel extraordinario que acostumbran.

   En cuanto al reparto, el rol de Iolanta se ajustó como un guante a la materia prima de una Lianna Haroutounian que no desaprovechó la oportunidad para ofrecer un canto lírico de calidad, morbidez y efusividad que, a buen seguro, dotará de mayores contrastes expresivos en sucesivas aproximaciones. Vitalij Kowaljow llegó con apenas un día a sustituir al Rey René inicialmente previsto y desde luego que fue uno de los grandes triunfadores de la noche en base a una voz de enorme presencia, dotada de una considerable extensión, a la que sumó una actuación de gran autoridad en lo actoral. También convenció el Vaudemont de Valentyn Dytiuk, en momentos puntuales en exceso ligero, pero en cualquier caso entregadísimo y vehemente en su recreación del joven y enamorado caballero.

   Boris Pinkhasovich encarnó de forma competente el personaje de Robert, no desaprovechando la célebre romanza a las bondades del amor erótico, que cantó con entusiasmo y buen gusto, al igual que el médico de Gevorg Hakobyan compensó su voz algo clara con un interesante fraseo expresivo. El resto del reparto se completó con el mismo equilibrio y alto nivel idiomático, destacando el vocalmente rotundo Bertrand del veterano Gennady Bezzubenkov  así como las fantásticas amigas de Iolanta – aquí más bien criadas - Olga Zharikova, Marina Pinchuk y Olga Syniakova.

Foto: Mikel Ponce y Miguel Lorenzo Palau

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