Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 2-11-2016, Auditorio Nacional de Música. Ciclo Ibermúsica. Mussorgski: Una noche en el Monte pelado (versión original); Tchaikovsky: Concierto para violín, Op. 35 ; Stravinsky: La consagración de la primavera. Patricia Kopatchinskaja, violín. Philarmonique du Luxembourg. Director: Gustavo Gimeno.
Cuando se trata de decir algo nuevo en una obra tan interpretada, que la misma llegue a nuestros oídos como distinta y original, se puede caer en el desastre o hasta el ridículo, si no se cuenta con un gran talento y personalidad. Esto último le sobra a la violinista de origen moldavo Patricia Kotpachinskaya, que demostró con el que quizás sea el concierto para violín más popular e interpretado, un ingenio y capacidad creativa asombrosa apoyada, cómo no, en una gran técnica y sólida preparación musical.
Efectivamente, el concierto para vioín de Tchaikovsky es una de las piezas clave del repertorio para este instrumento, además de una de las más exigentes para el solista.
Confieso mi asombro desde el momento que la artista, desenvuelta, extrovertida y con un muy personal y llamativo juego de gestos, atacó los primeros acordes de la obra, que me llegaba diferente, con unos contrastes dinámicos tremendos, una fantasía y una creatividad tan espontáneas como coherentes. Todo ello sostenido en una técnica asentada y un impresionante dominio del arco que le permite exhibir una velocidad vertiginosa en los muchos pasajes virtuosísticos que contiene la obra. La cadencia del primer movimiento resultó tan impecablemente ejecutada como fresca y variada. Y qué decir del segundo, resuelto en un susurrante pianíssimo y un primoroso diálogo con las maderas, que desembocó en el restallante Allegro vivacissimo que constituye el último movimiento; desenfrenado, fascinante y en el que la creatividad de la Kopatchinskaja combinada con su espléndido virtuosismo volvió a dejarnos boquiabiertos. Comprendo que a algunos pueda resultarles excesiva en sus modos o quizás, “demasiado singular”, pero, personalmente, valoro a una artista capaz de ofrecernos algo distinto, una nueva perspectiva, una recreación personal de un gran clásico, con talento y estilo propio sobre una base técnica y musical. Brava.
Como respuesta a las ovaciones del público ofreció dos breves propinas, muestras ambas de su afinidad con la música contemporánea. Dos piezas en que los sonidos onomatopéyicos de la solista acompañan al violín: Crin de Jorge Sánchez Chiong y Ruhevoll de Kurtag.
Notable el acompañamiento de Gustavo Gimeno que supo plegarse, esperar cuando era necesario y todo lo que era necesario, en definitiva, colaborar con la solista y su planteamento y al mismo tiempo, lograr una brillante y equilibrada ejecución de la colorida orquestación tchaikovskiana.
Enérgica, atmósférica y con un sonido orquestal calibrado y compacto fue la interpretación de la versión original de “Una noche en monte pelado” de Mussorgski con la que se abrió el programa del concierto.
La segunda parte del evento la ocupó La consagración de la primavera de Stravinsky, obra que causó un gran escándalo en el momento de su estreno y que atesora una importancia capital para la música del siglo XX. El valenciano Gustavo Gimeno, que ha sido asistente de Mariss Jansons y Claudio Abbado, demostró ser una joven batuta española muy competente, que no sólo cuida el sonido y los diferentes planos sonoros, sino que también se preocupa de las tensiones internas . Con gesto claro y firme, firmó una apreciable interpretación, bien organizada, con buen pulso, adecuado sentido del ritmo y claridad en las texturas orquestales. Obtuvo un buen rendimiento de una Orquesta Filarmónica de Luxemburgo que no es una agrupación excelsa, pero que demostró un considerable nivel, además de compromiso y motivación. Como propina se ofreció el intermedio de Rosamunda de Franz Schubert.
Foto: Marco Borgrevve
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