Por Pablo Sánchez Quinteiro | @psanquin
Santiago de Compostela. Plaza del Obradoiro. 7-VII-2017. Novena sinfonía de Beethoven. Orquesta Sinfónica de Galicia. Orfeón Donostiarra. Director: Gustavo Dudamel.
De la mano de la segunda edición del foro Palabras para Galicia organizado por la corporación bancaria Abanca, el joven pero ya mítico Gustavo Dudamel, ha visitado Galicia. Se trató de una estancia de tres intensos días en los que una amplia serie de actividades musicales y sociales culminarían el viernes 7 de julio con la interpretación en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela de la Sinfonía n.º 9 de Beethoven. Para la ocasión Dudamel dirigió a la Orquesta Sinfónica de Galicia, en lo que constituyó su debut vez al frente de la misma. El concierto significó por tanto un colofón de oro a las celebraciones de la 25ª temporada de la orquesta.
Fue mucho más que un simple concierto. Entre las actividades que precedieron al mismo, destacó por su especial simbolismo la visita de Dudamel a uno de los núcleos del proyecto Abanca Resuena en La Coruña: el Colegio Alborada de Elviña, dónde confraternizó con casi 200 niños a los que igualmente dirigió el ensayó del “Chamambo”, de Manuel Artés. El espíritu de “El sistema” venezolano de José Antonio Abreu y del cual el propio Dudamel es su fruto más célebre ha sido trasladado a los barrios coruñeses en una exitosa iniciativa que se he convertido en uno de los buques insignia de la agrupación coruñesa.
El Concierto en el Obradoiro estuvo antecedido por los discursos del Presidente de Abanca, Juan Carlos Escotet y del propio Dudamel. Al margen del mayor o menor escepticismo que un gerifalte de un gran grupo bancario puede provocar, personalmente me fue de lo más grato escuchar a una persona situada en la cima de la pirámide capitalista, hablando de música y cultura con tantísima sensibilidad y devoción. Así, Escotet describió al concierto como “un encuentro del espíritu de fraternidad, cada vez más acusado, que el paso del tiempo ha atribuido a la Novena sinfonía de Beethoven". Significativo que destacase el verso del texto original de Schiller: “Los mendigos se hermanan con los reyes” y como éste se transformó por “Todos los hermanos serán hermanos.” Alguien podrá decir que son discursos escritos a la carta. Lo desconozco pero lo cierto es que Escotet transmitió una credibilidad y una veracidad absolutamente convincente.
Lo mismo podría decirse de las palabras de un Dudamel risueño y optimista que contagia alegría y felicidad allá donde va. Tras hacer alusión a la emigración gallega en Latinoamérica expresó su preocupación por estos momentos de “cacofonía, ruido” que aquejan a su país. El concierto fue en sus palabras un “sentido homenaje a aquellos que se vieron en la durísima necesidad a emigrar a tierras desconocidas.”
Por su gran lucidez me permito reproducir parte de sus palabras acerca del papel de la música y del arte en nuestra sociedad: “Aún hoy las sinfonías de Beethoven nos siguen emocionando, nos guían en nuestro viaje para descubrir los sentimientos humanos y nos estimulan a aspirar a los más altos ideales en búsqueda de la armonía […]. La cultura activa la imaginación y el pensamiento creativo, que entiende los cánones establecidos pero que también busca trascenderlos. El arte promueve la educación y formación en valores, la formación técnica y profesional, por todo ello es una vía privilegiada para alcanzar un armonioso desarrollo personal, social y económico. Los niños y niñas de todas las edades deben tener garantizado el derecho a liberar su creatividad artística, la posibilidad de conocer y alcanzar su potencial intelectual, la ocasión para aprender sobre grandes obras de arte, el espacio para compartir sus habilidades de creatividad, trabajo en equipo, empatía y disciplina”. Ojalá estas hermosas y acertadas palabras hayan sido apreciadas en su justa medida por las muchas autoridades presentes en el acto, encabezadas por el Rey Emérito Don Juan Carlos, el Presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, el alcalde de Santiago, Martiño Noriega, etc. Para el gran público, sólo restaba disfrutar embargados por este espíritu positivo y humanista, de tan grandísima creación musical en un escenario único.
Desde su mismísimo arranque fue evidente que Dudamel había atrapado con su hechizo a los músicos de la Sinfónica. Es algo que ya habían reflejado a lo largo de los días previos los comentarios y las fotografías de los músicos de la Sinfónica con el director. En la mente de muchos asistentes estaban las dos interpretaciones de la obra que la OSG realizó a finales de mayo en el Palacio de la Ópera con motivo del ciclo Beethoven dirigido por su titular Dima Slobodeniouk. Había sido aquella una Novena perentoria y rotunda, que provocó no pocas controversias entre músicos, crítica y público. Muy distinta a la mucho más equilibrada Novena que Dudamel nos ofreció.
No sería justo sin embargo comparar ambas interpretaciones pues esta Novena compostelana nos llegó transformada a través de una megafonía que a pesar de su gran calidad no se puede comparar con la escucha en una sala de conciertos. Hubo una impactante recreación de los graves, y el sonido se acompañó de una proyección de alta definición y acertadísima realización. A mi juicio únicamente el coro salió peor parado en el balance acústico global. Afortunadamente la grabación se emitirá por televisión, en concreto La 2 de TVE el próximo domingo a las 00.35 horas, momento en que podremos apreciar la interpretación desde una perspectiva más realista.
Por supuesto lo comentado no fue óbice para poder gozar de una interpretación en la que la marca de Dudamel estuvo presente en todo momento. Fue una Novena muy distinta a la que en su día significó su debut como titular con su Filarmónica de Los Ángeles. El intervencionismo y las libertades de aquella han dado paso a una concepción mucho más sobria y moderada, teñida incluso de una cierta melancolía. Excesivos contrastes dinámicos, tan habituales en él, ya no son un recurso tan manido. Más bien lo contrario. Dudamel exhibe una sabia contención, perfectamente manejada. En cuanto a los tempi, son igualmente convencionales, equiparándose a las versiones más canónicas de directores como Maazel, Karajan y Wand.
En el cuarteto solista destacó con diferencia el barítono Joan Martín-Royo. A su lado el tenor Marc Sala palideció ligeramente, aunque ofreció momentos distinguidos como fue el famoso alla marcia. Marta Mathéu y Lidia Vinyes Curtis estuvieron correctas en sus intervenciones.
El Orfeón Donostiarra fue un valor seguro, infalible, que aportó la sensualidad de sus voces femeninas con su afinación impecable y sin el más mínimo desliz en sus entradas. En cuanto a las masculinas, su reconocida cuerda grave resultó decisiva en la exultante y prestissima conclusión de la obra.
Una orquesta Sinfónica de Galicia con algunos refuerzos de la Orquesta Joven y de músicos invitados para la ocasión mostró su mejor cara; la misma con la que nos ha deslumbrado a lo largo de toda la temporada. En conjunto, disfrutamos de una interpretación de primerísima calidad: redonda, contundente y que permitió admirar la grandeza no sólo musical, sino también humana, de un gigante de la dirección como es Gustavo Dudamel.
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