La Voz de Asturias (Viernes, 27/I/11)
El director madrileño afincado en Viena Guillermo García Calvo es uno de los candidatos a asumir la titularidad de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Desde el pasado 27 de enero dirige al conjunto asturiano en el"Tristán e Isolda" de Wagner que cierra la 63ª temporada de ópera del Campoamor
- En Viena ha podido trabajar al lado de los más grandes
- Sí, gracias a mi trabajo en la Ópera de Viena he podido trabajar con Simon Rattle, Christian Thielemann, Zubin Mehta, Daniele Gatti o Peter Schneider. Con Mehta he trabajado como correpetidor en "La forza del destino" de Verdi, con Gatti he hecho de repertorista y asistente en el "Otello" y en el "Moisés y Aarón" de Schoenberg.
- ¿Qué ha aprendido de cada uno de ellos?
- De Gatti, aspectos como saber llevar a la orquesta a ciertos límites expresivos y dinámicas extrañas. La Filarmónica de Viena no es una orquesta que se pliegue con facilidad a este tipo de exigencias, pero Gatti tiene un carácter fuerte, que conseguía de los músicos niveles interpretativos muy altos. De Zubin Mehta me llama la tención su memoria, de la que siempre se habla y que realmente es excepcional. Le he visto dirigir de memoria óperas como "Aida" o "La forza del destino". Parece increíble. De Thielemann es de quien más he aprendido respecto al lenguaje wagneriano, en obras como "Parsifal" o "Tristán", ya que he sido su asistente en Bayreuth cuando dirigió el ciclo del "Anillo del nibelungo". Fue muy interesante observar como estudiaba el texto con los cantantes. Le interesaban las más mínimas inflexiones sonoras, que vinculaba con el contenido del texto.
- ¿Es importante dominar el idioma de la ópera que se dirige?
- A mí me parece fundamental. Yo nunca dirigiría una ópera cuyo idioma no entendiese. En mi opinión, Thielemann es el director wagneriano más interesante de la actualidad. Yo le he visto dirigir el "Tristán" con una sola página de la partitura abierta. Tenía delante la obra, pero sólo había abierto la primera hoja . Es un verdadero fenómeno.
- ¿Por qué sigue habiendo tanta controversia respecto al famoso "acorde de Tristán"?
- Supongo que tal y como lo escribió Wagner, en el lugar en el que está, debió sorprender bastante al público de entonces. En sí mismo es una acorde que, armónicamente, representa la entrada en el siglo XX, porque aun estando compuesto en una tonalidad, resulta tan ambiguo que abre el camino para su disolución. Aunque ese acorde ya existía, supongo que nunca se había puesto en una partitura de manera tan directa y evidente, sin preparación. De cualquier manera, los hallazgos no están sólo en el acorde, sino también en la instrumentación, en el empleo intencionado de los silencios y demás parámetros musicales de la partitura.
- ¿Es difícil de interpretar ese comienzo?
- Estos días he pensado bastante en ello, porque se da la circunstancia de que, en los primeros compases de la obra, en la edición crítica que manejamos viene escrito en italiano que hay que interpretar ese comienzo "Lánguido", pero Wagner no escribió esa palabra, sino "Schmatend", que es difícil de traducir al español. Significa algo parecido a "consumirse de anhelo o deseo". Así que ese "Acorde de Tristán" situado en los primeros compases hay que interpretarlo intentando transmitir esa sensación de dolor tan profunda y compleja.
- ¿Por qué se desplazó a Viena a estudiar?
- Me marché a Viena en 1997, porque mucha gente me lo había recomendado. Comencé a estudiar en la universidad, que sin embargo no me convenció del todo como medio para obtener la formación idónea como director. Sin embargo, la propia ciudad de Viena sí supone una gran oportunidad para un estudiante de dirección, porque ya sea en la Ópera de Viena o en la Volksoper o en las salas de conciertos de la ciudad, la oferta es tan grande que llega a resultar embriagadora. En la Ópera de Viena se hacen unos 50 títulos al año, con ópera casi cada día del año.
- ¿Cómo llegó a la Ópera de Viena?
- Entré en la Ópera de Viena en el 2003 como sustituto de correpetidor, y en el 2004 me ofrecieron dirigir una ópera para niños. Luego hice "Aladino y la lámpara mágica" de Nino Rota. Mi relación con la orquesta, que está formada por los músicos de la Filarmónica de Viena, fue muy buena, así que me ofrecieron dirigir varias funciones de ballet en el 2007. Después vino "La flauta mágica" y, por fin, "Macbeth", sustituyendo a Daniele Gatti
- También es uno de los candidatos a dirigir la OSPA ¿Cómo está siendo su relación con la orquesta?
- Son unos músicos muy disciplinados y atentos, que mantienen una actitud y postura de respecto y abierta respecto a mis solicitudes. Me estoy sintiendo muy a gusto trabajando con la OSPA.
- ¿Cómo será su Tristán?
- Quiero que sea una experiencia para todos lo que asistan a la función. Yo mismo quiero sumergirme de lleno en la partitura, y que tanto los músicos como los asistentes lo hagan. Tiene que ser una experiencia casi mística
- ¿Llama la atención el contraste entre el Guillermo García director y la persona?
- Soy una persona que sólo soy yo mismo cuando dirijo. Si alguien me conoce a través de una fotografía o incluso tiene una conversación conmigo, difícilmente se hará una idea de mi personalidad. Por eso es tan vital para mí el mundo de la música. Sólo me realizo cuando dirijo una orquesta.
- Si le eligen como titular, ¿qué pasos daría?
- Resulta difícil explicar con pocas palabras cuáles serían todas mis ideas para esta orquesta. Lo primero sería hacer un trabajo intenso con el repertorio clásico vienes, porque es un estilo musical que permite perfeccionar mucho la sonoridad de la orquesta. En ese repertorio se nota todo, porque resulta muy exigente respecto a cuestiones de articulación, balance, afinación y sonido. Es el repertorio más transparente, donde todos los defectos se notan. Por supuesto, también intentaría atraer a grandes directores con los que tengo la suerte de tener una gran relación personal y artística, como pueden Barenboim, Thielemann, Fanz Welser-Möst o Gatti para que dirijan la orquesta. Creo que sería una experiencia estimulante para los músicos de la OSPA. Me gustaría traer a Thielemann para hacer Strauss, a Gatti para hacer Chaikovski o Mahler y a Welser-Möst para dirigir clasicismo vienés o Schubert.
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