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GUILLERMO GARCÍA CALVO, director de orquesta: 'HAY QUE CONSEGUIR QUE LA MÚSICA FASCINE'

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Autor: Marina Hervás Muñoz
3 de febrero de 2013
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Guillermo García Calvo es uno de los directores españoles más destacados de la actualidad. El artista madrileño, que desde hace años ha hecho de Viena su lugar de referencia profesional, colabora asiduamente con algunas de las entidades musicales más importantes de Europa. García Calvo habla para CODALARIO sobre el estado de su carrera.
 
¿Cómo llegó al mundo de la dirección orquestal?
Desde pequeño quise ser director de orquesta. Me encantaba la música y decidí estudiar piano y violoncello, sin embargo, el repertorio que más me gustaba era el sinfónico y operístico, por eso pensé que lo mejor sería estudiar dirección. No me interesaba el aspecto del poder que conlleva dominar a un grupo de personas, o por el exhibicionismo, sino por el placer de hacer música con un potencial sonoro mayor.
 
En 2009 se convirtió en el segundo director español al que seencargó una nueva producción en la Ópera de Viena. Su estreno se produjo con la Macbeth. ¿Cómo fue esa experiencia?
Para mí fue algo muy natural, porque yo trabajaba allí desde hacía cinco años y ya  había dirigido mucho ballet y ópera (sobre todo para niños). Había cancelado el director que iba a hacer la producción en principio y el gerente me lo ofreció a mí. En ese momento me pareció normal. No me paré a pensar en lo que suponía la Ópera de Viena. A nivel escénico fue un Macbeth muy controvertido y criticado. La experiencia resultó muy interesante, porque aprendí lo que era enfrentarse a la crítica en primera persona. Fue como dar un estirón como músico. Me llegó de golpe la oportunidad de tener un cargo de gran responsabilidad, algo de lo que sólo fui consciente después.

El año pasado interpretó con la Orquesta Sinfónica de Tenerife un programa muy poco habitual en nuestras salas, La leyenda vasca de Guridi y el Concierto pastoral de Rodrigo). ¿Tiene intención de seguir con una línea de recuperación de este tipo de obras un tanto olvidadas?
Creo que se deben programar obras no tan frecuentes. Es muy enriquecedor, tanto para el público como para las orquestas. Hay muchas partituras que no se conocen y son extraordinarias. Pero habría que intentar alcanzar un equilibrio entre lo conocido y lo nuevo. Es así como actúo cuando me piden recomendación o me dan libertad ante un programa. Creo que cada público tiene su necesidad, son más receptivos a un tipo de obras o a unos géneros que a otros, pero es algo que se puede ir moldeando. La persona responsable de programar debe arriesgar. Si la obra está bien montada, el público lo valora. No sólo hay que atreverse con obras o compositores desconocidos, sino también con obras desconocidas de compositores famosos. La música tiene la capacidad de fascinar, y eso es lo que hay que conseguir.
¿Cómo ha sido su experiencia con la Filarmónica de Viena, orquesta con la que ha trabajado durante más tiempo?
Me he sentido siempre muy a gusto porque es la orquesta de mis compañeros. No son desconocidos, sino que he tocados con ellos cuando era repetidor, y también en la cantina, en las pausas, en los ensayos, cuando ayudaba a directores, me trato de tú con la mayoría. Es una sensación muy familiar, por lo que no es comparable con ninguna otra orquesta. Sin embargo, siempre intento intuir la personalidad y la sensibilidad de cada orquesta nueva. Creo que es la única forma de conseguir un buen resultado. Sentirse bien con una orquesta es, en realidad, sentirse bien con uno mismo. En el mundo de la ópera es más complicado, porque es muy complejo a nivel humano. Ya no sólo hay que trabajar con músicos, sino también con escenógrafos, personal de vestuario, iluminación... Lo que busco siempre es dejarme enriquecer. Es importante ser flexible como músico y como persona. No hay verdades absolutas. Esta afirmación funciona igual en el trabajo y en la vida. Muchas veces, nuestras verdades son concepciones abstractas que no se sostienen cuando entran en contacto con la realidad.  Por ejemplo, la idea que uno tiene sobre el tempo en que debe interpretarse un pasaje concreto puede ser válida en abstracto, pero uno debe ser flexible a la hora de ponerla en práctica en un momento y en lugar determinados, dependiendo de la orquesta, la personalidad y el estado de ánimo de los solistas, la acústica de la sala, y en el caso de la ópera también la vocalidad de los cantantes y el contexto escénico

Últimamente se está comentando el interés creciente en el mundo de la lírica por las caras nuevas, por la juventud, la novedad. ¿Cree que verdaderamente se da ese interés?
Tendría que ser más mayor para opinar propiamente sobre eso. Para mí es importante dar una oportunidad a la gente joven, aunque en ellos queda la responsabilidad de mantenerse, de demostrar merecer la oportunidad recibida. Sí creo que se buscan siempre nuevos nombres, pero con ello se cae en el riesgo de obsesionarse con el atractivo y eso puede ser una mera cuestión de marketing. A veces nos concentramos más en el aspecto exterior en detrimento de lo que es la música, que tendría que ser lo importante.  Para mí, además del atractivo o la juventud, hay que demostrar con qué material se cuenta: la calidad de la voz.

El pasado 20 de diciembre tuvimos la oportunidad de escuchar su Lucia di Lammermoor. ¿En qué consiste su visión de la obra? ¿Cómo la ha acogido el público?
Lucia es una de las primeras obras románticas con un lenguaje musical relativamente sencillo pero muy expresivo, que permite a los cantantes exteriorizar muy bien sus emociones. Les permite lucir sus habilidades técnicas, especialmente al papel de Lucia. Entiendo que sea una de las óperas más representadas; toca temas que nos son comunes a todos, como el amor, el desamor, la traición, el dolor... Es difícil de dirigir porque hay que estar muy pendiente de cómo van desarrollando sus fraseos los cantantes. A nivel orquestal hay que tener mucho cuidado con la sección de vientos, ya que es una obra compuesta para unos instrumentos con una sonoridad mucho más tenue. La potencialidad del sonido actual puede sonar por encima de los cantantes, por eso siempre el director tiene que contener a la orquesta. Asimismo, la gravedad y dramatismo del tema hay que compaginarlo con la ligereza propia del belcanto. Otro reto, para mí, se encuentra en hacer creer a la orquesta en la calidad de la música belcantista, muchas veces infravalorada. Tenemos que escuchar a Donizetti como si nunca hubiéramos conocido a Wagner, sólo así podemos creernos lo que aquél nos contaba.
¿Cuál es su diagnóstico sobre el estado de salud de la música es España?
Estoy un poco desconectado; no lo conozco en profundidad. Lo que sí he notado es que las orquestas españolas tienen mucho nivel.  Me alegra comprobar que los profesores están cada vez menos desconectados de la vida profesional, lo cual es muy enriquecedor para los alumnos, pues de otro modo aprenden la música como algo aislado, ajeno a lo práctico y que poco tiene que ver con las exigencias y retos que plantea la realidad profesional.

¿Encuentra diferencias entre el público germano y el español?
La verdad es que encuentro diferencias también dentro de España. Creo que lo realmente distinto es el público según los géneros. No es un asunto de nacionalidad. Si tuviera que clasificarlos, diría que el de ópera es más apasionado y más extrovertido. El sinfónico, por su parte, es más distante, más comedido.  

¿Cómo ve la situación actual de los jóvenes en relación a su propia experiencia de salir al extranjero a formarse y buscar opciones de trabajo?
Me parece muy positivo. A muchos jóvenes les puede dar miedo o pereza, porque hay que empezar de cero, aprender un idioma nuevo, etc, pero lo cierto es que es muy enriquecedor. Para mí fue muy duro, ya que el contraste era muy grande. Ahora estoy contentísimo de mi decisión. Animo a todo el mundo a que lo haga.

¿Le gustaría dirigir proyectos pedagógicos dedicados al público infantil?
Me gustaría mucho dirigir proyectos pedagógicos cuando sea titular en una orquesta o un teatro. Tengo algunas ideas sobre  programación y participación del público que me encantaría desarrollar el día que disponga de estabilidad en un lugar fijo
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