HABEMUS ARNOLD
Festival Rossini de Pesaro - Adriatic Arena 14 de agosto de 2013. Director musical: Michele Mariotti. Orquesta y Coro del Teatro Comunale di Bologna, Reparto: Juan Diego Flórez, Nicola Alaimo, Marina Rebeka, Celso Albelo, Simón Orfila, Veronica Simeoni, Simone Alberghini
La última ocasión en la que se programó Guillaume Tell en Pesaro fue en la temporada 1995. En aquéllas funciones, el papel homónimo de la obra fue interpretado por Michele Pertusi, Arnold por el tenor norteamericano Gregory Kunde y Mathilde por la genovesa Daniela Dessì, bajo la dirección musical de Gianluigi Gelmetti y con producción escénica de Pierluigi Pizzi. Han tenido que pasar 18 años para que el emblemático festival rossiniano vuelva a presentar en su cartellone esta grandiosa partitura y a nadie se le escapa que una de las principales motivaciones para ello haya sido la presentación en Europa del divo Juan Diego Flórez en el temible y legendario papel masacratenores de Arnold. Unos meses antes, en marzo, el peruano ya había efectuado el preestreno del rol con 3 funciones en Lima pero son sin duda estas representaciones en la meca rossiniana las que han atraído la atención de público y crítica sobre uno de los highlights de la temporada lírica estival en la que, en nuestra opinión, Flórez ha estado a la altura de la expectación suscitada.
En el aspecto vocal debemos rendirnos ante el extraordinario momento de madurez en el que se encuentra Juan Diego Flórez quién a pesar de su juventud va camino de los 20 años sobre los escenarios (recordemos que su debut en Pesaro tuvo lugar en 1996 con Matilde di Shabran) y con calendarios casi tan densos en actuaciones operísticas, conciertos y grabaciones como los del hiperactivo Plácido Domingo. La carrera de Flórez es un ejemplo de buena gestión y óptima planificación que demuestra lo importante que es contar con un buen mentor, en su caso Ernesto Palacio, que ha comprendido su voz desde el primer momento y que le ha diseñado una carrera y repertorio a su medida obteniendo buenos frutos tanto artísticos como crematísticos. Sin prisa pero sin pausa es un hecho incuestionable que el instrumento de Flórez ha experimentado un desarrollo sano y natural, dándose el timing necesario hacia una vocalidad de mayor redondez y densidad en el centro así como incrementando los armónicos y la proyección del registro agudo, al mismo tiempo que conserva esa proverbial fluidez en la emisión, nítida, aterciopelada y menos vinculada a resonancias nasales que hace unos años así como una musicalidad innata fuera de toda duda acompañada de un inmaculado legato y homogeneidad de registros. El sonido del Flórez de hoy ya no es sinónimo de Rossini ni puede únicamente vincularse a roles de agilidad y agudos, además su fraseo ha ganado en virilidad y slancio, con acentuación vibrante y para nada tan almibarada como antaño. Nos encontramos sin duda en la antesala de una serena transición vocal hacia un repertorio más lírico y creemos que más pronto que tarde serán obras como Faust, Manon, Romeo (que debutará en Lima el próximo año), Lucia o Werther las que vayan ocupando su calendario. Escuchar su "Ses jours qu'ils ont osé proscrire" fue realmente emocionante por la belleza del timbre y el color del que supo dotar a sus frases así como la insultante facilidad con la que se paseó sobre el si natural en "je ne te verrai plus". Lo mismo puede decirse de su gran escena del cuarto acto, "Asile héréditaire" seguida de la extenuante cabaletta "Amis, amis, secondez ma vengeance" culminada con un timbrado do agudo de mayor duración que el de la función inaugural, retransmitida en directo por radio.
El rol de Mathilde fue cubierto por la joven y prometedora soprano letona Marina Rebeka, quién también participó en las funciones de Amsterdam de este año. Si en aquélla ocasión nos causó una más que notable impresión tampoco nos ha decepcionado en Pesaro donde ha seguido haciendo alarde de una envidiable lozanía vocal con unos medios técnicos de indudable solvencia y con un abundante despliegue de recursos tanto en los pasajes de mayores requerimientos de agilidad y coloratura ("pour notre amour") como en los de despegue lírico ("Sombre forêt"). El sonido que luce la letona es sanísimo y ofrece una permanente pátina de metal en todo su registro pero siempre alejado de la estridencia y el grito en una estructura vocal de pirámide invertida que se expande con insultante facilidad a partir de la zona del re y el mi sin nunca producir en el espectador sensación de fatiga en su fonación. Sólo cabría desear un punto de mayor calidez en un sonido que, precisamente por lo acerado del mismo, puede resultar un tanto gélido en los momentos de mayor intimismo.
De lujo podemos considerar la presencia de la mezzo romana Veronica Simeoni como Hedwige, luciendo una instrumento de amplia extensión y timbradísimo, haciéndose notar en cada intervención, especialmente en el cuarto acto, así como adecuadísima en cuanto a figura y color vocal el Jemmy de Amanda Forsythe, de emisión impoluta, gran flotación y sorprendente flexibilidad que pudo exhibir en el aria "Ah, que ton âme se rassure" del tercer acto.
Como Melchtal encontramos al solvente Simone Alberghini, cuya carrera parece apostar definitivamente por la cuerda baritonal más que por la de bajo o bajo-barítono a juzgar por sus futuros compromisos aunque siempre se ha caracterizado por un amplio abanico de repertorio y una gran versatilidad. En su haber siempre encontramos un sonido que supera con facilidad la barrera orquestal y una solvente prestación escénica. El Rodolphe de Alessandro Luciano hizo lo que pudo con su ingrato papel, casi siempre en permanente lucha con momentos de elevada densidad orquestal y con una escritura vocal que no le da oportunidades para demostrar otras virtudes canoras más allá del casi único objetivo de hacerse oír. De muy satisfactorio podemos calificar el rendimiento escénico y vocal de Luca Tittoto en el personaje de Gesler, cuya caracterización en esta producción cuenta con motivos sobrados para hacer odioso su rol y agradecer su muerte a manos de la ballesta de Tell. Convincente y sonoro, sin más, el bajo polaco Wojtek Gierlach en su doble cometido de Leuthold y Un cazador, con cierto engolamiento en su emisión.
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