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CRÍTICA: JUAN DIEGO FLÓREZ, UN CERTERO ARNOLD EN EL 'GUILLAUME TELL' DE PÉSARO. Por Rubén Martínez

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Autor: Rubén Martínez
24 de agosto de 2013
El tenor peruano supera con nota el desafío de la temporada

 HABEMUS ARNOLD

 

Festival Rossini de Pesaro - Adriatic Arena 14 de agosto de 2013. Director musical: Michele Mariotti.  Orquesta y Coro del Teatro Comunale di Bologna, Reparto: Juan Diego Flórez, Nicola Alaimo, Marina Rebeka, Celso Albelo, Simón Orfila, Veronica Simeoni, Simone Alberghini

 

    La última ocasión en la que se programó Guillaume Tell en Pesaro fue en la temporada 1995. En aquéllas funciones, el papel homónimo de la obra fue interpretado por Michele Pertusi, Arnold por el tenor norteamericano Gregory Kunde y Mathilde por la genovesa Daniela Dessì, bajo la dirección musical de Gianluigi Gelmetti y con producción escénica de Pierluigi Pizzi. Han tenido que pasar 18 años para que el emblemático festival rossiniano vuelva a presentar en su cartellone esta grandiosa partitura y a nadie se le escapa que una de las principales motivaciones para ello haya sido la presentación en Europa del divo Juan Diego Flórez en el temible y legendario papel masacratenores de Arnold. Unos meses antes, en marzo, el peruano ya había efectuado el preestreno del rol con 3 funciones en Lima pero son sin duda estas representaciones en la meca rossiniana las que han atraído la atención de público y crítica sobre uno de los highlights de la temporada lírica estival en la que, en nuestra opinión, Flórez ha estado a la altura de la expectación suscitada.

    El desempeño escénico de este título se ha confiado a Graham Vick, en una coproducción con el Teatro Comunale di Bologna y con el Regio di Torino, teatros coproductores en los que curiosamente las versiones musicales que se ofrecerán no serán iguales, presentándose en francés en Pesaro y Bologna mientras que en Turín se ofrecerá el próximo año con texto en italiano asumiendo el rol protagónico nuestro felizmente recuperado Carlos Álvarez. El planteamiento escénico de Vick no nos ha convencido, ofreciendo una escenografía minimalista en exceso de Paul Brown con predominio de paneles correderos blancos y un fondo de metacrilato transparente multiusos. Vick utiliza el ya algo manido recurso de las filmaciones dentro del discurrir teatral de la obra, el cine en el teatro. Son varias las ocasiones en que se disponen en escena cámaras y soportes de luces con el objeto de recrear la elaboración de un documental sobre las costumbres, folclore y modos de vida del pueblo rústico sometido al invasor, con permanentes referencias a la tierra como fuente de vida y trabajo y la omnipresente presencia de la frase "EX TERRA OMNIA".
 
    Algunas escenas como el final del primer acto con el linchamiento de Melchtal o la elaboración coreográfica del tercer acto a cargo de Ron Howell resultan visualmente y dramáticamente convincentes. Por el contrario, otros momentos como casi todo el segundo acto o la proyección que acompaña al aria de Arnold en el cuarto rozan el ridículo y no contribuyen sino a distraer al espectador, algunos de los cuales reconocieron que prefirieron cerrar los ojos para concentrarse en la música y el canto. Todo el planteamiento de Vick gira en torno a un pretendido ideal socialista así como a la naturaleza y la tierra como ejes conductores pero la presentación global de su producto resulta confusa, hasta pueril en ciertos momentos y con un maniqueísmo un tanto exasperante y burdo recibiendo sonoros abucheos por ciertos sectores del público que abarrotaba el Adriatic Arena. En este sentido nos resultó mucho más convincente en sus planteamientos tanto estéticos como de contenido la presentación firmada por Pierre Audi en Amsterdam a principios de año.
    Si la producción no fue para nada reveladora tampoco la dirección musical de Michele Mariotti al frente de la Orquesta del Comunale di Bologna nos ha causado una óptima impresión. Su último trabajo en La donna del lago londinense sí nos pareció logrado pero aquí ha faltado teatralidad y pulso en demasiados momentos, con tempi excesivamente pesantes y plúmbeos, casi soporíferos aquí y allá. El precioso dúo entre Arnold y Mathilde en el segundo acto cuya música desborda magnetismo y pasión resultó deslucido por el lastre de la batuta que, sin embargo, pareció más apropiada en el terceto subsiguiente, uno de los mejores minutos de música y canto de la velada. Nos da la sensación de que Mariotti ha pretendido con cierta obsesión diseccionar musicalmente la partitura, incluso en los recitativos, en demasía pausados y recargados, buscando matizar e inflexionar cada palabra, lo cuál en principio no es algo negativo pero siempre que se mantenga la naturalidad y la frescura en el discurso musical y teatral, algo que se echó en falta recurrentemente. Una versión la suya bastante opuesta en este sentido a las lecturas vibrantes de Antonio Pappano en los últimos años. La prestación orquestal ofreció una sección de viento algo dubitativa y falta de empaste en varios ataques pero  globalmente rayó a muy buen nivel, con nitidez y adecuación de la masa sonora al igual que el coro del Comunale di Bologna, que superó con nota su exigente cometido.

     En el aspecto vocal debemos rendirnos ante el extraordinario momento de madurez en el que se encuentra Juan Diego Flórez quién a pesar de su juventud va camino de los 20 años sobre los escenarios (recordemos que su debut en Pesaro tuvo lugar en 1996 con Matilde di Shabran) y con calendarios casi tan densos en actuaciones operísticas, conciertos y grabaciones como los del hiperactivo Plácido Domingo. La carrera de Flórez es un ejemplo de buena gestión y óptima planificación que demuestra lo importante que es contar con un buen mentor, en su caso Ernesto Palacio, que ha comprendido su voz desde el primer momento y que le ha diseñado una carrera y repertorio a su medida obteniendo buenos frutos tanto artísticos como crematísticos. Sin prisa pero sin pausa es un hecho incuestionable que el instrumento de Flórez ha experimentado un desarrollo sano y natural, dándose el timing necesario hacia una vocalidad de mayor redondez y densidad en el centro así como incrementando los armónicos y la proyección del registro agudo, al mismo tiempo que conserva esa proverbial fluidez en la emisión, nítida, aterciopelada y menos vinculada a resonancias nasales que hace unos años así como una musicalidad innata fuera de toda duda acompañada de un inmaculado legato y homogeneidad de registros. El sonido del Flórez de hoy ya no es sinónimo de Rossini ni puede únicamente vincularse a roles de agilidad y agudos, además su fraseo ha ganado en virilidad y slancio, con acentuación vibrante y para nada tan almibarada como antaño. Nos encontramos sin duda en la antesala de una serena transición vocal hacia un repertorio más lírico y creemos que más pronto que tarde serán obras como Faust, Manon, Romeo (que debutará en Lima el próximo año), Lucia o Werther las que vayan ocupando su calendario. Escuchar su "Ses jours qu'ils ont osé proscrire" fue realmente emocionante por la belleza del timbre y el color del que supo dotar a sus frases así como la insultante facilidad con la que se paseó sobre el si natural en "je ne te verrai plus". Lo mismo puede decirse de su gran escena del cuarto acto, "Asile héréditaire" seguida de la extenuante cabaletta "Amis, amis, secondez ma vengeance" culminada con un timbrado do agudo de mayor duración que el de la función inaugural, retransmitida en directo por radio.

    Precisamente en relación a las emisiones radiofónicas, habiendo escuchado la serata inaugural a través de Rai 3 y presenciando en vivo la segunda función resulta más que evidente la falacia y confusión a la que incitan las ondas, especialmente en relación con el Tell de Nicola Alaimo quién por radio parecía tener mayor presencia sonora y que, sin embargo, en directo resultó inaudible en muchos momentos, con un registro grave falto de empaque y densidad así como una emisión de excesiva suciedad en el centro y el primer agudo. Definitivamente nos gustó más en Amsterdam aunque no podamos negar que aquí también demostró que sabe frasear, acentuar y hacer uso de medias voces aparte de lucir una más que notable dicción francesa. En cualquier caso la impresión global sigue siendo la de un instrumento que debe pulir cierta rudeza en la emisión y suplir su inconsistencia en el grave así como aspirar a incrementar su regularidad en su prestación aparte de intentar lograr una mayor personalidad y diferenciación estilística y tímbrica.

     El rol de Mathilde fue cubierto por la joven y prometedora soprano letona Marina Rebeka, quién también participó en las funciones de Amsterdam de este año. Si en aquélla ocasión nos causó una más que notable impresión tampoco nos ha decepcionado en Pesaro donde ha seguido haciendo alarde de una envidiable lozanía vocal con unos medios técnicos de indudable solvencia y con un abundante despliegue de recursos tanto en los pasajes de mayores requerimientos de agilidad y coloratura ("pour notre amour") como en los de despegue lírico ("Sombre forêt"). El sonido que luce la letona es sanísimo y ofrece una permanente pátina de metal en todo su registro pero siempre alejado de la estridencia y el grito en una estructura vocal de pirámide invertida que se expande con insultante facilidad a partir de la zona del re y el mi sin nunca producir en el espectador sensación de fatiga en su fonación. Sólo cabría desear un punto de mayor calidez en un sonido que, precisamente por lo acerado del mismo, puede resultar un tanto gélido en los momentos de mayor intimismo.

    Completando el cast nos encontramos a dos de los cantantes españoles con carreras de mayor dimensión internacional, esto es al tinerfeño Celso Albelo como Ruodi (el pescador) y al menorquín Simón Orfila como Walter Furst. El rendimiento de Albelo en la función presenciada fue superior al de la prima y se volvió a escuchar su inconfundible sonido sin atisbo de titubeos en los percutientes do agudos de su "Accours dans ma nacelle" que se expandieron sin dificultad por el amplio recinto a pesar de la inestabilidad de la barca desde la que cantó su parte más comprometida demostrando además su más que probada capacidad para la media voz y los reguladores. Por su parte, Orfila aportó oficio, seguridad y decibelios en el ingrato rol de Walter, con una vocalidad cada vez de mayor extensión que le permite presencia sonora en el grave así como impactantes ascensos a la zona de paso, también cada vez más homogénea. Su evolución vocal está siendo más que satisfactoria y, dada su juventud, seguramente nos dará importantes alegrías en los próximos años, a medida que el instrumento se vaya oscureciendo naturalmente. Es de destacar la presencia de Orfila en producciones rossinianas emblemáticas como la reciente Donna del Lago de Londres, el Guillaume Tell que nos ocupa o la Matilde di Shabran de del pasado festival rossiniano, todas ellas producciones que se han llevado o llevarán a dvd.

     De lujo podemos considerar la presencia de la mezzo romana Veronica Simeoni como Hedwige, luciendo una instrumento de amplia extensión y timbradísimo, haciéndose notar en cada intervención, especialmente en el cuarto acto, así como adecuadísima en cuanto a figura y color vocal el Jemmy de Amanda Forsythe, de emisión impoluta, gran flotación y sorprendente flexibilidad que pudo exhibir en el aria "Ah, que ton âme se rassure" del tercer acto.

     Como Melchtal encontramos al solvente Simone Alberghini, cuya carrera parece apostar definitivamente por la cuerda baritonal más que por la de bajo o bajo-barítono a juzgar por sus futuros compromisos aunque siempre se ha caracterizado por un amplio abanico de repertorio y una gran versatilidad. En su haber siempre encontramos un sonido que supera con facilidad la barrera orquestal y una solvente prestación escénica. El Rodolphe de Alessandro Luciano hizo lo que pudo con su ingrato papel, casi siempre en permanente lucha con momentos de elevada densidad orquestal y con una escritura vocal que no le da oportunidades para demostrar otras virtudes canoras más allá del casi único objetivo de hacerse oír. De muy satisfactorio podemos calificar el rendimiento escénico y vocal de Luca Tittoto en el personaje de Gesler, cuya caracterización en esta producción cuenta con motivos sobrados para hacer odioso su rol y agradecer su muerte a manos de la ballesta de Tell. Convincente y sonoro, sin más, el bajo polaco Wojtek Gierlach en su doble cometido de Leuthold y Un cazador, con cierto engolamiento en su emisión.

    Finalmente nos gustaría hacer referencia a ciertas posibilidades de mejora que ofrece el Adriatic Arena como ubicación para algunos espectáculos del festival. Sin obviar su situación alejada del centro urbano que exige el uso de autobuses o medios alternativos para llegar hasta él creemos que, en un deseo de maximizar la recaudación por taquilla y contando con importante demanda, al elevado precio de las localidades se suma una sobredimensionada capacidad de albergar público que se plasma en una excesiva anchura del auditorio lo que genera cierta incongruencia entre la calidad y el precio de localidades de alto coste, algunas muy laterales, en comparación con las entradas de galleria, mucho más baratas y situadas en unas filas posteriores más elevadas que, paradójicamente a su precio, ofrecen una ratio visual y acústica mejor. En este sentido, no creemos que sea muy complicado crear cierta inclinación en el auditorio para mejorar la visibilidad y acústica de las filas posteriores vendidas como platea, algo de lo que se quejaba más de un espectador. Tampoco parece mucho pedir la implementación de un sistema de sobretitulado, más en una obra de semejante extensión y presentada en francés, aunque a este respecto quizás se valora el elevado nivel de conocimiento de un público eminentemente internacional más que local y con un elevado grado de preparación de las obras presentadas, aunque el sobretitulado sí existía en cambio en las funciones que tenían lugar en el Teatro Rossini. También sería de agradecer a estas alturas un adecuado sistema de venta por internet cuyo link en la página web del festival no ha funcionado a lo largo del presente año.
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