Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
La Coruña. 1-IX-2017. Programación Lírica Coruñesa. Un ballo in mascara, Verdi. Gregory Kunde, Juan Jesús Rodríguez, Saioa Hernández, Marianne Cornetti, Marina Monzó, Cristian Díaz, David Sánchez, Pedro Martínez Tapia, Pablo Carballido. Dirección de escena: Mario Pontiggia. Dirección musical: Ramón Tebar. Orquesta Sinfónica de Galica. Coro Gaos.
La Programación Lírica de La Coruña lleva tiempo sorprendiendo por sus grandes cualidades, lo que le ha granjeado un notable prestigio que contrasta con lo exiguo de su cuenta corriente. Con el Ballo in maschera de Verdi programado para comenzar su pequeña pero interesante temporada se ha vuelto a obrar el milagro. ¿Y cuál es el secreto para que este Ballo de circunstancias -contamos tres violonchelos y dos contrabajos en la orquesta-, programado en un teatro de foso pequeño que llevaba unos treinta años sin acoger ópera nos haya resultado tan reconfortante? Su calidad.
Ver a Gregory Kunde realmente emocionado en los saludos finales –nos lo confesó tras la función- al observar que el esfuerzo organizativo y artístico obtenía una reacción tan cálida del público resultó llamativo de su nivel de compromiso con la entidad. Por sus gestos creímos que quería decir unas palabras y posiblemente lo hubiera hecho si el público se hubiera percatado de la intención y dejado de aplaudir por un instante. Una pena, porque todas las funciones, gestos y cantos de este hombre son de importancia histórica.
Da la sensación de que, a falta de medios, en La Coruña se trabaja a fuerza de ilusión, algo difícil de conseguir y más con artistas de esta importancia. Pero lo que se recoge es más que ilusión. Mucho ha tenido que ver sin duda César Wonenburger, director artístico de la entidad que ha logrado reunir alrededor del ciclo, con asombrosa fidelidad, a un conjunto de artistas de renombre internacional, españoles y extranjeros, con la ilusión y el talento como principales valores con los que trabajar franca, lisa y llanamente por la ópera; sin atisbo de pose ni afectación. Se puso al frente de la versión musical a un fuera de serie, Ramón Tebar, un privilegio para el foso de La Coruña como también lo sería –y seguramente lo acabará siendo- para el Metropolitan de Nueva York, teatro que, por cierto, no está pasando por su mejor momento y al que le pronosticamos todavía peores y superficiales tiempos tras el nombramiento de su nuevo director musical.
A Tebar le acaban de dar la titularidad de la Orquesta de Valencia, una suerte para el conjunto y la ciudad, que se ha llevado una de las batutas más interesantes, no ya de España, sino del actual contexto musical internacional. Porque hay que decir que en este mundo de la dirección orquestal donde tantos malos directores dan gato por liebre si únicamente poseen un buen gesto conductor, Ramón Tebar es una de las contadas excepciones por la veracidad e intensidad de su mensaje.
Sobre el escenario el espectáculo vocal de este Ballo fue magnífico, pero fuimos incapaces de evadirnos del trabajo de este joven maestro. La versión musical estuvo llevada con brillantez, atenta al más mínimo detalle, respetando las necesidades de cada cantante y resultando intensa y expresiva a la vez. Tiene mucho mérito lo conseguido habida cuenta de los pocos músicos con que se ha podido contar, aun siendo la Sinfónica de Galicia toda una garantía de calidad. Estaremos muy atentos a la trayectoria y evolución de este director, que puede marcar una época en España.
Poco hay que decir de Gregory Kunde que no se haya dicho mil veces. Estamos ante un extraordinario tenor, de voz imponente aun con la fatiga propia de la edad. Kunde estuvo mejor en los actos segundo y tercero, donde lució con brillantez un registro medio agudo repleto de carácter, conocimiento técnico y capacidad interpretativa. Es un privilegio tener tan presente en nuestras temporadas al tenor estadounidense, y verdaderamente inexplicable que en su propio país no cuenten con él para las mejores ocasiones. Mejor para nosotros, desde luego. Su Riccardo fue meritorio y alcanzó altas cotas interpretativas en el aria “Ma se m'è forza perderti”.
Juan Jesús Rodríguez es uno de los grandes cantantes españoles de la actualidad, un barítono verdiano de formidable voz y llamativas cualidades interpretativas cuyo nombre está presente en los principales teatros del mundo pero no tanto como quisiéramos en los principales de nuestro país, algo que tanto él mismo como su compañera de reparto, Saiona Hernández, han denunciado con razón.
Ya observamos en su Rigoletto de Oviedo que el barítono se complace en los tiempos lentos, un riesgo para el fiato y para mantener la energía de las piezas, que él solventa con holgura. Rodríguez da la impresión de ser autosuficiente sobre el escenario, un rasgo digno y de gran categoría. El resultado, una interpretación recia, dramática, soberbia del personaje de Renato.
Saioa Hernández es otro motivo para que nuestro país pueda sentirse orgulloso de la calidad de sus cantantes. Hernández es además una soprano especial, que posee una voz y cualidades dramática muy originales y difíciles de encontrar entres las cantantes de nuestro país. Fue otro de los alicientes de la velada al dibujar una espléndida Amelia, sensible y elegante. Maravillosa Marianne Cornetti en el papel de Ulrica, que tuvo que hacer un gran esfuerzo personal para formar parte de un reparto en el que sobresalió por voz y carácter dramático. Cornetti es una mezzo de gran trayectoria y experiencia que no tiene que demostrar nada pero que dejó patente una enorme categoría vocal. Gran trabajo también de Marina Monzó, joven soprano de voz limpia y notables cualidades que ya en su día llamaron la atención de Alberto Zedda. Y quienes somos nosotros para desmentir al gran maestro. Monzó posee una dotes escénicas excepcionales que le permiten actuar en todo momento y captar las miradas hacia una versión de Oscar elegante y refinada en lo vocal, incluso brillante diríamos, al solventar la saltarina vocalidad del personaje con brillantez y muy buen gusto interpretativo. Buen trabajo de los bajos Cristian Díaz como Samuel y David Sánchez como Tom. Correctos Pedro Martínez Tapia y Pablo Carballido en sus respectivos papeles. Del Coro Gaos destacamos más a los hombres que a las mujeres, en una solvente participación. Inteligente y adecuado trabajo escénico de Mario Pontiggia, que con elementos contados ordenó la escena más allá de la eficacia para conseguir que la historia tuviese sentido y entrase con facilidad por la vista. Fue importante el vestuario, acomodado con naturalidad a una perspectiva escénica ecléctica que fue más allá de la mera eficacia para resultar certera y convincente.
Foto: Miguel Ángel Fernández/Programación Lírica de La Coruña
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