Por Albert Ferrer Flamarich | @AlbertFFlamari1
Naxos es una de las principales discográficas mundiales con un catálogo que supo apostar por todo el repertorio, con intérpretes solvente aunque lejos del estrellato mediático y jugando con un sistema de producción empresarial deslocalizado. Todo ello le sirvió para reventar el negocio del disco tal y como indicó un reconocido crítico internacional. No obstante, hoy día es el único gran sello con un tiraje de novedades mensuales casi abrumador (sellos como CPO, también muy activo, no sobrepasa la decena). Sus aportaciones abarcan todos los géneros dentro de la música culta y casi todos los periodos.
Beethoven para maderas.
La mayor parte de las obras para instrumentos de viento de Beethoven se remontan a sus primeros años de composición en Bonn. Se trata de música con carácter de entretenimiento perteneciente al género de la Hausmusik, la mayoría de ellas fuera del catálogo oficial, es decir sin número de Opus, y agrupadas en el WoO (Werke Ohne Opus). Dedicadas a músicos amateurs, es un repertorio que tuvo cierto predicamento en el París de inicios del siglo XIX gracias a las redes comerciales de los editores.
En ella Beethoven ofrece su talante más ligero, en el que tiende a rehuir tonos dramáticos, demasiado retóricos o de un virtuosismo exacerbado como en el Dúo para flautas, WoO 26, o los tres Dúos para flautas y fagot, WoO 27. Son piezas que juegan con sonoridades íntimas, frescas, con preeminencia de la melodía, alejadas de rarezas, en tonalidad mayor y desplegando las afectividades clásicas. Los primeros movimientos del WoO 27 son deudores de la forma sonata mientras que el segundo de la n.º 3 es un tema con variaciones. A estas cuatro, se añade la Serenata para flauta, violín y viola, Op. 25, compuesta entre 1795 y 1797, ultimada en 1801 que es uno de los escasos ejemplos de serenata dieciochesca de Beethoven como muestran la estilizada marcha inicial o el haydniano minué. Kazunori Seo, a la flauta, brinda una interpretación idiomática, estándar y convincente de una obra que toma su instrumento como protagonista frente al tradicional violín, con el que dialoga e interacciona con equilibrio gracias a la prestación de Asuka Sezaki y con la viola de Koichi Komine. Nótese especialmente en la excitada coda del último movimiento o en la tercera variación del Andante con variaciones, es decir el cuarto movimiento, en el seductor canto de la viola punteado por la flauta. Patrick Gallois y Mitsuo Kodama también muestran su profesionalidad en los WoO 26 y WoO 27. Con este compacto, el primero de la serie, Naxos (Naxos 8.573569 DDD 72 minutos) sumará otra integral a las ya existentes en DG y en CPO, al margen de otras grabaciones puntuales para otros sellos.
Mercadante y la flauta.
Naxos también ha editado el segundo volumen de la obra para flauta del compositor italiano Saverio Mercadante (1795-1870), básicamente recordado como operista de los años dorados del melodrama italiano, es decir, la primera mitad del siglo XIX. Nuevamente es Patrick Gallois el protagonista de este registro para el que, por ejemplo, ha reconstruido la partichela de la segunda flauta en el Concierto para dos flautas en Re mayor de 1816, que interpreta Kazunori Seo junto a la Czech Chamber Philarmonic Orchestra de Parbudice, con el propia Gallois en la dirección y la primera flauta. Con escasos precedentes en Italia –como el de Cimarosa o el de Rabboni–, por ser un tipo de concierto más valorado en Francia, éste último destaca su tercer movimiento, a ritmo de polonesa que cierra una obra con evidente estética dieciochesca, clasicismo formal, un punto rococó pero con una escritura muy cantable –belcantista– y orquesta formada por cuerda, dos trompas y dos oboes.
Los resultados son convincentes en todo disco en cuanto a color, idiomatismo, equilibrio de texturas en una captación de sonido muy buena en un disco con cuatro obras más como el Concierto para flauta y orquestra n.º 6 en Re mayor; la Introducción, largo, tema y variaciones sobre un tema de l’aria «Bell’alme generose» de la escena final de la ópera Elisabetta, Regina d’Inghilterra de Rossini; y los 20 caprichos para flauta, que es la más antigua de las piezas seleccionadas, compuesta entre 1811 y 1814 como ejercicios para sistematizar distintos aspectos técnicos como los tresillos, ataques, posición de los labios, escalas, digitación, articulación, etc. Por su parte, el Concierto para flauta y orquesta n.º 5 en Fa mayor data de entre 1817 y 1819 y se asemeja más cercano a un concertone de siete minutos de duración. No posee la configuración tradicional en tres movimientos rápido-lento-rápido si no un breve Allegro como introducción, un Andante con tres variaciones y coda. En la segunda de las variaciones por ejemplo la flauta dialoga con el clarinete y en la tercera, lo hace con el trombón con el clarinete en funciones de voces secundarias. La coda, también breve como las variaciones sigue preceptos marcadamente rossinianos reafirmando la admiración que Mercadante profesaba por el gran compositor en sus años de estudiante en Nápoles, justo en el momento en que Rossini precisamente estrenó numerosos títulos en el Teatro San Carlo.
Kozeluch: segundo volumen de sinfonías.
Entre los muchos proyectos de integrales que Naxos va colmando paulatinamente, también ha de contarse con el segundo volumen de las sinfonías de Leopold Kozeluch (1747-1818) que gozó de gran incidencia en su época y en centroeuropa como compositor, pianista y profesor junto a Dussek (con quien estudió en su juventud), Myslivececk, Dittersdorf, Gluck, Vanhal, Gassmann o Rossetti. Como ellos y tantos otros músicos checos que circularon por Viena e Inglaterra, fue un formador de la sinfonía potenciando el desarrollo de la forma sonata. Tras establecerse en Viena, entre 1779 y 1787 legó 17 ejemplos, de los cuales uno se da por perdido, más dos sinfonías concertantes.
Las cuatro sinfonías aquí grabadas –entre a finales de agosto y principios de septiembre de 2017– son entretenidas, equilibradas, claramente partícipes de la estética rococó, con algunas sorpresas instrumentales (el solo de fagot doblando los violines en el trío del Minuetto de la Sinfonía en Fa mayor, PosK I:4) aunque el peso lo lleve la cuerda, ocasionales juegos rítmicos (síncopas en el Allegro molto de la PosK I:4), con primeros movimientos responden a una construcción sonatística basada en diseños e ideas temáticas diferenciadas y breves. No obstante, resultan considerablemente modestas frente a las composiciones mozartianas y haydnianas del mismo género. Dos de ellas están divididas en cuatro movimientos y las otras dos, las escritas en Re mayor, la PosK I:1 y la PosK I:D3, lo hacen en tres siguiendo en la clásica alternancia rápido-lento-rápido. La primera de las citadas, Sinfonía PosK I:1, con tropos comunes como los ecos de caza en las trompas en el Rondó en episodios encabezados por las maderas en medio de diálogos con la cuerda; mientras que la segunda, cuenta con un primer movimiento con incorporación de trompetas y timbales, juegos de crescendi y sforzandi en los movimientos extremos.
La edición sigue la austeridad y simplicidad característica de Naxos, con una captación de sonido buena que ofrece una notable presencia del bajo continuo en las cuatro sinfonías. Por su parte, la Czech Chamber Philharmonic Orchestra Parbudice con la participación al clavicémbalo de Jirina Dvoráková, dirigidos por Marek Stilec, ofrece una recreación muy estimable en color, vivacidad rítmica, perfiles dinámicos e idiomatismo.
Joseph Marx y el sinfonismo epigonal.
Otro compositor que también parece ser objeto de una integral sinfónica es el austríaco Joseph Marx (1882-1964). En este primer volumen se ha grabado la ambiciosa Trilogía de la naturaleza (1922-25) formada por tres poemas sinfónicos: la Symphonic Night music (1922), mística y evocativa del Jardín del Edén; Idylle (1925) y Eine Frühlingsmusik (1925), la más straussiana de las tres; que son un claro epígono del postromanticismo, aunque menos inspiradas que las obras de un Korngold, Casella, Respighi o Schreker. En parte, esto se debe a una verborrea demasiado profusa que le resta méritos a un desarrollo orgánico, de cesuras bien disimuladas. La música de Marx posee un encanto indiscutible por sus sonoridades mágicas y etéreas, de efectos envolventes e instrumentación de amplio espectro cromático. Juega con texturas densas y cambiantes, hábil en el contrapunto, las progresiones harmónicas y los arrebatos y opulencia características de post-romántico sin la violencia y la heterogeneidad del expresionismo. Todo ello bañado por un lirismo melifluo y un indudable dominio técnico de la orquesta como instrumento, aunque lejos del irresistible melodismo de Strauss o Puccini, o la extrema sensualidad y delicadeza de Debussy. Éste último por cierto inspira Idylle y su solo de clarinete en la sección central. Además hay un motivo que aparece en las tres obras, que inicia la primera y concluye la tercera reforzando la cohesión de este tríptico que Clemens Kraus estrenó en 1926 en Frankfurt y en Viena.
En resumen, un buen compositor con una música bella y agradable de escuchar que, como tantos otros recuperados por Naxos u otros sellos centroeuropeos (CPO, MDG, BIS, Timpani,…), no ha resistido el paso del tiempo y las derivas estéticas y técnicas del siglo XX. La recreación de las tres obras cuenta con el detallismo, el equilibrio y solidez de la alemana Bochum Symphony Orchestra dirigida por Steven Sloane que configuran uno de esos tándems de orquestas de mediana calidad –mediocre para los snobs del mundillo musical– cuyos resultados globales sorprenden y satisfacen. Sin duda, un disco para que los románticos empedernidos disfruten.
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