Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 8-II-2020. Auditorio de Valladolid. Sala Sinfónica López Cobos.Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. King Tide y Through Lost Landscapes de Anders Hillborg, y Sinfonía nº5 en mi bemol mayor, op. 82 de Jean Sibelius. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Andrew Gourlay.
El concierto de la Sinfónica de Castilla y León, en el que Andrew Gourlay no solo fue el director sino el mentor del estreno de la obra de Anders Hillborg, es de esos que al margen de la importancia que tienen en sí, poseen un valor añadido que según va pasando el tiempo va cobrando importancia. No solo se trata de que se estrenara Through Lost Landscapes, sino que se hacía en colaboración con otras orquestas: concretamente la Sinfónica de la BBC, la Filarmónica de Helsinki, la Real Filarmónica de Estocolmo y la Orquesta de Minesota. Lo que hace que tenga más relevancia y perdure mucho más en el tiempo. Al margen de esto la obra de Hillborg resultó ser una composición altamente seductora, que plantea un crescendo largo y continuado, con unos magnéticos glissandi y momentos en que el sonido decae, lo que potencia sus valores tímbricos. Y en ella de manera muy bien imbricada se pudo escuchar, aunque realmente no es música descriptiva sino abstracta, una visión del sonido de la naturaleza, del mundo urbano, del jazz y de las convencionales formas de la música clásica, dicho esto sin ningún carácter peyorativo. La música de Hilborg es atractiva y conjuga lo contradictorio dando la sensación de que todo casa perfectamente y que nada resulta forzado.
Antes interpretaron King Tide (que el programa señala como estreno en España) basada en el minimalismo con una sonoridad en la que consigue una especie de gran arco sonoro ondulante, propiciado por la división de la cuerda, desde que empieza hasta su conclusión, con pinceladas de colores y sonidos fijos desprovistos de vibrato.
La versión de la Sinfonía nº5 de Sibelius, a la que Gourlay encuentra parecidos con las de Hilborg en la manera de buscar la sonoridad, resultó menos relevante que las anteriores. Aun así evidenciaron los contrastes que plantea el primer movimiento, el aire de danza del segundo y la sutileza de la melodía de los cisnes que partió de manera precisa de las trompas y de la que luego se harían protagonistas las trompetas. Hubo la necesaria densidad sonora y tal vez precisó el remarcar sobre todo las variaciones, aunque por otra parte se impusieron texturas propicias, incluida la triunfante coda conclusiva.
Fuera de programa, cuya duración había quedado algo corta, interpretaron el Andante festivo de Sibelius. Un éxito personal de Gourlay, y por tanto de la OSCyL, en particular por la interpretación de las obras de Hillborg. Y eso que no lo tuvo nada fácil, pues subió al podio con la presión de saber, y no de manera oficial, que los músicos en su mayoría no apostaban por su renovación y que habían sugerido un nombre como posible sucesor. Esto es algo que se lleva fraguando desde que se renovó a Gourlay, hará un año aproximadamente, y parece que los responsables de la OSCyL todavía no han tenido suficiente tiempo para solucionarlo. Una situación que desde luego no contribuye positivamente al futuro inmediato de la orquesta.
Foto: OSCyL
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