Michael Tsalka y Grand Piano aúnan fuerzas para rescatar del olvido la obra para teclado del ignoto compositor alemán
Por Mario Guada
Keyboard Sonatas. Collections I & II. Obras de Daniel Gottlob Türk. Michael Tsalka. Grand Piano, 2 CDs [GP627-28],2012. T.T.: 157:01. Six Keyboard Sonatas for Connoiseurs. Obras de Daniel Gottlob Türk. Michael Tsalka. Grand Piano, 1 CD [GP657], 2013. T.T.: 59:03.
La música para teclado de la segunda mitad del siglo XVIII esconde, en realidad, muchos más tesoros de los que normalmente son conocidos por el público –incluso por el mayor experto en la materia–, pero sobre todo de los que los intérpretes actuales dan a conocer –quizá más por falta de conocimiento que por interés propio. De esta manera, es relativamente sencillo encontrarse de brucesante un registro discográfico con el nombre de Daniel Gottlob Türk [1750-1813] y no tener absoluta idea de quien estamos hablando. Los lectores más avezados pueden conocer quizá su nombre por ser el autor del Clavierschule, oder Anweisung zum Clavierspielen für Lehrer und Lernende… nebst 12 Handstücken [Leipzig & Halle, 1789], es decir, un tratado para teclado, que pasa por ser uno de los más importantes de todo el siglo XVIII. Para aquellos que toquen el piano puede que incluso les recuerde a alguna sonata que les hicieron tocar, extraída de sus Kleine Handstücke für angehende Klavierspieler [vol. I, 1792; vol. II, 1795], una colección de 120 miniaturas para teclado destinadas casi más al aprendizaje que al solaz interpretativo.
Sin embargo, no muchos saben que Türk, nacido en la localidad alemana de Claußnitz, se formó en Dresden con Gottfried August Homilius [1714-1785], que a su vez fue alumno nada menos que de un tal Johann Sebastin Bach. Posteriormente se traslada a Leipzig para entrar en su universidad, y será allí, a principios de la década de 1770, cuando, de la mano de Johann Wilhelm Hässler [1747-1822], se introduzca en el mundo de las sonatas para tecla de Carl Philipp Emanuel Bach [1710-1784], lo que sin duda le marcará profundamente. Poco después, y bajo la supervisión del que será su principal maestro, Johann Adam Hiller [1728-1804] –por cuya recomendación Türk conseguirá el puesto de Kantor en la Ulrichskirche de Halle en 1774–, comenzará a componer sus dos primeras colecciones de sonatas, publicadas por Breitkpof en Leipzig y Halle en 1776 y 1777. Se trata, pues, de doce sonatas en dos sets de seis que se graban por primera vez en el primero de los registros discográficos comentados. A pesar de su juventud y de ser sus primeras obras, las ediciones alcanzaron tal popularidad que terminaron por agotarse.
En su música se aprecia una lucidez elevada para el tratamiento de las formas y los contrastes, llevando a límites lejanos la herencia de la sonata de los maestros nortealemanes de las décadas de 1750 y 1760 –como así destaca en las notas críticas del disco el propio intérprete. Él concebía la sonata como el medio perfecto para expresar su pensamiento musical de la manera más audaz y experimental posible. Estas obras son ya un claro ejemplo de lo detallado de su manera de componer, en la que la profusión de indicaciones de dinámica y agógica esel camino directo a la expresividad más evidente. Estilísticamente en un «conglomerado» de influencias, en las que podemos encontrar casi un poco de todo: desde una escritura «postscalartiana», hasta un lenguaje mucho más cercano al de la sonata diociochesca de Franz-Joseph Haydn o Wolfgang Amadeus Mozart, pero también toques evidentes del Empfindsamer Stil desarrollado de manera fundamental por C.P.E. Bach. Sus movimientos lentos, por ejemplos, son un dechado de la comprensión del estilo retórico en la música para tecla del XVIII.
En el segundo de los registros fonográficos aquí presentados, nos trasladamos ya hacia final de siglo, cuando Türk publica sus Klaviersonaten grösstentheils für Kenner [1789], colección de seis sonatas dedicadas especialmente a los intérpretes profesionales, que se graban aquí de nuevo por primera vez. Destaca el intérprete israelí en las notas críticas que probablemente Türk concibiera este como el primer volumen de una serie dedicada de manera expresa a descubrir una escritura mucho más compleja, tanto en lo técnico como en lo formal. Sin embargo, ningún volumen posterior llegó a publicarse. Gracias a esta publicación, la autoridad de Türk, tanto como teórico, como compositor, se verá claramente fortificada, y no solamente en lo referente al clavicordio –su instrumento de tecla favorito–, sino en todos los instrumentos de tecla que podían tañerse en la época: clave, fortepiano, piano tangente y espineta. Se destaca, con acierto en las notas, que comúnmente suele asociarse el estilo de los compositores para tecla del norte de Alemania con un estilo galante, definido por muchos como Rococó, cuando, sin embargo –y en estas seis sonatas se aprecia claramente–, el estilo de Türk está más cercano al de la sonata ya protoromántica. Si bien no pueden compararse, en su expresión, con las grandes obras de Ludwig Van Beethoven, Muzio Clementi o Johann Nepomuk Hummel, su lenguaje afectivo está mucho más desarrollado de lo que normalmente se piensa, y su escritura es extremadamente variada y elocuente. Con estas obras Türk se presenta ya como un maestro imaginativo e inteligente, y se aleja de la esencia del imitador, contribuyendo sustancialmente a crear el estilo en la música pata teclado de las décadas de 1770 y 1780.
Como puede comprobarse la figura de Türk dista mucho de la un compositor de tercera fila, y sin embargo, no de ser por el interés que Michael Tsalka ha puesto en él, hoy no conoceríamos grabada prácticamente ninguna de sus obras. Hemos tenido que esperar 200 años tras su desaparición para que su música comience a ser valorada. Y es que el intérprete israelí –quien ya sorprendiera a muchos con su versión de las Goldberg-Variationen BWV 988 interpretadas en dos clavicordios sobre modelos del XVIII, una lectura interesante y que muestra otra cara de las celebérrimas piezas para tecla del Kantor– se está centrando sobremanera en la obra de Türk, de quien está llevando a cabo la edición crítica de sus 48 sonatas para teclado –para Artaria Editions–, que suponemos pretenderá grabar en su integridad, a tenor de los dos registros aquí comentados, más otro ya existente en el que graba las 12 leichte Klaviersonaten [1783]. Desde luego, que sea Tsalka quien se haya detenido a poner su lupa sobre la obra de Türk es ya razón de sobra para congratularse, pues estamos ante un enorme conocedor de la obra para teclado de maestros poco conocidos a finales del XVIII y principios del XIX. Técnicamente sobrado, sabe aportar a cada pieza el toque justo que requiere el lenguaje de Türk, mostrando con delicadeza cada una de las influencias –cuando las hay–, así como lo original e imaginativo del autor.
Además, para esta empresa, Tsalka cuenta con una serie de instrumentos de lujo, grabando en ejemplares originales conservados en The National Music Museum, Vermillion, South Dakota [para las colecciones de 1776 y 1777] y Metropolitan Museum of Art, New York [colección de 1789]. Así, podemos comprobar la sonoridad real de la época en una gama inmensa de instrumentos de teclado de finales del XVIII y principios del XIX –además de sus variopintas afinaciones y temperamentos: clave, clavicordio, espineta, grand piano, piano tangente y fortepiano, cuyos modelos son, además, explicados con cierto detalle por especialistas de las instituciones que los albergan en las respectivas notas –Jayson Kerr Dobney y John Koster–, convirtiendo así la audición de estos discos en todo un evento sonoro.
El sello Grand Piano –fundado en 2012– se convierte, con estas y otras muchas grabaciones dedicadas a ignotos compositores de los siglos XVIII, XIX y XX, en una referencia para el conocimiento de la música para teclado más allá de lo que uno está acostumbrado a oír. Desde luego, estos dos registros pasan directamente a formar parte de los más interesantes en estos repertorios, y sin duda, se convierten en una opción fundamental para aquellos que desean descubrir nuevos caminos por transitar. Gran trabajo conjunto que demuestra que, cuando se aúnan talento y pasión, los resultados son siempre excepcionales.
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