«Poco importaba el texto del que nos hablaba el programa, ya que éste había sido completamente avasallado por una música de calidad suprema»
Por David Santana
Madrid. 5-XI-2018. Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Centro Nacional de Difusión Musical [Series 20/21]. Glass Farm Ensemble New York. Howgoesthenight? de Ian Wilson, Im Labyrinth de Balz Trümpy, Entrance-Exit de Jose Manuel López López, Spatial de Yvonne Troxler y No Longer de César Camarero.
Hacer un programa de mano no es tarea fácil, si no, se lo mandarían a los becarios o sería otra de las muchas tareas que aquellos que disfrutamos de escribir sobre la música tendríamos que hacer gratis. De hecho, normalmente da la casualidad de que la calidad del programa de mano es directamente proporcional al precio de la butaca, y ahí tenemos los excelentes folletos que Luis Gago hace para algunas funciones del Real.
En este caso, el ciclo Series 20/21 es gratuito –algo, por otro lado, maravilloso–, y además, nos encontramos con el problema de que es mucho más difícil escribir sobre la música cuando ésta aún no ha sido escuchada por ningún ser viviente. Por lo tanto, la labor de realizar un buen programa se complica. Al final, se tiende a escribir palabrería complicada que confunda tanto al lector que no se dé cuenta de que no le están diciendo nada, o a escribir títulos con clichés muy poco originales. Esto me recuerda a un célebre capítulo de la popular serie Los Simpsons en el que se parodia la escasa imaginación de los directivos de los centros comerciales a la hora de inventarse celebraciones para que los norteamericanos gasten su dinero en regalos con la siguiente frase: «No sé, inventad algo así como... "el día del amor”, pero que no sea tan obvio».
Cuando se hace una crítica también se puede cometer el error de caer en esta tendencia, pero en este caso, he tenido la suerte de que el material de la pasada velada fue excepcionalmente bueno, y hay mucho que decir:
La mejor palabra que encuentro para definir la primera de las obras –How goes the night? de Ian Wilson– es brutal, en cualquiera de sus acepciones: es una obra extraordinaria en sus cualidades en tanto que explota al máximo las posibilidades de la mezzosoprano y las capacidades tímbricas de los instrumentos que utiliza. En este aspecto, se puede afirmar que es una obra perfecta para las capacidades de la plantilla del Glass Farm Ensemble y es difícilmente imaginable para otra formación. También es brutal en cuanto a su uso de la violencia, patente en el uso de la percusión, los acento y sforzatos y los fuertes acordes del piano; pero fue excepcionalmente patente en la messa di voce que Charlotte Mundy elevó hasta un grito desgarrador que consiguió helar el corazón del público. Poco importaba el texto del que nos hablaba el programa, ya que éste había sido completamente avasallado por una música de calidad suprema.
Continuó la velada con Im Labyrinth de Balz Trümpy. Un descanso de la brutalidad sonora de How goes the night? que planteó al oyente un interesante maridaje entre el timbre del piano y el del vibráfono en el que pudimos ver tanto ejemplos de composición horizontal –juegos contrapuntísticos de pregunta y respuesta– como vertical –acordes que nos llevan, a voluntad del autor, de la modalidad a la tonalidad e incluso más allá de ésta.
La violencia volvió con Entrance-Exit. Esta vez quedó solamente Yvonne Troxler sobre el escenario. Comenzó marcando con la mano izquierda un bajo rítmico que enseguida transmitió la sensación de movimiento a un público que se mostró receptivo. Pero, de una forma casi cruel, López López destruyó lo que había creado, demolió el compás y nos mostró una obra digna del mismísimo Tansmann en la que la violencia, que alcanzó su clímax con los clusters del piano, se presentó de una forma elegante e incluso familiar.
La obra de la pianista del Glass Farm Ensemble –Spatial– fue la más floja de la noche, ya que a pesar de que presentó propuestas muy interesantes, no alcanzó a sublimarlas para crear una obra completa, algo que sí supo hacer César Camarero en su pieza No Longer. Un delicado y pensado trabajo con los timbres de esta peculiar formación en el que destacaron el registro grave de la flauta y la voz que, en ocasiones, se convertía en un instrumento más, logrando un timbre de mixtura muy curioso junto con la flauta y el clarinete bajo, pero también sobresalía por encima del resto de instrumentos cuando la melodía así lo requería.
Como se puede observar, la velada consistió en una sucesión de obras que difícilmente son agrupables bajo un título. Cuando le pregunté a César Camarero qué le parecía eso de «El piano hecho de memoria y silencio», éste me respondió que era un título «bonito». Sin embargo, el repertorio escogido para esta tercera sesión del ciclo Series 20/21 no sólo es «bonito», sino que es un fiel reflejo de nuestra sociedad –como también lo son Los Simpsons– y por ello está lleno de violencia, de brutalidad y disonancias quetambién son parte del complicado engranaje de esta sociedad que, aunque no es tan bonita como «el día del amor» o «el piano hecho de memoria y silencio», es la nuestra.
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