Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
El glamour de la música es la “música clásica”, idea negativa, absurda, borrosa, tenebrosa. Es un glamur fétido que viene dañando la "música" desde el siglo XIX. No antes. Ese “Encanto sensual que fascina” que dice la RAE que tiene el glamur está metido hasta las más íntimas entrañas de todos sus engranajes gracias al nuevo glamour, así en francés, que ha adquirido la música en este siglo XXI a través de ciertas plumas, opinadores, artistas y gestores. Son los intelectuales del glamour y de la arroba, que escriben todos y todas, o todxs o tod@s. Intelectuales de algarroba. Falsos intelectuales carentes de cualquier atisbo de verdadero encanto, y muchos menos, sensual.
Uno de los aspectos más negativos del glamour en música lo han presentado un poco de aquella forma en La Sexta hace unos días, con un reportaje que viene a decir que no todo el que tiene talento tiene su oportunidad en España. En esto no tiene nada que ver el glamour ni el glamur, que no es más que la variante española del término francés, sino el poder de nuestros gestores. El campo de la música, más encerrado todavía si cabe en el de la “música clásica”, es tan pequeño, depende de tan pocos individuos y su poder está tan concentrado y dirigido, que en ocasiones se ha vuelto demasiado personal. Que no le cae usted bien al gestor de turno, pues da igual que sea Mozart resucitado que no toca en este ciclo, “¡porque lo digo yo!”. También hay representantes profundamente equivocados, aunque sea buena su intención –o mala. Hace unos días uno de ellos ofreció -demasiado insistentemente- a un representado de talento mediocre a CODALARIO para que le entrevistásemos. Y no entendía que dicho artista no estaba a la altura. La búsqueda -artificial- del glamur y la falta de perspectiva tienen una cosa común: la ignorancia. También sucede lo contrario. Artistas de gran talento que, o no tienen representante, o no tienen agenda que pueda uno consultar para dar publicidad a su arte con mayúsculas. Hay buenos gestores también, no lo olvidemos. Y gerentes que no responden a ciertos artistas de talento pero sí lo hacen y rapidísimo cuando quien les ha medio puesto ahí les manda un simple whatsapp para programar a un músico de nivel discutible. Esto es lo que no puede ser.
Y que nadie me venga con que el talento es subjetivo. ¡No es cierto! Si una orquesta está desafinada lo está objetivamente y si sus músicos no tocan a la vez la cosa no suena bien, objetivamente, por ejemplo. Quien defiende que la opinión artística es subjetiva no es un crítico musical sino un cronista, incapaz además de diferenciar una cosa de la otra. Quien escribe crónica está diciendo de sí mismo que no es crítico ni sabe lo que es serlo. Cuando trabajaba en La Voz de Asturias la crónica se escribía después de la ópera o del concierto, como impresiones subjetivas del periodista, descripciones de lo visto y pinceladas de impresión. La crítica siempre venía dos días después. El criterio es la calidad artística y, los parámetros, objetivos atendiendo al fin que se quiere conseguir.
Hay que separar lo personal de lo artístico. Hay artistas que no me parece que estén a la altura en lo personal, pero que son formidables y cuyo trabajo tengo, como director de CODALARIO, el deber de atender y potenciar... si hay medios. Porque también está el artista que cree que tienes la obligación de dedicarle tu tiempo y trabajo sólo porque su carrera ha adquirido cierto glamour. Los medios también tienen glamur y la necesidad de que se les preste atención... y medios.
No puede ser que ciertos gestores veten a algunos artistas porque su representado le cae mal, o porque cae mal el propio artista. Es el mal uso del poder, que genera gestores poderosos, algunos creídos y con glamur, otros interesantes aún con sus defectos. Hay que ir en contra de este mal uso del poder que ejercen gestores y agencias. No es apropiado que haya que pasar por cierto representante para que a un cantante lo programe un teatro. O que no se programe a un artista porque venga de aquel representante. Pero así es. Después está el mundo de la opinión en música, que tiene un glamur estetizante deprimente y vacío pero reluciente, repleto de pajaritas de Chanel, selfies, Twitter y un mal concepto del glamour.
Es horroroso observar cómo ciertos artistas hacen literalmente “la pelota” al gestor de turno para obtener algún concierto. Si usted es gestor poderoso y le dan un “me gusta” en twitter o facebook, no lo tome como algo personal: es el glamour que desprende el poder. Y "querido..." por aquí y "querido..." por allá. ¡Y a mí no me llamen querido sino ponen mi nombre después! Qué estupidez glamurosa llamarle a uno "querido" sin más. Se lo permito a Aldo Ceccato, porque respeto su arte con mayúsculas y porque tanto él como su carrera siempre han desprendido glamour. Verdadero glamour.
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