«Giselle» inaugura la temporada de danza del Teatro Comunale de Bolonia
Fantasía romántica y precisión
Por Magda Ruggeri Marchetti
Bolonia, 23-IV-2022. Teatro Comunale. Temporada de danza. Giselle [Adolphe Adam / Vernoy de Saint-Georges y Théophile Gautier]. Coreografía: Jean Coralli y Jules Perrot retomada por Yvette Chauviré. Nicoletta Manni [Giselle], Timofej Andrijashenko [Albrecht], Beatrice Carbone [La madre de Giselle], Marco Agostino [Hilarion], Gioacchino Starace [Wilfried], Massimo Garon [El Gran Cazador], Agnese Di Clemente y Federico Fresi [campesinos], Maria Celeste Losa [Reina de las Willis], Caterina Bianchi y Vittoria Valerio [Dos Willis]. Compañía de danza del Teatro alla Scala, director: Manuel Legris. Orquesta del Teatro Comunale, director: Valery Ovsyanikov.
Giselle se estrenó en París el 28 de junio de 1841 y es sin duda el ballet más importante del repertorio romántico y una de las cumbres del ballet clásico. La historia se inspira en la novela «De l’Allemagne» de Heinrich Heine y en la leyenda de origen eslava de las Willis, fantasmas de jóvenes mujeres abandonadas antes de casarse y muertas por amor. Giselle se enamora de un joven que la corteja fingiendo ser un campesino, siendo en realidad el príncipe Albrecht ya prometido a la noble Bathilde. Cuando el cazador Hilarion le desenmascara, Giselle enloquece y muere, transformándose en una de las Willis que vagan de noche por los bosques acechando a los hombres para obligarles a bailar con ellas hasta el agotamiento y la muerte. También Albrecht cae víctima del maleficio, pero el amor de Giselle es más fuerte y logra salvarle sosteniendo al amado en su danza hasta el alba. Amor y danza son la fuerza que vence a la muerte y a la obscuridad en una historia de amor que comienza en el mundo terrenal y continúa más allá de la muerte. En la elaboración de la leyenda de las Willis por Heine podríamos ver ecos renanos de los lamentos acuáticos de las hijas del Rin.
El primer acto presenta la ingenuidad de la joven Giselle con una coreografía vital y llena de entusiasmo. Hemos admirado a Nicoletta Manni que se abandona feliz a la danza desoyendo a su madre, Beatrice Carbone, que le cuenta la leyenda de las Willis. Su baile es perfecto y de técnica insuperable. Dedica sus pasos a Albrecht, Timofej Andrijashenko, con fuerza y ligereza, y ambos son admirables en el pas de deux en que aparecen indisolublemente unidos, suscitando el primer entusiasta aplauso de la velada. En esta fiesta del pueblo hemos disfrutado también del magnífico pas de deux de Agnese Di Clemente y Federico Fresi.
En el segundo acto estamos ya en el fantástico mundo ultraterreno, donde la danza de Giselle es etérea y de una belleza ingrávida y más espectral. Ya se ha transformado en una Willi y se suma al baile de sus compañeras convocado por su reina Myrtha, Maria Celeste Losa, en sus variaciones y en el magnífico grand pas des Willis. El destino de Albrecht, morir de agotamiento, parece ya escrito, pero la ayuda incesante de Giselle, movida de amor profundo, le librará de esta suerte aunque no del remordimiento por haberla abandonado. Nicoletta Manni y Timofej Andrijashenko exhiben gran técnica y una compostura estatuaria. Entre ambos realizan la unión de espíritu y materia y el baile así concebido es un momento de elevación y magia, de valorización y expresión de sentimientos universales.
Toda la compañia ha dado una excelente prueba de su capacidad, exhibiendo un extraordinario nivel de danza y arrancando continuos aplausos y ovaciones a lo largo del espectáculo. No hay que sorprenderse tratándose de la Compañia de danza del Teatro alla Scala, con un pasado glorioso que se remonta a los siglos precedentes a la inauguración del Teatro en 1778. Está dirigida desde 2020 por el pluripremiado Manuel Legris, que en esta producción pone en escena un magnífico plantel de bailarines.
La música impecablemente ejecutada por la óptima orquesta del Teatro Comunale bajo la batuta de Valery Ovsyanikov, nos traslada de una Introducción sombría y teñida de funestos presagios a un mundo de fábula. La escenografía y el vestuario de Aleksandr Benois, reelaborados por Angelo Sala y Cinzia Rosselli, nos presenta la plaza entre dos casas rurales bajo un alto arbolado, con los campesinos alegres que celebran la vendimia y visten tonos cálidos y alegres ante un fondo de paisaje con un encumbrado castillo romántico. En el segundo acto el arbolado se hace bosque más cerrado, el nocturno reino de las Willis, dominado por los grises azulados oscuros y la neblina, donde destaca, casi luminiscente, el blanco de las presencias fantasmagóricas y los tules de las bailarinas, evocadores de los trajes de las novias frustradas. El espacio boscoso se hace cementerio donde al fondo se nota la tumba de Giselle, mientras al final se anuncia el tenue resplandor cálido del alba. La acertada iluminación de Marco Filibeck expresa con estas delicadas variaciones la atmósfera de cada momento.
Además del atractivo siempre sublime del ballet clásico, en esta realización de la Compañia del Teatro alla Scala destaca el cuidado de la performance actoral y la extremada precisión de la gestualidad, de modo que se puede seguir sin dificultad el desarrollo de la trama. Un gran espectáculo donde el público que abarrotaba la sala se resistía a abandonarla prodigando aplausos y ovaciones a la compañía y a la orquesta.
Fotos: Andrea Ranzi
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