Ópera de escasa presencia en los escenarios mundiales, ésta que se ofreciò en Martina Franca fue, de hecho, la única propuesta escenificada en este aniversario de los 200 del nacimiento de Giuseppe Verdi, siendo en forma de concierto la que se propuso en Salzsburgo, contando en el reparto con el inoxidable Placido Domingo que, recuperado en tiempo record de la embolia pulmonar que sufrió tras la unica funciòn de Nabucco, el pasado 4 de julio en la Arena de Verona, pasará a la historia cual "superman" de la ópera.
Empecemos pues con la auténtica revelaciòn de la velada, en esa apacible noche en el Valle d'Itria, tierra de los "trulli": encantadoras construcciones en piedra y en forma de cucurucho, que caracterizan este rincón maravilloso del Bel Paese. El baritono coreano Julian Kim interpetó el tremendo papel de Giorgio, uno de los más complicados de la amplia galería verdiana de padres atromentados, y en este caso delator de su propria hija, Juana de Arco. 26 primaveras y recien cumplido el servicio militar obligatorio en su Pais, este joven hizo gala de una voz amplia, completa en la gama y perfectamente impostada -con una "scuola italiana" que muchos italianos, precisamente, persiguen sin alcanzar- y, lo que resulta francamente increíble, una madurez interpretativa fuera de serie, aunque sólo sea por el mero hecho de ser tan joven. Pronunció en italiano perfectamente, "ça va sans dire" que dirían los gabachos; fraseo y acento pertinente, una capacidad en matizar, reforzar el sonido sin empujar, sin esfuerzo y sin gritar; todas calidades que raras veces se escuchan en cantantes de más solera y larga carrera. En fin, el que diga que no hay voces ni esperanza para la ópera, aquí tiene un elemento a seguir con mucha atención y que, recordando al joven Capuccilli, abre el corazón y los oidos a la esperanza.
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