El director Giancarlo Guerrero dirige a la Orquesta Sinfónica de Galicia en La Coruña y Ferrol con obras de Ravel, Mahler y Strauss. «Fue un gran concierto con grandes versiones. Lástima que se lo perdieran tantos».
La familia y uno más (o muchos menos)
Por Julián Carrillo Sanz | @quetzal007
La Coruña, 25-XI-2021. Palacio de la Ópera. Ferrol, 26-XI-2021. Auditorio de Ferrol. Orquesta Sinfónica de Galicia. Gustav Mahler, Blumine; Maurice Ravel, Ma mère l’oie (suite, cinco piezas infantiles); Richard Strauss, Ariadne auf Naxos (suite sinfónica, arreglo de Wilson Ochoa).
Otro programa con el Palacio de la Ópera a menos del 50 % de su aforo, pese a la relajación de las restricciones sanitarias por el Covid-19 y van… Esta falta de público en los conciertos produce en muchos de los asistentes una cierta desazón, una preocupación por el presente y el futuro de la orquesta. Una extraña sensación, una necesidad de intercambiar con tus vecinos de abono impresiones sobre el concierto y sobre los huecos que van dejando quienes por una u otra causa sabemos que no volverán a asistir habitualmente a los conciertos de la Sinfónica. ¿Y el resto de «inasistentes»? ¿Volveremos a ver el Palacio de la Ópera lleno como en las grandes ocasiones [esas que prácticamente eran casi todos los conciertos de esta orquesta]?
El del jueves en A Coruña dio para mucho goce, por programa y por ejecución. Desde la inicial Blumine, obra «errante» de Gustav Mahler, que Giancarlo Guerrero condujo -y contuvo- en una versión acorde con el resto del programa. Gran solo, en esa línea de moderación, el inicial de Alejandro Vázquez Lamela a la trompeta y los del resto de solistas de la Sinfónica, destacando el de David Villa en el oboe. El largo diminuendo final de la obra condujo al clima adecuadamente intimista con el que Guerrero interpretó Ma mère l’oie.
El ambiente ensoñador de la Pavana de la bella durmiente dio paso a nuevas intervenciones solistas -Carolina Rodríguez Canosa al corno inglés y de nuevo el oboe de Villa-, que marcaron el carácter de Pulgarcito. Ritmo y color orquestal se adueñaron del escenario en Laideronette, emperatriz de los pagodas antes de lascasi íntimas Conversaciones de la Bella y la Bestia. Y gran final el oficiado por Guerrero en Jardin Féerique, desde su ambiente inicial como la visión de una danza de luciérnagas flotando en el aire de noche perfumada al brillantísimo final. Soberbio Ludwig Durichen -que ejercía de concertino- en todos sus solos.
Al ver el orgánico orquestal de la suite escrita por D. Wilson Ochoa para su suite sobre Ariadne auf Naxos de Richard Strauss es casi inevitable el recuerdo de su Metamorphosen para 23 instrumentos de cuerda. Y no por su carácter, evidentemente sino porque como esta obra, la suite sobre Ariadne auf Naxos demanda un vistuosismo orquestal y precisa de una gran calidad en los músicos ejecutantes. Todo un desafío de los que les gustan a los profesores de la Sinfónica que se crecen siempre ante estos tours de force. La suite se estrenaba en Europa y la versión que hicieron el jueves 25 –el viernes tocaron el mismo programa en colaboración con la Sociedad Filarmónica Ferrolana- fue de aquellas que han hecho grande a esta orquesta.
Mantuvo todo el espíritu de la ópera straussiana, permitió un idóneo acercamiento a esta con todos los elementos que la caracterizan como la metaópera que es –recordemos que el libreto de la ópera original incluye la representación de una ópera sobre Ariadne, princesa de Creta, en un palacio vienés, además de un ballet a petición del señor del palacio-. Respeta las partes orquestales y en las partes originariamente cantadas se limita a usar el corno inglés, no como sustituto de la voz humana sino como recuerdo de la melodía cantada en el original. Fueron de destacar los momentos de lirismo de la versión y personalmente disfruté mucho escuchando ese vals como descreído de sí mismo. Fue un gran concierto con grandes versiones. Lástima que se lo perdieran tantos.
Foto: Lukasz Rajchert
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