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Crítica: Gianandrea Noseda dirige a las orquestas de Castilla y León y Cadaqués

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Autor: Agustín Achúcarro
23 de mayo de 2017

DOS HITOS, DOS SINFONÍAS

   Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 19-V-2017. Auditorio de Valladolid. Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Orquesta Sinfónica de Castilla y León y Orquesta de Cadaqués. Beethoven: Sinfonía Nº5. Mahler: Sinfonía Nº5. Dirección: Gianandrea Noseda.

   Poder escuchar dos quintas sinfonías como las de Beethoven y Mahler resulta de por sí muy atractivo. Se empleó una fórmula algo diferente a la habitual, al contar con dos orquestas: la Sinfónica de Castilla y León y la de Cadaqués. La segunda interpretó la Sinfonía Nº5 en do menor, op. 67 de Beethoven y ambas se unieron para tocar la Sinfonía Nº5 de Mahler.

   Ante la obra de Beethoven el director Gianandrea Noseda se decantó por una versión muy rítmica y rápida, al tiempo que de marcados acentos y contrastantes, que propiciaron una tensión casi continúa. La propuesta, planteada con una teórica coherencia por Noseda, no contó con el vehículo más idóneo para llevarla a la práctica. Y si bien es cierto que tuvo sus logros, en cuanto, por ejemplo, a provocar la sensación de cierto apremio, no lo es menos que por momentos resultó precipitada. Esto fue en detrimento de la calidad del sonido, como se percibió en las cuerdas, pues aunque no se desajustaron perdieron consistencia y plenitud, sobre todo en el movimiento conclusivo. Los pasajes camerísticos resultaron lo más convincentes, mientras que a veces en las transiciones se notó que costaba retomar el pulso.

   En términos generales las cosas cambiaron con la sinfonía de Mahler, mientras continuó la exaltación de la brillantez, que aumentó en función de las proporciones de la sinfonía. Se produjo un innegable derroche de fuerza y tensión, así como una sonoridad pujante al máximo, la reiteración de ciertos acentos expresivos y un volumen por momentos excesivo. Unos planteamientos que reforzaron una parte de las cualidades de la sinfonía, al tiempo que impidieron que aparecieran de forma más evidente pequeños detalles y parte del complejo entramado de la obra.

   La trompeta anunció una interpretación impactante, dejando de lado lo magnificente. En el Adagietto para arpa y cuerdas faltó continuidad en esa sonoridad tenida y creciente. Fue en todo caso una versión de una gran “pegada”. El trompa José Manuel Asensi alcanzó con sus solos una elevada altura interpretativa, con un sonido denso y lleno de intención, algo que, de otra manera, también logró el trompeta Roberto Bodí.

   Resultó muy positiva la respuesta de la suma de ambas orquestas, empezando por los metales. Sirva como ejemplo el efecto que lograron los violonchelos cuando iniciaron la fuga en el movimiento final, a los que se fueron agregando el resto de la cuerda y de la orquesta. Estos comentarios no pretenden negar los valores de lo propuesto por Noseda, sino plantear la posiblidad de sumar otras perspectivas, que hubieran propiciado un resultado más fecundo.

   La interpretación de las dos obras, con un Auditorio lleno, fue muy aplaudida. Se grabaron en directo los conciertos (tanto el del 19 como del 20, así como una serie de tomas realizadas entre ambos) para la edición de un disco.

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