Por Juan Carlos Galtier
Zaragoza. 22-V-2017- Auditorio de Zaragoza. Orquesta de Cadaqués. Gianandrea Noseda director. Enrique Bagaría, piano. V. García, soprano B. Gimeno, mezzo, E. Ruiz, alto, P. Calavia, tenor, j. Quílez, tenor, F. Hernández, bajo Coro Amici Musicae del Auditorio de Zaragoza (directores Javier Garcés y Elena Ruiz). Obras de Ramón Carnicer y Beethoven.
El idilio de la Orquesta de Cadaqués con Gianandrea Noseda es sólo equiparable al que la orquesta mantuvo con Sir Neville Marriner y en ambos casos dicha relación ha tenido como marco especialmente querido por sus protagonistas al Auditorio de Zaragoza. Son ya unas cuantas las ocasiones en que el primer espada italiano ha estado en Zaragoza con los de Cadaqués y esta relación ha dejado una cosecha de tardes de música (alguna fantástica grabación) que son ya historia viva para los melómanos asistentes. En esta ocasión Noseda y la orquesta cerraban aquí una gira que en el resto de sus citas fue compartida con la Sinfónica de Castilla y León pero que aquí tuvo un programa específicamente preparado para Zaragoza en el que colaboraron varios agentes locales.
El concierto comenzó con la obertura de El Barbero de Sevilla de Ramón Carnicer; es toda una seña de identidad de la orquesta el interpretar repertorio español del XIX y se agradeció oír esta obra que, sin llegar a la genialidad del cisne de Pesaro, sí que se acerca a esa ligereza rosiniana que tan popular ha hecho sus oberturas. Noseda plenteó una versión mas que brillante y a la vez de una transparencia reluciente apoyado en el altísimo nivel técnico y musical de los maestros de la orquesta; fue un estupendo aperitivo para una tarde verdaderamente electrizante.
Completaba la primera parte la fantasía coral de Beethoven, esa especie de esbozo de la novena sinfonía que es formalmente extraña pero de una gran belleza: Beethoven en estado puro. Una buena parte del protagonismo recayó aquí en las manos del pianista Enrique Bagaría que comulgó a la perfección con la orquesta y el director y desde los primeros acordes impuso una visión firme y enérgica de la obra que, sin dejarse ningún matiz por el camino, buscaba el lado heróico de la partitura beethoveniana. El entendimiento entre piano y batuta fue total y eso se hizo notar de modo que al llegar al culmen coral de la obra todo fluyó con naturalidad. El sexteto de solistas solventó sin ningún problema su breve parte y el coro Amici Musicae del Auditorio aportó un toda su brillantez a la obra. El coro, magnetizado por Noseda, culminaba así una muy buena temporada que ha supuesto un evidente aumento de calidad en su trabajo muy bien encabezado por Javier Garcés y Elena Ruiz.
Y la segunda parte fue para la Quinta sinfonía de Beethoven y fue evidente que todos los miembros de la orquesta con Noseda al frente tenían ganas de disfrutar al máximo de la obra y del momento. Noseda firmó una quinta de Beethoven con una inmensa energía, lígera de tiempos y apabullante por momentos, pero sin perder el control de la obra en ningún momento; así tras le huracán del primer movimiento llegó la majestad del segundo y un tercer tiempo de ensueño, plagado de pequeños detalles que nos hicieron sentir como nueva esta sinfonía tantas veces escuchada. La transición entre le tercer y el cuarto tiempo fue modélica y dio paso a esa explosión de júbilo del cuarto movimiento que llegó al público en su integridad. Todo esto no hubiera sido posible sin una maquinaria de precisión como demostró ser Cadaqués. Si nos ponemos a destacar podríamos empezar por unas trompas que rozaron la perfección, unas maderas de ensueño o unos contrabajos brillantísimos pero siempre nos dejaríamos a alguien y no sería justo dentro de un nivel general óptimo. La orquesta disfrutó y mucho tocando la quinta de Beethoven y eso se notó de principio a fin. Tras el concierto Noseda comentaba la necesidad de poner amor en lo que se hace, sin duda Cadaqués y Noseda pusieron esa tarde talento pero también mucho amor, y todos lo disfrutamos.
Compartir