FRÍO MOZART
Por Sílvia Pujalte
Barcelona. 20/10/2015. Gran Teatre del Liceu. Christian Gerhaher (barítono). Lorenzo Coppola (clarinetto d'amore). Freiburger Barokorchester. Director: Gottfried von der Goltz. Obras de Mozart.
Guglielmo, Leporello, Don Giovanni, Figaro o el conde Almaviva son un regalo para los barítonos. Un regalo... o una trampa. Y en el concierto de Christian Gerhaher el pasado martes en el Liceu fueron una trampa. Muchos espectadores salimos decepcionados de un concierto que se esperaba con expectación, ya que era el debut del barítono en este teatro y ya habían pasado tres temporadas desde la que, si mal no recuerdo, fue su última actuación en Barcelona, una Canción de la tierra en el Auditori.
El concierto llevaba el nombre "Mozart-Gerhaher" y se olvidaba de la Freiburger Barokorchester, cosas del marketing, pese a que el protagonismo se lo repartieron orquesta y solista al 50%; el programa de mano se olvidaba también del solista Lorenzo Coppola que, mira por donde, acabó siendo el triunfador de la noche. Sobre el papel, la noche prometía: una de las sinfonías más bonitas de Mozart, el glorioso concierto para clarinete, una contradanza encantadora y unas cuantas arias de las mejores óperas de la Historia, qué va a decir una mozartiana. La primera parte del concierto tuvo una estructura peculiar ya que los tres movimientos de la sinfonía estuvieron separados por las arias de Gerhaher. Qué se hace en estos casos, se aplaude movimiento a movimiento? ¿se aplaude sólo al final? ¿No se podía haber tocado la sinfonía de manera "convencional" o haber buscado otras piezas? ¿Había algún motivo dramático que esta cronista se perdió para encadenar la música de esta manera?.
La cuestión es que tras el primer movimiento Gerhaher cantó Rivolgete a lui lo sguardo, el aria original de Guglielmo en el primer acto, con una frialdad que con cierta esperanza podía achacarse a ser su primera intervención pero tras el segundo movimento cantó seguidas Metà di voi qua vadano (una elección también peculiar si sólo se va a cantar un aria de Don Giovanni) y Se vuol ballare y no mejoró la primera impresión. Al barítono se le oyó muy poco, en ocasiones quedó tapado por la orquesta y, lo peor de todo, no se distinguió entre Don Giovanni y Figaro, podían haber sido ambos el mismo personaje; un personaje nada mozartiano, por cierto. El desconcierto se pintaba en muchas caras en el entreacto, ¿qué le pasaba a Gerhaher? En la segunda parte no cambiaron demasiado las cosas, ni en Madamina, el catalogo è questo ni en Non più andrai. Sí que fue mejor con Hai già vinta la causa!, por una vez Gerhaher sacó la voz, se le oyó claramente y su interpretación se acercó a lo que puede ser un buen conde de Almaviva. Pero fue un espejismo, porque en la única propina volvieron Guglielmo y la frialdad. ¿Es posible que Gerhaher se encontrara mal? Si es así, hay que agradecerle el esfuerzo pero ¿no hubiera sido mejor cancelar? Es un tema delicado, hay muchas cuestiones a considerar y a posteriori siempre es más fácil decidir.
Yendo a las cosas positivas, que también las hubo, hay que destacar a la orquesta y, sobretodo, al clarinetista Lorenzo Coppola. En un par de minutos nos explicó qué era aquel instrumento tan diferente del clarinete actual, es decir, el clarinetto d'amore que tocaba Anton Stadler, amigo de Mozart y dedicatario del concierto. Nos explicó las diferencias fundamentales de sonido entre ambos instrumentos y el porqué del carácter teatral que iban a dar a su interpretación. Aprendimos y disfrutamos de una versión estupenda (menos mal que no se les ocurrió despiezar también esta obra). Esperemos que la próxima vez podamos disfrutar de un Christian Gerhaher en plena forma.
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