Crítica del concierto de la Sinfónica de Castilla y León, bajo la dirección de George Jackson, con el estreno en España de Glasslands de Anna Clyne
La saxofonista Jess Gillam se erigió en protagonista
Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 3-XI- 2023. Auditorio de Valladolid, Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Parte 1ª: Domov můj (Mi hogar) de Dvorák y Glasslands (Tierras de Cristal) de Anna Clyne. Parte 2ª: Sinfonía nº 7 en re menor, op. 70 de Dvorák. Director: George Jackson.
La gran triunfadora de la noche fue la saxofonista Jess Gillam y, por ende, la obra Glasslands, de la compositora Anna Clyne. Era el estreno en España de dicha partitura, en una colaboración de la Sinfónica de Castilla y León con diversas entidades musicales, concretamente la Orquesta Sinfónica de Detroit, que en febrero de este año realizó el estreno mundial, Radio 3 de la BBC, la Orquesta Filarmónica de Naples y el Centro Nacional de las Artes de Canadá. La obra acude al universo de las banshees irlandesas, espíritus femeninos que perturban el silencio de la noche con sus gritos, para anunciar la muerte de un familiar cercano. No se trata de una partitura de un marcado carácter innovador, tampoco parece que se pretenda, sino más bien un intento de captar al oyente, y desde ese punto de vista, Glasslands es un acierto. La compositora hace recaer en la solista el peso de la obra, no es la primera vez que compone algo para Gillam, lo que conlleva que la intérprete es de su total confianza, que la conoce perfectamente, y que sabe lo mucho que puede exigirla. Y la saxofonista lleva el reto al máximo, lo que le permitió exponer todas las posibilidades inherentes a Glasslands.
La solista expuso sonoridades muy diferentes, ya fueran sugerentes, incisivas o melodiosas, partiendo de un domino total de los recursos expresivos del saxo soprano. Exhibió tanto un sonido poblado de armónicos como desnudo de estos. La solista pasó de pasajes virulentos, voluntariamente gritones, a un dominio de una melodía cautivadora, como demostró, a modo de nocturno, en el movimiento intermedio. El virtuosismo máximo llegaría en el tiempo conclusivo, en el que la intérprete dio la sensación de ir un paso por delante en todas las exigencias creativas que le propuso la obra. Y así se mantuvo durante toda su interpretación, con una emisión segura y poderosa, capaz de encontrar siempre una sonoridad diferente, el saxo se mantuvo siempre al nivel de la orquesta o por encima de ella, sin que por esto supusiera que la OSCyL renunciara a su protagonismo. George Jackson, que sustituyó a última hora a la prevista Elena Schwarz, mantuvo con equilibrio la labor de concertación y supo destacar ciertos timbres orquestales. Como ya se ha dicho, fue la noche del Glasslands y de la solista Jess Gillam, dentro de un universo compositivo que parece buscar la estabilidad entre las vanguardias y los gustos del público, que precisa de una solista singular y capaz, sin que eso signifique que la obra lleve al instrumento a indagar los límites de sus posibilidades sonoras.
Con Dvorák el director George Jackson -a este respecto no habrá que olvidar que acometió una sustitución de última hora- consiguió resultados más que correctos. Su versión de la Sinfonía nº7 de Dvorák sonó, por momentos algo precipitada, sin llegar a profundizar en exceso en contrastes y variedad de colores y texturas. La versión de la obra no careció de pujanza, ni dramatismo, pero eso a veces quedó poco matizado. Existieron los contrastes, pero no las matizaciones que hacen que nada sea exactamente igual. En el Poco adagio se pudo llegar más lejos en los originales diálogos entre maderas, trompas y violines, diversificando los pasajes melancólicos y las frases más tensas. Y lo mismo se puede afirmar de la tensión entre lo dramático y lo lírico del último movimiento. En todo caso, la concertación fue segura, y a los espectaculares tutti orquestales se unieron momentos como la melodía del clarinete, la de la flauta, el oboe, los diálogos de las maderas o las intervenciones de las trompas. En realidad, estuvieron inspirados todos los solistas.
Antes, para iniciar el concierto interpretaron Domov můj, que no dejó de ser una muestra de ese carácter melodioso de Dvorák. Interesante el hecho de poder escuchar una partitura que no se programa precisamente en exceso.
Fotos: OSCyL
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