La Fundación Juan March sigue siendo un brillante ejemplo de cómo las cosas pueden hacerse de forma honesta, y además hacerse bien. Una afirmación tan de perogrullo –si me permiten la licencia– que no está, sin embargo, tan en boga como pudiera parecer. El pasado 19 de septiembre tenía lugar, en el Salón azul de su sede madrileña, la presentación de la temporada musical para el curso 2017/2018 que está por comenzar. A los mandos de la misma Javier Gomá, Director de la Fundación, y Miguel Ángel Marín, Director del Departamento de música, quienes desgranaron la que será una temporada sustentada sobre las bases filosóficas y humanísticas que la Fundación lleva defendiendo desde sus orígenes. Olvídense de las típicas presentaciones en las que el programador de turno saca pecho mientras recita, como si de la tabla del siete se tratase, la plétora de estrellas que acudirán a su escenario en los próximos meses. No, en esta presentación encontramos un brillante ejemplo de lo que es la Fundación en sí misma, un fiel reflejo de su idiosincrasia, de su pensamiento, de su esencia, de su ser. Una presentación en la que hubo –como no puede ser de otra manera– notables giros humorísticos, búsqueda de complicidad con los asistentes, momentos para sacar pecho, pero también para una velada autocrítica, incluso una intención de mirar al futuro con intención de mejorar de manera ostensible.
En algo más de una hora de duración, ambos –aunque especialmente Marín– sentaron las bases de lo que será su temporada de conciertos para los próximos ocho meses. Ciñéndonos a las cifras, la Fundación ha programado un total de 150 conciertos a desarrollar entre el 27 de septiembre al 6 de junio, los cuales albergarán a un número total de 265 intérpretes y 43 conjuntos. Se interpretarán 704 obras firmadas por 329 compositores, 55 de los cuales permanencen aún vivos. Pero, como digo, la Juan March es mucho más que meras cifras. Por eso Marín no se dedicó a extraer el contenido de cada uno de los interesantes ciclos programados, si no que comenzó haciendo[se] una pregunta que parece sustancial y más que necesaria: ¿Cómo lograr que la gente comparta nuestra pasión por la música? No es, en absoluto, una pregunta sencilla, pues en ella estriba el éxito de esta y otras instituciones, pero a su vez el mantenimiento de un statu quo cultural que por momentos parece zozobrar entre la inmediatez y la estulticia a la que el consumo cultural de baja estofa nos está conduciendo a marchas forzadas en este bien entrado siglo XXI.
Cuatro son las premisas con las que Marín y la Juan March intentan dar respuesta a dicha pregunta, comenzando por la primera de ellas, y quizá más trascendente: Explorar nuevos formatos para promover una escucha comprometida. Desde luego la Fundación se afana en llevar esta premisa a los límites incluso de sus posibilidades, tanto en la forma como en el fondo. La segunda de ellas –que tiene mucho que ver con la primera y especialmente con esos límites a los que me refería– es Descubrir la dimensión teatral de la música. Es por eso que la Fundación, de la mano con el Teatro de la Zarzuela, comenzó en 2014 una singladura de notable ambición bajo el título de Teatro musical de cámara, en la que programar aquellas obras que por formato, plantilla o concepción no tienen cabida en los teatros convencionales de ópera y géneros escénicos de otro tipo. Este año, además, llegará la primera obra barroca en este apartado, con Los elementos, de Antonio Literes, como muestra. Esta premisa tendrá también su relevancia en otros ciclos y representaciones que podrán descubir –les animo a ello– visitando su programación completa en los enlaces que tienen más abajo–. Otro de los grandes empeños de la Fundación es Integrar la música española en la sala de conciertos, lo que esta temporada llevará a cabo con gran presencia de compositores e intérpretes españoles que pueden ejemplificarse en los ciclos dedicados a Salvador Bacarisse o el más desconicido Fernando Ferandiere –al que le une la importante vertiente de la investigación, otro pilar de importancia para la Fundación–, así como en el homenaje a Federico Sopeña o la presencia de numerosos jóvenes intérpretes en su ciclo específico. La cuarta y última premisa, Una temporada para todos: difusión y aprendizaje, lleva a cabo proyectos de índole didáctica para estudiantes y familias, aportando acceso a material pedagógico para profesores, reforzando la estrecha colaboración con conservatorios para que sus alumnos más brillantes puedan formar de du programación, y especialmente con el acceso, a través de sus web así como de la radiodifusión, a una gran parte de los conciertos y contenidos programados, sin olvidar el acceso presencial de forma gratuita y libre para aquel que lo desee.
Todo esto tiene cabida en sus habituales Ciclos de miércoles, Viernes temáticos [repetidos en sábado], Música en domingo y Conciertos de mediodía [lunes], en los que este años se desarrollarán ciclos como El motete, de principio a fin; Parodias y homenajes; Aula del centenario. 30 años de música española contemporánea; Duke Ellington; Poesía en música; Rarezas instrumentales; Quintetos recuperados; Oriente y la música occidental; Violinistas compositores; Compositores Sub-35 (VI); El último Britten; El universo musical de Friedrich Nietzsche; Los orígenes del canto popular; o el ambicioso Historia del cuarteto en siete conciertos, al que se ha sumado un trabajo de investigación y didáctica notable, que se ha visto reflejado en un poster muy didáctico y estéticamente impactante que queda a disposición de los asistentes a la presentación, pero también en PDF en su acceso desde la web.
Contando con un presupuesto para la programación de unos 600.000 euros, la Fundación lo vuelve a hacer: reflexión, inteligencia, musicología aplicada, y servicio público puestos a los pies de la música, sus creadores e intérpretes. Personalmente me sigue pareciendo la programación más importante de la capital, al menos desde el aspecto de aglutinar la esencia de lo que una programación cultural –musical en este caso– ha de ser. Que sigan así por muchos años, porque el panorama musical español le debe mucho, y aunque todo es susceptible de mejora, en su caso son pocos los puntos a los que se pueden poner peros. Solo nos queda esperar para disfrutar todo lo posible de tan suculenta y ambiciosa programación.
Pueden encontrar todos los detalles de la programación en el siguiente enlace, así como volver a ver la presentación.
Compartir