Por Javier Labrada
Oviedo. 31/03/15. Auditorio Príncipe Felipe. Franciso Corujo (tenor) y Ángel Cabrera (piano). Obras de Paolo Tosti y Carlos Guastavino.
Apenas ha entrado la primavera en Asturias; aun así, Francisco Corujo y Ángel Cabrera se han propuesto hablarnos ya de verano. Lo hacen trayendo consigo al Principado parte de ese radiante sol que debe brillar en Nápoles, tierra de referencia para Paolo Tosti, el compositor que ocupó toda la primera parte del programa presentado en el concierto de este pasado martes.
Contemporáneo de Puccini y natural de Ortona (pequeña ciudad a orillas del Adriático) Tosti no tuvo unos inicios fáciles. Rechazado en un primer momento por la Casa Ricordi fue reconocido antes por su voz de tenor que por sus composiciones. Canciones que, sin embargo, lo catapultarían años más tarde hacia la fama. En ellas nos habla de amor, desamor, pasión y serenatas; temas de sabor popular a los que envuelve, un poco como haría Lorca en Romancero gitano, con un halo de belleza y elegancia.
La presencia de Tosti en el programa no fue casual ya que Corujo vino al Auditorio a presentar su nuevo disco: Songs of Paolo Tosti, donde es acompañado también por el pianista Ángel Cabrera, con quien forma sin duda una pareja artística de considerable importancia.
Por una parte el canario se ha demostrado poseedor de un instrumento interesante: carnoso y muy agradable de escuchar en los registros graves y medios, aunque algo falto de brillo en el tercio agudo. A su voz la complementa un legato cuidado y una intencionalidad ciertamente acertada, que le lleva a colorear todo lo posible cada frase.
Parece el suyo un Tosti intimista, meditado, al que, acompañado por el piano, le sienta especialmente bien la delicadeza de “Malìa” e “Ideale” frente a los despliegues de medios, orquestales y vocales, que estamos acostumbrados a ver en obras como “L’ ultima canzone” o “Non t’amo più”.
Desde el piano Ángel Cabrera demanda también un papel protagónico. Acompañando siempre con diligencia y corrección no se olvida de aportar su visión de la partitura, preocupándose por dotar a la música que interpreta de matices y expresividad, algo que no siempre es frecuente entre los pianistas acompañantes.
La segunda parte del programa estaba dedicada a Carlos Guastavino, un compositor Argentino del que, al parecer, Corujo tiene pensado grabar un disco en un futuro no demasiado lejano.
Las canciones de Guastavino tienen también un importante componente popular. Algunas, como “En los surcos del amor” nos hablan de sentimientos, otras, la mayoría, nos cuentan historias. Entre este segundo grupo podemos contar “El Sanpedrino”, o “Viniendo de Chilecito”, canciones en las que Corujo, haciendo un poco de narrador, obtuvo un resultado ciertamente solvente. Parecía intención del canario no sólo abordar las notas de la partitura, sino también dotarlas de sentido, de credibilidad. Así pues pudimos ver, por ejemplo, su expresión grave al recitar los versos de Borges musicados por Guastavino en “Milonga de dos hermanos”. Detalles aparentemente menores pero que, en conjunto, consiguen sumar unos cuantos quilates al resultado final.
Generoso con las propinas nos ofreció cuatro al final del concierto: “Morucha”, una famosa canción de Juan Quintero, un bolero venezolano de Augusto Branndt “Besos en mis sueños” y “No puede ser”, la famosa romanza de Leandro en “La tabernera del puerto”, páginas que ya habíamos escuchado cantar a Corujo sin tanto acierto en el concierto homenaje a Alfredo Kraus ofrecido hace unos meses en el Teatro Filarmónica de Oviedo. En esta ocasión el canario se mostró más templado, recreándose además largo tiempo en el calderón del “la” natural situado hacia el final de la obra.
Para terminar el concierto, la pareja de artistas decidió interpretar la canción napolitana “Cuore ingrato”, retomando de esta forma el estilo musical con el que se había abierto el concierto.
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