Aunque lleva más de una década de carrera, usted empezó muy joven a estudiar canto. ¿Cómo surge este interés y quiénes le impulsan a continuar con la profesión?
En mi casa siempre se ha oído mucha música sinfónica y operística, así que puede decirse que lo llevaba en la sangre. A los 17 años ingresé en varios coros amateurs antes de empezar a tomar clases con una corista del Teatro Carlo Felice de Génova. De ahí pasé al Conservatorio Superior con la soprano Norma Palacios y después con mi actual maestro, el tenor Vittorio Terranova, con quien he debutado todos mis papeles del repertorio.
¿Cuáles fueron sus primeras actuaciones?
Empecé haciendo Malcolm en una producción de Macbeth en el Festival deidue Monti de Spoleto. La misma temporada hice la Petite Messe Solennelle de Rossini y la Misa de Gloria de Puccini, antes de debutar como Don Ottavio y Nemorino.
Cuando se es tan joven, ¿se está preparado para cantar a nivel profesional o está de acuerdo con aquella frase de Kraus que afirmaba que "el escenario hace al artista pero destruye al cantante"?
Probablemente tenga razón si el cantante hace cosas que están fuera de su vocalidad. Ayudado y aconsejado por un buen maestro y con su propio potencial no debería haber problema. El escenario no deja de ser un lugar de aprendizaje.
¿Qué aspectos técnicos básicos debe tener un cantante que empieza?
Sobre todo un buen control del fiato y del apoyo del diafragma. Kraus era casi un fanático de canto in maschera, todo el sonido estaba alto y cerca de la nariz. Hay que pensar que la garganta no se puede explorar por dentro y recolocarla, hay mucha parte cerebral, sensaciones que se producen al emitir y ayudan a hacerte una idea de tus capacidades.
En sus inicios abordó mucho repertorio rossiniano, ¿qué exigencias le plantea este repertorio?
Los papeles de baritenore de La donna del lago, Maometto II o Zelmira requieren mucha coloratura de fuerza y una extensión amplísima que comprende desde el lab grave al reb agudo. Además hay muchas cadencias, que te hacen saltar de octava con frecuencia.
También ha hecho mucho Donizetti.
Es un repertorio muy riguroso que requiere de estudio, con lo que se cimientan unas bases que me permiten afrontar Ballo in maschera o Rigoletto. En Puccini se pueden suplir ciertas carencias a cambio de generosidad. Verdi tiene relación con Donizetti, pero poseía un fuego que no tenía el de Bérgamo.
Ha llegado a afirmar que cantar Manrico es como cantar Edgardo con acento verdiano, ¿podría desarrollar esto?
Manrico es un joven impetuoso y lleno de energía que precisa de una voz cristalina y refulgente. Es un héroe romántico como Edgardo. Cuando se canta "Deserto sullaterra" hay un momento de luminosidad, de calor. Si se entra cantando como un spinto se vuelve su antagonista.
¿Qué proyectos tiene a corto plazo?
Ahora mismo me voy a Génova a hacer Traviata con Mariella Devia, después Ballo en Roma con Pappano y Elisir en Turín. En verano y principios de temporada haré varios Nabuccos con Muti, alguna Traviata en Verona, Macbeth en Chicago de nuevo con Muti y Carmen en Bilbao. Además hay un proyecto de inauguración de la nueva temporada de Roma muy ilusionante.
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