Por Aurelio M. Seco / [@AurelioSeco]
La Sociedad Filarmónica de Pontevedra fue crucial para mi formación, al igual que otras sociedades españolas lo han sido, y lo siguen siendo, para muchos músicos de nuestro país. Sus actuales responsables no lo recordarán, pero aquellos conciertos que la entidad ofrecía en el Teatro del Liceo, en el Principal, fueron los primeros a los que asistí en mi vida. A la Filarmónica se iba pagando la cuota correspondiente y únicamente por la música. Ahora sin embargo se juega a atraer a la gente a un auditorio usando vino, vermut e incluso comida como anzuelo. ¿Pero qué es eso de «acercar la música clásica al público»? Como si acercar un libro de álgebra superior a un individuo fuese suficiente para que lo necesitase y entendiese. Así estamos todos, con libros de álgebra superior ocupando las inmensas estanterías de nuestras casas sin saber muy bien por qué. ¿Y qué será eso de la «música clásica»? ¿Y a qué llamamos «entender la música»?
A la Filarmónica me acercaba porque me interesaba oír construcciones sonoras más complejas que una sencilla canción rock, por ejemplo. Cuando uno es jovencito canta canciones cuando no sabe música pero después de tocar algún estudio de Chopin, aunque sea mal, las cancioncillas pop o trap resultan tan tribales como triviales.
«Han llamado de La Filarmónica de Pontevedra. Necesitan a alguien para pasar las hojas». A veces avisaban al Conservatorio para pedir algún alumno que quisiera hacerlo, y cómo no me iba a interesar la experiencia de ver a pocos centímetros tocar a grandes artistas y tener la posibilidad de hablar un poco con ellos. Cuánto se aprendía pasando las hojas que los más grandes compositores han dejado escritas. En el Conservatorio de Pontevedra me daba clase de piano Javier del Río Meijide, pianista de gran talento cuyas clases recuerdo con agradecimiento y enorme cariño.
En la Filarmónica de Pontevedra asistí a mi primera audición del Cuarteto número 8 de Shostakóvich, una obra que me causó una profunda impresión y cuya interpretación todavía recuerdo entre brumas. Entraba, pero no por ser socio, lo confieso, sino por la amabilidad de una asociada eminente que no siempre podía asistir y que, sabiendo de mis necesidades musicales, me prestaba su carnet. No recuerdo si entonces cada socio tenía la posibilidad de invitar a alguien o no. Era bondadosa La Filarmónica de Pontevedra, en cualquier caso, que nunca le puso el más mínimo problema a un niño ilusionado por asistir a sus conciertos, muchas veces importantes, protagonizados por grandes músicos. Tengo tantos recuerdos...
La Sociedad Filarmónica de Pontevedra es una entidad importante para la ciudad. De carácter privado, soporta su temporada de conciertos anual gracias a los 320 socios que posee en el presente. El Ayuntamiento de la ciudad, con su alcalde Miguel Anxo Fernández Lores a la cabeza, le cede sus instalaciones en el Teatro Principal, como oficina y lugar para ofrecer conciertos también, una ayuda valiosa sin duda que ojalá pueda incrementarse en el futuro con una suculenta cuantía económica. Sería una justa recompensa a una trayectoria destacada, que ha pasado incluso por malos momentos (hace unos años se llegó a hablar de una posible desaparición debido al escaso número de asociados, sin duda afectada la entidad por la crisis económica. Hay varias Sociedades Filarmónicas españolas pasando penurias). La Diputación de Pontevedra, presidida desde 2015 por Carmela Silva Rego, aporta una pequeña partida anual que también sería bueno mejorar.
En los últimos años la Sociedad Filarmónica de Pontevedra ha planteado unas temporadas de creciente interés. De la mano de su actual presidente, Gonzalo Martínez Lourido, se ha establecido, por ejemplo, una fructífera relación con la Sinfónica de Galicia, una de las mejores orquestas de España y un lujo artístico cuyas orquestas, la joven y la OSG, han visitado Pontevedra en dos ocasiones en los últimos meses, siempre en la sede del Auditorio Afundación, bonito recinto obra del arquitecto español César Portela, otro de los grandes privilegios de la ciudad y autor además del Auditorio y Palacio de Congresos Mar de Vigo.
El pasado 2 de abril la Joven Orquesta de la Sinfónica de Galicia visitó la ciudad bajo la dirección de José Miguel Pérez Sierra quien, todo hay que decirlo, no estuvo tan bien como esperábamos en su trabajo de preparación y dirección de la Sinfonía nº 6 de Tchaikovsky. Antes de Sierra fue Alberto Zedda el encargado artístico de estos encuentros con los chicos. Es todo un acierto vincular a músicos jóvenes con los más experimentados maestros, pues sólo quien ha dirigido muchas veces una obra puede explicarla con absoluta claridad de criterios a los que están aprendiendo a conocerla. Aquella cita de la mano de Pérez Sierra presentó en la ciudad al joven trompetista Andrés Álvarez Toirán, quien interpretó el famoso Concierto para trompeta de Hummel.
Aquel concierto fue, con todo, interesante y un primer paso de una relación que, hace unos días, permitió ver a la jovencísima violinista española de quince años, María Dueñas, debutar en la entidad tocando el Primer concierto de Paganini con la Sinfónica de Galicia bajo la dirección de su titular, Dima Slobodeniouk, a un nivel que pocas veces se puede ver hoy en el mundo. Dueñas es jovencísima, pero su energía vibrante, desbordante incluso, pura, su personalidad, su precioso sonido y vibrato, perfecta afinación y extraordinaria capacidad técnica hacen de ella una de las revelaciones musicales más importantes del actual contexto musical internacional. Y si Pontevedra se puede jactar de ser el lugar de procedencia de uno de los más prestigiosos violinistas que ha dado la Historia de la Música, como es Manuel Quiroga, el pasado 1 de noviembre acogió a una de las que están llamadas a convertirse en una referencia en el futuro. Ver veremos, porque estamos acostumbrados a que la mediocridad ideológica reinante acabe estropeando incluso a los mejores. Esperemos que sus profesores y personas más cercanas sepan aconsejar a la violinista correctamente para que no se pierda en el siempre difícil mundo del éxito o en los tan peligrosos fundamentalismos historicistas, capaces de convertir a un gran artista en un mal músico. Dueñas aprende en Viena con un gran maestro, Boris Kuschnir, y ha sabido dar bien sus primeros pasos al elegir agencia. La inteligencia de un artista también se demuestra a la hora de elegir vestuario para presentarse en público. Hasta en este detalle deslumbró la violinista, que ya ha anunciado en una reciente entrevista una gira por EEUU de la mano de Marek Janowsky. Increíble.
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