Por Javier del Olivo
En el extenso y genial corpus beethoveniano sólo podemos hacer referencia a una gran obra lírica y aunque la voz siempre fue importante para Beethoven (ahí tenemos sus lieder o la inclusión de la “oda a la alegría” de Schiller en su novena sinfonía) sólo nos ha llegado una ópera firmada por él: Fidelio.
Se piensa que en Bonn pudo estudiar de cerca las obras de autores como Salieri, Gluck o Pasiello, pero no será hasta 1803 cuando el director del Theater an der Wien de la capital austriaca, Schikaneder (que había sido libretista de la flauta mágica de Mozart) le proponga la elaboración de una ópera, decisión que ratificará su sustituto en el cargo, el conde von Braun. Se decide que la historia elegida será (con Joseph Sonnleither como traductor del libreto, quel modificará superficialmente Beethoven) la obra “Leonora o el amor conyugal” del francés Jean-François Bouilly. “Leonora” contaba los actos heroicos para salvar a su marido preso de una aristócrata, vecina de la ciudad francesa de Tours, aunque trasladando la acción a España. Este libreto se utilizó para otras dos óperas anteriores a la de Beethoven: Leonora, estrenada en París por Pierre Gaveaux y, la versión en italiano del mismo libreto con música de Ferdiando Paër, estrenada en Dresde en 1804. La primera representación de la “Leonora” beethoveniana tuvo lugar el 20 de noviembre de 1805, y contó con tres actos. Sólo hubo tres representaciones. Beethoven, ayudado, entre otros, por el poeta Collin, cambia algunos detalles del libreto y compone, para encabezar la ópera la que conocemos como obertura Leonora III. El 29 de marzo de 1806 tiene lugar el nuevo estreno que también es un fracaso. Enemistado con el teatro, Beethoven no retomará la ópera hasta 1814. Entonces, con la ayuda del erudito Georg Friedrich Treitschke, dará importantes cambios al libreto, volviendo a los dos actos del original, e introduciendo, como ejemplo, un verso de la oda a la alegría, de la que hablábamos al principio, en el coro final: “Quien haya conquistado a una mujer querida, que se una a nuestra alegría”. También se incorpora la obertura Fidelio, que no se tocará en la primera representación (el 23 de mayo de 1814) pero sí en la segunda. Esta vez el éxito es clamoroso e influirá en la nueva generación de músicos (de un joven Schubert se dice que vendió sus libros para acudir a una representación de la obra).
La novelesca acción se desarrolla en una cárcel donde Leonora, mujer del preso Florestán (arrestado injustamente dos años atrás por enfrentarse a un noble, Pizarro, alcaide de la cárcel) se ha introducido, disfrazada de hombre y haciéndose llamar Fidelio (nombre muy apropiado para los sentimientos de la protagonista) como ayudante del guardián de la prisión, Rocco. Éste, por orden de Pizarro, está matando de hambre a Florestán. Pero ante una inminente inspección, Pizarro conmina a Rocco a cavar una tumba en las mazmorras, pues quiere matar personalmente al prisionero. Leonora, aunque no conoce el plan, intenta por todos los medios ayudar a Rocco y así poder a ver a Florestán. Ya en el segundo acto, Rocco y Leonora bajan a lo más profundo de la prisión pero, antes de que aparezca Pizarro, Leonora se esconde y cuando el tirano quiere matar a su marido con una daga se interpone esgrimiendo una pistola. En ese momento se anuncia la llegada del ministro, Don Fernando, y el plan de Pizarro es descubierto y él arrestado. También Fidelio revela su auténtica identidad y todos cantan la valentía de la esposa mientras libra de las cadenas a su marido.
Y es que Fidelio es una obra que trae aires de libertad, de cambio. Es hija de la Revolución Francesa y madre del Romanticismo. Compuesta en una época de cambios en la evolución musical de Beethoven y hundiendo sus orígenes en una cantata que Beethoven había compuesto a la muerte de su admirado José II, emperador de Austria, tiene características que la entroncan con el clasicismo (sobre todo los primeros números que nos pueden recordar al mejor Mozart) pero también otras que la unen con sus obras de plena madurez, como podemos apreciar en el indudable entramado sinfónico de la ópera. Y por eso mismo en la ópera encontramos grandes momentos heroicos unidos con la vida cotidiana en la prisión, con la vida menos espectacular del guardián, su hija y su ayudante.
En cuanto a los momentos más señeros destacaríamos el coro de los prisioneros, el cuarteto y el final del acto primero , el aria de Florestán del segundo acto(de indudable dificultad técnica pero de brillante resolución) y el impresionante concertante con el que acaba la obra. Pero en toda la ópera veremos la inspiración magistral de Beethoven que hace de Fidelio una obra imprescindible del repertorio operístico.
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