Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Fidelio de Beethoven, en la temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España, bajo la dirección de David Afkham
Un apreciable Fidelio abre la temporada de la OCNE
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 22-IX-2024, Auditorio Nacional. Temporada Orquesta y Coro Nacionales de España. Fidelio, Op. 72 (Ludwig van Beethoven). Eleanor Lyons (Leonora), Maximilian Schmitt (Florestán), Elena Sancho (Marzelline), Peter Rose (Rocco), Werner van Mechelen (Don Pizarro), Roger Padullés (Jacquino), Matthias Winckhler (Don Fernando), Fernando Aguilera (Prisionero 1), Federico Gallar (Prisionero 2), Joaquín Notario (Narrador). Orquesta y Coro Nacionales de España. Director musical: David Afkham. Concepto escénico: Helena Pimenta.
La Orquesta y Coro Nacionales de España han comenzado su temporada 2024-25 con una ópera tan especial como Fidelio o el amor conyugal, única aportación al teatro lírico por parte de Ludwig van Beethoven. El genio indiscutible en tantos campos de la música no se desenvolvió con tanta facilidad en el mundo teatral y su única ópera tuvo hasta tres versiones, 1805, 1806 y la definitiva de 1814.
La pièce à sauvetage –ópera de rescate-, los elementos sentimentales y de ligereza, propios del singspiel –género musical germánico que combina diálogo hablado con números musicales- ceden ante el fundamental mensaje con ambición de transcendencia, siempre esencial en Beethoven, convencido de que la música debía contener un mensaje Universal, un ideal humanista, que haga avanzar a la civilización y la haga mejor. La justicia, la fraternidad, la libertad, la fuerza del amor y de la lealtad, como valores que deben regir una sociedad, se imponen y realzan a través de una música excelsa, propia de la inspiración del genio de Bonn.
Se optó, afortunadamente, por una versión dramatizada o semiescenificada, porque, como subrayo habitualmente, se deben desterrar de una vez y para siempre, las versiones en concierto con los cantantes tiesos como una vela «leyendo la cartilla». Asimismo, para facilitar la conexión de todo tipo de público con la obra, se sustituyeron los diálogos en alemán por un narrador interpretado por el excelente actor Joaquín Notario que, por supuesto, estuvo espléndido. Nada que objetar a esta propuesta, salvo que personalmente hubiera evitado algún momento de narración sobre la música y, especialmente, me pareció discutible la resolución de muy dramática escena del segundo acto, en la que Fidelio-Leonora se ve obligada a bajar a la mazmorra y cavar la tumba de su propio esposo. En la misma, Beethoven se vale del melodram –texto hablado sobre fondo instrumental- y, particularmente, hubiera mantenido en este pasaje los diálogos originales sobre el fondo musical, pues me parece que atesoran mayor fuerza dramática y los sobretítulos evitan cualquier problema de comprensión del texto.
Muy somero, pero con cierta eficacia, al aprovechar el escaso espacio disponible por la presencia de orquesta y coro, el concepto escénico de Helena Pimenta, que se sirvió especialmente de la hábil iluminación y de colores negros y rojos en el vestuario y demás complementos, excepto el blanco del narrador. La interrelación entre los personajes y el limitado, pero presente, movimiento escénico contribuyeron a dotar de cierto dinamismo al desarrollo dramático de la obra.
David Afkham, que dirigió con batuta en esta ocasión, optó por interpretar la obertura de Fidelio y renunció a la Leonora III, previa a la escena final, una pieza excelsa, pero que entorpece el desarrollo dramático y ralentiza el desenlace. Bien organizada la dirección del titular de la orquesta, con búsqueda de contrastes y clímax, sin poder evitar cierta morosidad en algunos pasajes, como en la parte central de la obertura para contrastar con una coda vertiginosa. La Orquesta Nacional alcanzó un gran nivel, con un sonido de calidad, compacto, brillante y pulidísimo, destacando una cuerda tersa y empastada. A destacar la cuerda grave en la introducción al recitativo de la gran aria de Leonora del primer acto. Magníficas también las maderas, como el oboe de Víctor Manuel Ánchel en el allegro del aria de Florestán. No tan seguras las trompas, tan reclamadas en la orquestación de Beethoven, como pudo comprobarse en el obbligato de la referida escena de la soprano en el primer capítulo. Faltó algo de magia al sublime cuarteto con canon «MIr sit so wunderbar». El preludio del segundo acto que introduce el aria de Florestán dibujó adecuadamente la atmósfera lúgubre y siniestra, así como resultó vibrante el magnífico dúo del reencuentro entre los esposos «O namenlose Freude». Brillante e incandescente fue el gran final, en el que el coro Nacional dirigido por Miguel Ángel García Cañamero, entregado, sonoro, vigoroso y empastado, puso la guinda a la magnífica actuación de la sección masculina en el coro de prisioneros del primer acto.
De la distribución vocal, cabe destacar a la soprano australiana Eleanor Lyons de emisión franca y ortodoxa, centro consistente y agudos bien timbrados. Se trata de una soprano lírica, un tanto justa para el papel, desguarnecida en el grave, que acometió con seguridad e irreprochable musicalidad una línea de canto compleja y exigente como la de Leonora. En lo interpretativo le faltó algo de expresividad, temperamento y acentos más dramáticos. La donostiarra Elena Sancho, un tanto envarada en escena, cantó con su habitual refinamiento y buen gusto la Marzelline. Este personaje, al que el desenlace de la ópera, jubiloso para todos y que ensalza los ideales de justicia y libertad, le sume en la desolación, pues descubre que su enamorado Fidelio es una mujer que acaba de rescatar y reencontrarse con su esposo.
El tenor Massimilian Schmitt con un timbre ingrato y apreciable vibrato, de suficiente proyección, pero de medios eminentemente líricos, compuso un solvente Florestán, aunque se mostró superado por la agudísima tesitura del allegro de su gran aria del acto segundo. Un tanto desdibujado -engolado, duro y pobre tímbricamente- el Pizarro de Werner van Mechelen. Mucho más satisfactorio resultó el Rocco, humano y bonancible, del avezado bajo Peter Rose, de rotundos medios y apropiada solidez en el grave. Impecable la pulcritud canora demostrada por Roger Padullés como Jaquino y nobles modos, afines al personaje, los de Matthias Winckhler como el ministro Don Fernando.
Grandes ovaciones del público certificaron el considerable éxito de este Fidelio con el que la Orquesta y Coro Nacionales de España han abierto temporada.
Fotos: OCNE
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