Por Aurelio M. Seco
Si decimos que no a la amplificación en música no es por asumir una pose elitista ni por norma, es porque, aunque haya gente que no lo perciba, en realidad el sonido de las voces, cuando las hay, y las orquestas, aunque estén muy bien amplificado, no llegan de manera uniforme y, además, se percibe sin los suficientes armónicos ni resonancia. Qué duda cabe que el lugar perfecto para la audición de música sigue siendo el auditorio o teatro, aun asumiendo que hay teatros y salas de conciertos con una acústica tan mala como para no acudir. Por supuesto, siempre habrá personas capaces de oír música con una estación de tren al lado, o incluso, siendo algo menos exagerados, quienes justifican la amplificación diciendo que es el futuro. Es posible que la amplificación sea el futuro para algún tipo de evento musical –no para todos-, pero sólo si llega a conseguir un grado de reproducción más fiel de la sonoridad natural.
A lo largo de mi trayectoria como crítico he vivido experiencias amplificadas muy poco gratificantes. Casi todas las temporadas aparece uno o dos gestores llamados a descubrir el verano al público programando alguna función al aire libre. A veces le inspiran unas bellas ruinas, otras una plaza de toros para hacer Carmen, en fin, que...
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