Distintas formaciones camerísticas integradas por Alissa Margulis, Anne Margrethe Nilsen y Alexander Sitkovetsky (violínes), Tomoko Akasaka y Rasvan Popovici (violas), Natalia Margulis (violonchelo), Uxía Martínez Botana (contrabajo), Juan Antonio López (flauta), José Antonio Gonzaga (oboe), Juan Crisóstomo Subiela (clarinete), Antonio Lozano (fagot) y Alexander Moustachiev (trompa) interpretan obras de Dubois y Sphor. La Franz Schubert Philharmonia interpreta obras de Bruch y Mendelssohn con Tomás Grau y Jesús Reina
Intensas jornadas de clausura
Por José Antonio Cantón
Málaga, 11-VI-2022. X Festival Internacional de Música de Cámara «Málaga Clásica». Teatro Echegaray. Distintas formaciones camerísticas integradas por: Alissa Margulis, Anne Margrethe Nilsen y Alexander Sitkovetsky (violínes), Tomoko Akasaka y Rasvan Popovici (violas), Natalia Margulis (violonchelo), Uxía Martínez (contrabajo), Juan Antonio López (flauta), José Antonio Gonzaga (oboe), Juan Crisóstomo Subiela (clarinete), Antonio Lozano (fagot) y Alexander Moustachiev (trompa). Obras de Dubois y Sphor. Teatro Cervantes. 12-VI-2022. Franz Schubert Philharmonia. Solista: Jesús Reina (violín). Director: Tomás Grau. Obras de Bruch y Mendelssohn.
En ese proceso de crecimiento en número de componentes de las distintas formaciones de cámara que se han ido produciendo a lo largo de las jornadas de la presente edición del Festival se ha llegado en la sexta, titulada ‘Virtuosismo’, a los umbrales de la formación orquestal, con la presentación de dos obras de amplio espectro instrumental como tienen el Noneto en fa, Op. 31 de Louis Spohr y el Dixtour (“deceto”) en re de Théodore Dubois, que prácticamente producen en su escucha el efecto de estar en presencia de una orquesta de cámara, como bien explicó en unas palabras previas la violinista Anne Margrethe Nilsen, codirectora artística de este evento.
En la obra del alemán Sphor, como ocurrió con el Octeto de Mendelssohn la jornada anterior, el violinista británico de ascendencia rusa Alexander Sitkovetsky asumió el papel de concertino con gran determinación gestual, haciendo suya la totalidad de la composición en su efecto global, en este caso creando respuesta al color que emanaba de los solistas del quinteto de viento perteneciente a la Orquesta Filarmónica de Málaga. Marcó el compás binario del allegro inicial como impulso de su tema principal, que terminaba imponiéndose repetidamente a lo largo de este movimiento. Volvió a destacar en el primer trío del Scherzo que le sigue, adquiriendo protagonismo los instrumentos de viento en el segundo sin que por ello dejara el violinista de estar atento a las dinámicas de conjunto. Éste se manifestó perfectamente ensamblado en el Adagio, destacando la excelente aportación de Uxía Martínez Botana con la hermosa sonoridad ground de su perfectamente afinado contrabajo, que facilitaba y enriquecía la conmovedora respuesta del grupo antes de la vivacidad que emplearon en el bullicioso tiempo final, tocado con desparpajo, alegría y una clara orientación de sinfonismo clásico creando una multitud de coloreados tonos, una de la características fundamentales de esta pieza muy apreciada por la afición en las dos décadas siguientes a su estreno en 1813.
No tan brillante desde el punto de vista creativo hay que considerar el «deceto» del francés Dubois pese a la corrección técnica de su escritura y su inspiración basada en cánones románticos. Una de las razones de su programación ha sido mostrar el haberse alcanzado diez instrumentos y, sobre todo, por su rareza en las salas de concierto incluso en el repertorio fonográfico, razones más que suficientes para programarlo y así llegar a experimentar y hasta disfrutar de su escucha. Anne Margrethe Nilsen se incorporaba al grupo junto a Tomoko Akasaka que sustituía a su compañero el violista Popovici. Todos se esforzaron en elevar el tono estético de sus cuatro movimientos realzando el colorido resultante de los diálogos surgidos de constantes combinaciones entre los vientos y las cuerdas, que dejaban en los tutti una manifiesta sensación de plenitud orquestal, meta felizmente conseguida por la dirección artística del Festival en su deseo de que el contenido de su décimo aniversario sirviera para exponer la evolución instrumental de la música de cámara fundamentalmente a lo largo del periodo romántico.
Para concluir, ‘Malaga Clásica’ ha contado en su jornada de clausura con la participación de la Franz Schubert Filharmonia, una formación orquestal privada que ha progresado llamativamente en las últimas temporadas bajo la batuta de su titular, el maestro Tomás Grau, que ha entendido este proyecto como una realidad artística en constantes crecimiento y perfeccionamiento. Se presentaba con un programa muy atractivo que llevaba por título ‘Fortísimo’, que incluía el Concierto para violín No. 1 en sol menor, op. 26 de Max Bruch y la Sinfonía no. 4, ‘La Italiana’ en la mayor, Op. 90 de Felix Mendelssohn.
Jesús Reina, codirector del Festival, asumió el protagonismo de solista en el primer caso con esa determinación resultante del absoluto dominio que tiene de esta obra, cualidad que se manifestó nada más empezar el primer allegro con esa manera rapsódica que requiere su exposición. Se erigía así en absoluto foco de atención en contraste con la orquesta, que sustentaba el canto en su extraordinaria sección de cuerda con la que Reina dialogaba al modo propio que sucede en la música de cámara, característica muy apreciada para extraer todas las tensiones y modulaciones que pide la obra. El Adagio central surgió de manera natural para equilibrar la emocionalidad constante del tiempo anterior, prodigándose una variada conversación musical entre los dos elementos concertantes hasta la última exposición temática del violín, que el solista orientó como una reafirmación de la belleza de la inspiración que lo sustenta antes de afrontar el último allegro de la obra en el que Jesús Reina hizo toda una exhibición con sus dos temas, dejando esa sensación de querer conducir su ejecución por los derroteros estéticos que caracterizan la riquísima tradición violinística del bajo valle del Danubio. La reacción del público fue tan unánime en su reconocimiento que el maestro Reina tuvo la deferencia de corresponderle con la exquisita pieza titulada Ménétrier que abre la suite Impressions d'enfance, op. 28, del gran músico rumano George Enescu, que enlazaba espiritualmente a modo de perfecta evolución con el sentido dado al último movimiento del concierto, convirtiéndose así en uno de los momentos estelares de la velada por su alto nivel de musicalidad.
Tomás Grau hizo todo un ejercicio de concentración, impulso y comunicación en su dirección de la famosa Cuarta sinfonía, “La Italiana” de Mendelssohn programada para la segunda parte del concierto que se produjo sin descanso. Ante todo hay que mencionar la precisión de la cuerda en staccato, picando las notas con una instantaneidad realmente admirable, no siendo superado este efecto por los instrumentos de viento, que sí fueron creciendo en expresividad conforme se integraban plenamente en el discurso del primer allegro. Un cuidado aire cantábile se impuso en el Andante, favorecido por la manera de ligar del director, muy bien respondido por la orquesta en este sentido. Destacó el trío del tercer tiempo, un scherzo que acentuó el director en los intercambios motívicos entre la cuerda y los vientos, dejando la sensación de que ambas secciones instrumentales requieren más y mejor conjunción en homologación expresiva. Ésta se enriqueció en el saltarello final conforme el torbellino de su aire presto se imponía de manera brillante desde las indicaciones del maestro Grau.
Los directores del Festival, los violinistas Jesús Reina y Anne Margrethe Nilsen, sorprendieron al público con un regalo consistente en la interpretación de Navarra, dúo para dos violines y orquesta, op. 33, del mítico Pablo Sarasate. Los automatismos técnicos y expresivos generados entre ambos facilitaron que se alcanzara una versión espectacular de esta obra, que provocó el entusiasmo del público a través de un interminable aplauso. La orquesta quiso homenajear al compositor que le da nombre con una interpretación de la Obertura en estilo italiano, D 590 de Franz Schubert, dirigida con suma elegancia por parte del director, obra que supuso la conclusión definitiva de esta décima edición del Festival ‘Málaga Clásica” que pasará como una de las más brillantes de su corta pero intensa historia, reafirmándose así una vez más como un referente musical de la vida cultural malagueña.
Fotos: Álvaro Cabrera
Compartir