Distintas formaciones camerísticas integradas por Rumen Cvetkov (viola), Anna Margrethe Nilsen (violín), Nils Nilsen (tenor), Jesús Reina (violín), Antonio Ortiz y Josu De Solaun (piano) y Gabriel Ureña (violonchelo) interpretan obras de Bach, Beethoven, Brahms, Cassadó, Dvořák, Lara, Lekeu, Ponce y Poulenc.
Brillante inicio
Por José Antonio Cantón
Málaga, 06 y 07-VI-2022. Teatro Echegaray. X Festival Málaga Clásica- Festival Internacional de Música de Cámara. Distintas formaciones camerísticas integradas por: Rumen Cvetkov (viola), Anna Margrethe Nilsen (violín), Nils Nilsen (tenor), Jesús Reina (violín), Antonio Ortiz y Josu De Solaun (piano) y Gabriel Ureña (violonchelo). Obras de Bach, Beethoven, Brahms, Cassadó, Dvořák, Lara, Lekeu, Ponce y Poulenc.
Siete escogidos conciertos van a dar contenido a la edición del décimo aniversario del Festival ‘Málaga Clásica’ dirigido por los violinistas Anne Margrethe Nielsen y Jesús Reina, en esta ocasión, para dar una visión amplia de este género musical que va a ir creciendo en número de intérpretes a lo largo de cada programa, en una clara intención didáctica por parte de sus organizadores de dejar una visión de las distintas formaciones instrumentales posibles a través de unas composiciones que, en su gran mayoría, son absolutos referentes del repertorio.
Con el título «Anacrusa» se denominó al concierto inaugural, haciendo metáfora con la naturaleza de esta nota musical inicial de un fragmento previo al contenido temático de un determinado pasaje de una obra. Después de unas palabras aclaratorias del maestro Reina a modo de amenas notas de programa de mano, sonaron los primeros compases del Nocturne de Gillaume Lekeu perteneciente a sus Tres poemas, acompañados en esta ocasión por cuarteto de cuerda, dejando una excelente impresión de la voz del tenor Nils Nilsen, que supo posteriormente entrar en la canción hispana con gran determinación impulsado por el aderezado acompañamiento de Josu De Solaun con Estrellita y Granada de los mejicanos Ponce y Lara, respectivamente.
Tras la popularidad de tales momentos se presentaba la obra de más enjundia del programa: la Gran fuga, op.133 de Beethoven. El cuarteto formado por Reina, Nielsen, Cvetkov y Ureña asumió la responsabilidad de su interpretación desde una disciplina de grupo verdaderamente admirable, que reflejaba la asunción de las tensiones, conflictos y antagonismos que contiene esta obra, podría decirse, una de las creaciones culmen del pensamiento musical del autor y referente absoluto como resumen de impresionante corpus de cuartetos, como bien reflejaron las palabras de Jesús Reina antes de su ejecución, que significó el momento más enigmático a la vez que trascendente de la velada.
Ésta culminó con el Quinteto en la, Op. 81 de Antonin Dvořák, una de las composiciones de cámara más gratificantes del maestro nacido en Bohemia. A los instrumentistas de cuerda antes mencionados se unió el pianista De Solaun para enriquecer ese carácter polifónico que propone el compositor. El primer movimiento destacó por el sentido rítmico de conjunto que favorecía el canto de su discurso, que llegaba a su culminación con la entonación del tema principal en una muestra de tensión colectiva. El carácter épico de la dumka (canción eslava) en la que se basa el segundo tiempo surgía desde el primer sonido, de modo especial en los registros altos del teclado durante su primera parte, de marcado carácter melancólico. La segunda la dinamizaron haciendo más ligero su desarrollo, preparando el sentido danzante del tercer tema en el que destacaba el contrapunto del piano. El carácter furioso del tercer movimiento quedó diluido en los mensajes que se enviaban los instrumentos entre sí enfatizando su contenido eslavo. El aire de polka se hizo presente en el Allegro final, en el que destacó esa especie de danza pastoril central que sirvió para contrastar la enérgica coda final. La respuesta del público fue unánime en entusiasmo y entrega a los músicos, que culminaron esta inauguración del Festival con absoluta convicción artística, lo que facilitó el éxito alcanzado.
La segunda jornada del Festival, que llevaba por título «Crescendo», se inició con una preciosa página de Juan Sebastián Bach, el Adagio que abre su Primera sonata para violín, BWV 1001 interpretado por Jesús Reina, al que imprimió esa expresividad pausada que paradójicamente no impidió que la expusiera como si fuera una tocata improvisada con sentida elegancia en todos sus matices.
A partir de esta apertura, el concierto fue creciendo en interés hasta producirse algunas actuaciones que quedarán entre las mejores de la historia del Festival como la protagonizada por el tenor Nils Nielsen acompañado por Josu De Solaun cantando seis exquisitos lieder del mejor repertorio francés de entre los siglos XIX y XX pertenecientes a Fauré, Hahn y Poulenc con los que se pudo disfrutar del crecimiento vocal de este cantante noruego que derrochó gusto y sensibilidad canora con una inmensa riqueza poética, favorecido por el absoluto arte de repertorista total que desarrolló el pianista valenciano sabiendo en cada momento llegar a ese equilibrio entre la voz y el instrumento, al mantener siempre ese grado de intensidad y variedad expresivas que requieren cada una de las palabras en sí y su sentido dentro del relato contenido en el texto.
Otro tanto en importancia se puede aplicar a la interpretación que hicieron Reina y De Solaun de la Segunda sonata para violín y piano de Johannes Brahms, con la que demostraron todo un ejercicio de intuición musical compartida llegando a unos límites nuevos en la concepción de esta obra, hecho que sólo se podía entender desde el alto nivel de conocimiento mutuo que les permitía descubrir nuevas posibilidades líricas y diferentes proyecciones estilísticas de corte contrapuntístico y hasta puede decirse orquestal, dado su desarrollo polifónico muy enfatizado por De Solaun que permitía se destacara como contraste el virtuosismo de Reina. Dieron así honor a esta obra cimera del repertorio camerístico brahmsiano.
Esta segunda jornada terminó con el Trío con piano en do mayor de Gaspar Cassadó a cargo de Anna Margrethe Nielsen, Gabriel Ureña y el pianista malagueño Antonio Ortiz. Los tres se adentraron en el carácter español de la obra con todas sus consecuencias. De tal modo que en el primer tiempo, que contiene dos allegros, un risoluto inicial y el «no demasiado» segundo, se atuvieron a su estructura sonatística tradicional pero enfatizando en todo momento su ineludible aire español de sones que recordaban el sonido de la guitarra. Fueron muy respetuosos con la puntuación que propone Cassadó en el segundo, especialmente Ureña que quería recordar desde su violonchelo la excelencia instrumental del gran maestro barcelonés embelleciendo sus adornos con destellos en ataque, efecto que se fue incrementando entre los instrumentos, favoreciendo así sus traslaciones de canto sereno para terminar con ese recitado que pide el compositor antes del apasionado moderado que lleva al vitalista allegro final, que levantó al auditorio de los asientos en un gesto de admiración ante tan sentida interpretación.
Un año más se impone en este Festival la música como esencial protagonista, servida por un plantel de intérpretes que se conocen y entienden a la perfección hasta el punto de hacer de sus actuaciones toda una experiencia de jovial y justificada autocomplacencia, conectando con el público al que lleva a sentirse rodeado de arte, divertimento y gozo en todo momento. Sin duda, este es uno de los secretos de la bondad de este Festival, que se ha convertido en un referente cada vez más sólido y necesario de la temporada musical malagueña.
Fotos: Daniel Pérez
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