La Osteria della Giarrettiera es aqui un hotel de cinco estrellas y la epoca la de los anos 50/60 del pasado siglo. Los dos sirvientes, Bardolfo y Pistola, tiene pinta de matones mafiosos, copiados evidentemente de los dos gangsters del Musical "Kiss me, Kate!" de Cole Porter; Ford entra en la sala del Club de Caballeros del mismo hotel, donde precedentemente y con gran escandalo irrumpe una superdimensionada Quickly, vestida de millonario texano con un maletin lleno de dólares; de su casa, en la posterior cita con Alice y las otras comadres, apreciamos una cocina en formica modernísima por la época y con todo "de verdad", desde el horno hasta el pavo que se sirve a la mesa. Mesa que substituye al biombo ya que los enamorados Fenton y Nannetta, con dos botellas de cerveza y la radio de transistor, allí se esconden para hacer el amor besucandose.
La escena final es la mas surreal y tiene, por fin, una ambientación fantástica aun sin que la encina de Herne aparezca por ningun lado. Luego se recompone la sala del hotel y todos, ya vestidos de gala, celebran la gran cena ofrecida por Falstaff.
El reparto en la Scala ha sido modélico y, dicho sea sin querer parecer nacionalista a ultranza, "todo italiano" ya que la única extranjera en el reparto, la preciosa, fresca y radiante Irina Lungu, amén de cantar como un hada, se la considera por formaciòn y matrimonio una italiana más. Ambrogio Maestri (y el cover del que pudimos apreciar la calidad en el ensayo general: Elia Fabian) ademas de legítimo italiano es la encarnación real del personaje, que domnina de tal manera que le queda pegado como una segunda piel. Como le pasa a su companero de cuerda, Leo Nucci, con Rigoletto.
Será dificil -no digo imposible- hoy en dia encontrar dos interpretes más adecuados a estos dos respectivos roles. Sin nada sacar a los grandes pasados y venideros, pero es que lo que trasmite el buen Ambrogio, queridisimo por el publico de la Scala y no solo por ser lombardo, es que se divierte y se ensimisma en el rol del viejo y gordo Lord. Los matices, las intenciones con las que literalmente paladea su particella, como un buen gourmet el plato, no tienen precio, ya sea por la potencia de una voz que se vuelve autoritaria y penetrante en el forte, ya sea por el gusto y la gracia en ultizar irónicamente el falsete, o bien las medias voces o las palabras casi susurradas pero perceptibles en los rincones mas apartados de los palcos. En una palabra: genial. Y que conste que este adjetivo me he prometido no utlizarlo por abusado!
Los varones en su entorno no desmerecen, todo lo contrario: el validisimo Ford de Fabio Capitanucci, impagable en su travestismo; el romántico y muy bien cantado Fenton de Francesco Demuro, un tenor in progress del que es lícito esperarse grandes cosas; los excelentes Giovanni Botta (Bardolfo) y Alessandro Guerzoni (Pistola), ladrones de verdad e irresistibles meteteentodo, el doctor Cajus de Carlo Bosi, un empleado del catastro, moralista y oportunamente chillón.
Entre las mujeres, la nota sobresaliente con laude la ha merecido Daniela Barcellona, en su debut como Quickly. La inteligencia de Carsen y la autoironia de la artista, han logrado lo imposible: que esta monumental mujer en lugar de disimular su figura la supiera aprovechar con resultados teatrales hilarantes. Los menos jovenes entre nuestros lectores se acordarán de la actriz Mary Sampere: pues figúrense algo equivalente. Su aparecer en escena, en el comedor del hotel donde la esperaban las amigas, con un tocado digno de la mas fantasiosa de las modistas de los cincuenta, ya de por si valia el billete de la butaca.
La interpretaciòn fue in crescendo por la exuberante vocalidad, el buen tino de la interprete, llegando en el ultimo acto a hacer una caricatura muy real de la reina Isabel de Inglaterra, con su falda escocesa, las botas de goma y el paraguas con los que fue fotagrafiada en una escena que en su dia causò escandalo. Otra vez, y me repito: genial.