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Crítica: Fabien Gabel y Hakan Hardenberger con la Sinfónica de Galicia

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Autor: Julián Carrillo Sanz
25 de enero de 2022

El director Fabien Gabel y el trompetista Hakan Hardenberger visitan la temporada de la Orquesta Sinfónica de Galicia en La Coruña para interpretar obras de Aubert, Henri Fredien Tomasi, Richard Strauss y Florent Schmitt

Fabien Gabel

Rutinas fuera (para todos los públicos) 


Por Julián Carrillo Sanz | @Quetzal007
La Coruña, 21 y 22-I-2022, Palacio de la Ópera, Orquesta Sinfónica de Galicia. Programa: Louis Aubert, Habanera; Henri Fredien Tomasi, Concierto para trompeta (Primera vez por la OSG); Richard Strauss, Salomé: Danza de los siete velos; Florent Schmitt (1870-1958) La tragédie de Salomé, op. 50 (Primera vez por la OSG). Hakan Hardenberger, trompeta. Fabien Gabel, director.

   Programa fuera de rutina el de la Orquesta Sinfónica de Galicia de este fin de semana: dos obras de música francesa -música periférica de dentro afuera, como indica en sus siempre instructivas y bien documentadas notas Xoán M. Carreira- en la primera parte. En la segunda, la siempre bien acogida Danza de los siete velos de Richard Strauss y, otra vez periferia francesa,  esa Tragédie de Salomé llena de inspiración. Un programa que se podría calificar como «apto para todos los públicos» y con una doble coherencia, tanto por el origen de esas tres obras como por la temática de la segunda parte. 

   Infunde esperanza ver cómo el Palacio de la Ópera va llenándose poco a poco de un público más numeroso a cada concierto; lo que, esperemos, parece cumplir aquel eslogan un tanto cursi  de los años 70 / 80 de la no menos cursi Medalla del Amor, «Hoy te quiero más que ayer pero menos que mañana». Un público que dispensó una gran acogida al concierto, de cuyo éxito fueron responsables tanto el solista y el director como todos y cada uno de los miembros de esta orquesta a la que más de ocho temporadas de titularidad de Dima Slobodeniouk han hecho crecer aún más en ductilidad y calidad de sonido.

   La Habanera de Aubert, que abría concierto, fue interpretada con una sutil gradación dinámica, riqueza de matices, una buena tensión expresiva y una intención llena de sugerencia de lejanos recuerdos. Tras esta el concierto de Fredien Tomasi, un tour de force y piedra de toque para cualquier trompetista, tuvo una magnífica interpretación por parte de Hakan Hardenberger. La paleta de colores de su sonido parece no tener fin –como el aire de sus pulmones con un fiato aparentemente infinito-. Su generosísimo fraseo  se luce en la límpida brillantez y las agilidades del Fantasque inicial, contrastada con la lejanía  o veladuras  de las distintas sordinas empleadas. El Andante central fue un Nocturno lleno de onírica delicadeza. Y el Allegro final estuvo lleno de la viveza que marca el autor. Soberbia versión del músico sueco magníficamente acompañada por la OSG y Fabien Gabel.

   La Danza de los siete velos de Strauss es un clásico en el se puede fácilmente caer en el desenfreno dinámico. La versión de Fabel al frente de la Sinfónica tuvo los contrastes necesarios con una buena gradación de la intensidad sonora, pero lo más notable fue su capacidad de expresión y sugerencia. Algo que sumar a su gran precisión y claridad gestual.

   La tragédie de Salomé es una suite derivada del ballet homónimo de Schmitt que parece escrita expresamente como final de  un concierto por su amplísima orquestación y su división en cinco partes extraídas de sus dos actos. Requiere un virtuosismo orquestal y un gran control del sonido por parte del director y ambas condiciones se cumplieron sobradamente en el concierto del viernes con el resultado de un gran éxito entre el público congregado en el Palacio de la Ópera. Todas las secciones y solistas mostraron su buen hacer, incluidos los «suplentes» pero, por las pocas ocasiones que tienen de mostrar su calidad individual, en esta obra cabe destacar los solos del contrafagot de Álex Salgueiro  y el clarinete bajo de Pere Anguera, así como los de corno inglés de Avelino Ferreira y de oboe de Tania Ramos. Enhorabuena a todos.  

Foto: Stephane Bourgeois 

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