Evgeny Kissin ofrece un inolvidable recital en el Auditorio Nacional de Madrid dentro del ciclo de Ibemúsica con obras de Mozart, Beethoven y Bach
Kissin y su inigualable Chopin
Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 9-I-2022. Auditorio Nacional de Música. Ibermúsica. Obras de J. S. Bach (1685-1750) / C. Tausig (1841-1871), W. A. Mozart (1756-1791), L. van Beethoven (1770-1827), F. Chopin (1810-1849). Evgeny Kissin (piano).
Cuando Evgeny Kissin (1971) contaba con 17 años, uno de los más importantes críticos de Rusia puso de manifiesto en una revista especializada algunos aspectos de su forma de tocar: «En general, uno tiene la impresión de que hasta ahora todo ha sido fácil en la forma de tocar de Kissin. A veces, demasiado... Tanto los pros y los contras de su arte proceden de ese hecho. Ahora sólo escuchamos su música, que proviene de su gran don natural. Esto es maravilloso, sin duda, pero definitivamente algo habrá de cambiar en el futuro: ¿qué?, ¿cuándo?, ¿de qué manera?... Todo, dependerá de esas incógnitas».
Es curioso que esas palabras todavía siguieran grabadas en la memoria del pianista aun cuando ya tuviera alrededor de 25 años y protagonizara el documental «Evgeny Kissin, el don de la música», de Christopher Nupen. No creemos que actualmente ello siga preocupándole, ahora que ha alcanzado ya la madurez de la cincuentena, pues en estos años se ha convertido en uno de los músicos más admirables y venerados del panorama pianístico en todo el mundo y ya no existen tales incógnitas que desvelar.
En nuestra opinión, resulta cristalino que ha sabido crecer como músico a partir del aprovechamiento de una técnica admirable sólo para utilizarla como uno de los medios para conseguir traspasar el -infinito, a veces- vacío que existe entre el «compositor/el músico» y el público, a través del instrumento pianístico como medio de transmisión de una inteligencia que procesa lo escrito en una partitura, conjugado con una emoción que él también experimenta aunque, en ningún momento, creemos que le supere porque nunca parece perder el control de lo que quiere transmitir.
Los genios, es verdad que poseen un don, pero necesitan algo más que eso para demostrar de lo que son capaces. En este caso, Kissin siempre ha valorado sobremanera el haber contado con la supervisión en su estudio/trabajo de su querida maestra, Anna Pavlovna Kantor, que abandonó este mundo el 27 de julio de 2021, con 98 años, y a la que el pianista dedicó el concierto que nos ocupa. Para él fue más que una amiga: «un componente más de su familia […] Todo lo que soy capaz de hacer con el piano se lo debo a ella», rezaba en el programa de mano como rendido homenaje a su figura. Por lo que ocurrió en esta velada, bien contenta y orgullosa hubiera estado de poder haberle escuchado, puesto que además el músico siguió su consejo de «incluir siempre en las propinas piezas altamente virtuosísticas, porque nunca hay que dejar de complacer al escuchante».
La segunda parte se dedicó por completo a Chopin, un compositor «pianista para pianistas», por mor de la selección de siete mazurcas, perfectamente dibujadas en estilo y ejecución, vivas en sus manos, quintaesencia de altos vuelos, plagadas de ritenutos, en las que el artista cumplió con todos los arcos escritos. Inigualables fueron la lenta y rubateada n.º 14, Op. 24/1 y la 18, Op. 30/1, que no olvidó mostrar la apostilla de «con ánima». Por último, nos envolvió la hipnótica y preciosista, endulzada con mucha mesura compás a compás, la n.º 25, Op. 33/4.
La locura llegó con el Andante spianato y la Gran polonesa brillante, Op. 22, obra paradigmática donde las haya dentro del repertorio de Chopin y de Kissin, y que volvió a ser interpretada de forma estratosférica, haciendo que el público quemara sus manos en un alud de aplausos que reconoció a las claras la maravillosa y pirotécnica ejecución. Los regalos en forma de propina sólo hicieron que enardecer más aún al público asistente, que disfrutó de un revival del inicio del recital: más Bach y más Mozart. En concreto, el solemne y contenido Coral Num Komm, der Heiden Heiland (transcripción de Ferruccio Busoni), y el efectista para pianistas-orfebres Rondó en re mayor, K 485, respectivamente. Finalmente, relajado y sonriente, con su particular forma de saludar, inclinándose de forma un tanto robótica, añadió dos propinas más del que ha calificado como su músico preferido, Chopin: el Estudio Op. 25 n.º 10 en Si menor y el Vals n.º 12, Op. 70 n.º 2, que terminaron por conformar de manera superlativa a un público que ya llevaba en el Auditorio Nacional más de dos horas y media.
En la primera parte, Kissin abordó como primera obra la Toccata en Re menor de Bach en la versión del polaco Tausig -alumno de Franz Liszt y reserva espiritual del legado de Bach-, obra muy apropiada y conocida en su interpretación al órgano pero bastante menos al piano. Valoramos la fuerza e intensidad que Kissin -mediando los pertinentes y efectivos ataques percutivos- aplicó con maestría al principio de la obra, llena de carácter, y demostró posteriormente que es posible realizar un maravilloso «canto» legato con el piano, como así se indica en la partitura.
Por la excesiva cantidad de sonido puesta en juego por Kissin en Mozart, donde echamos de menos una mayor diferenciación dinámica en algunos pasajes y unas escalas ascendentes y descendentes de ejecución más propias del romanticismo que del clasicismo, y dentro de la excelencia de Kissin, nos gustó un poco menos -quizá por ese estilo equívoco- su versión del Adagio en Si menor, K 540, una de las preciosidades menos frecuentadas y postreras del genio salzburgués.
En cuanto a lo programado para Beethoven, Kissin abordó la Sonata n.º 31 en La bemol mayor, Op. 110, donde se mostró a las claras la perfecta diferenciación de los tempi. Se pasó sin apenas percibirse del moderato cantábile molto espressivo al allegro molto, para alcanzar finalmente un adagio ma non troppo con las gradaciones en su justa medida. También disfrutamos de la construcción del edificio sonoro que sólo un maestro como Kissin sabe poner en pie a la luz de la partitura beethoveniana. Fue significativo observar los momentos a partir de los cuales Kissin se echa sobre el teclado y/o se contorsiona ligeramente sobre la banqueta, señal inequívoca de que el artista comenzaba a entrar en ese «trance» interpretativo que tanto nos atrae.
«¡Apoteósico, espectacular, histórico!», fueron algunos de los comentarios del público al final del recital, una cita que como en visitas anteriores -y ya van más de 40-, se ha convertido por su importancia artística en un evento musical histórico para la ciudad, que acudió en masa para ver tocar a uno de los más importantes virtuosos del instrumento del presente. En la temporada 21-22 dará recitales en Madrid, Barcelona, Toulouse, París, Múnich, Berlín, Viena, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos. Para la temporada 22-23 tiene previstas colaboraciones con la Filarmónica de Viena, con J. Hrůsa, y actuaciones de música de cámara con Renée Fleming.
Queremos pensar que hay un idilio Kissin-Madrid-Ibermúsica, y que pese a la ingente actividad del pianista, ese idilio ha de continuar alimentándose, de modo que podamos así disfrutar por muchos años más de la excelente espectacularidad del genio musical Evgeny Kissin.
Fotos: Rafa Martín / Ibermúsica
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