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Crítica: Eva-María Westbroek  en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela

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Autor: Óscar del Saz
22 de diciembre de 2021

Eva-María Westbroek ofrece un recital dentro del Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela, centrado en obras de Guridi, Guastavino, Piazzolla, Wagner y Berg, acompañada al piano por Julius Drake

Eva Maria Westbroek

¿Hay voces de ópera y voces de Lied?

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 20-XII-2021. Teatro de la Zarzuela. Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]. XXVIII Ciclo de  Lied, Recital 3. Obras de Alban Berg (1885-1935), Richard Wagner (1813-1883), Jesús Guridi (1886-1961), Carlos Guastavino (1912-2000), Astor Piazzola (1921-1992). Eva-María Westbroek (soprano), Julius Drake (piano).

   Después de haberla escuchado en su repertorio habitual, en el que reinan Wagner (Tristán e Isolda, La walkiria, Tannhäuser, etc.), parte del universo verista (Santuzza, Tosca, Fanciulla del West), asistimos al Teatro de la Zarzuela al esperado debut de la soprano Eva-María Westbroek (1970) en el Ciclo de Lied, acompañada por nuestro admirado Julius Drake, con la avidez de paladear -frente al piano- su densa voz, con verdaderas cualidades de spinto, en donde la redondez, la potencia sonora, los oscuros armónicos, el timbre broncíneo y un suficiente agudo franco se enfrentan en esta ocasión a un repertorio liederístico difícil y variado en el que se lidió con diferentes estilos del Lied alemán, de la mano de Alban Berg y Richard Wagner, y en la segunda parte con distintas sensibilidades idiomáticas y culturales del repertorio hispanoamericano por mor de obras de los inmortales Jesús Guridi, Carlos Guastavino y Astor Piazzolla

   La soprano se encargó de comentar de viva voz a los asistentes -antes de atacar la primera obra- que era un verdadero placer y un honor debutar en este Ciclo de Madrid: «Espero me salga bien», adujo, no sabemos si como prevención o como anuncio (en psicología, diríamos «sincericidio») de que algo podría ir mal en el recital, o que quizá la artista no se encontraba bien al ciento por ciento. Habiendo debutado con Dialogues des carmelites (1994), de Poulenc, y después de aproximadamente 28 años de carrera y con el repertorio operístico referido arriba, realmente duro, debemos decir -lamentablemente- que el estado vocal actual de la Westbroek no es el óptimo. 

   Su voz -su instrumento físico, hablando con más propiedad- denota un desgaste u holgura en la zona media-aguda que no le permite emitir dichas notas sin elevar en demasía el volumen aplicado, quedando el sonido demasiado descarnado, abierto, desabrido y no siempre con la deseada afinación. Cierto es que cuando una voz aborda durante tantos años -independientemente de la edad de el/la cantante- repertorios veristas, wagnerianos, cada vez más pesados, con mayor densidad orquestal que traspasar, a veces se presentan este tipo de problemas vocales, que es verdad que se «notan menos» cuando hay una orquesta que arropa al cantante, pero son muy evidentes cuando la voz se enfrenta «desnuda» al piano. 

   Este tipo de problema vocal, creemos que tiene difícil solución, y obviamente estuvo presente durante todo el recital, aunque es verdad que con la voz fría fue todavía más acusado. De las 7 canciones de Alban Berg, De Sieben frühe Lieder [Siete canciones de juventud] (1905-1908), escuchamos tres (Nacht, Die Nachtigall y Sommertage). Todas ellas beben tanto del romanticismo de Schumann como de las postrimerías de Mahler. 

   En un ambiente contenido en la primera de ellas, tanto por el instrumento pianístico como por las medias voces, se daba paso en algunos pasajes a los estentóreos agudos, con volúmenes puestos en juego por encima de lo necesario, tanto en la segunda [El ruiseñor] como en la tercera [Días de verano], con un carácter interpretativo resultante si acaso heroico, fuera de lugar, en vez de una procedente y medida exaltación. Entretanto, Drake exhibió su facilidad para la adecuación atmosférica de cada una de ellas. 

   Los wagnerianos Wesendonck-Lieder (1857-1858), bellísimos en su concepción, fruto del enamoramiento del compositor por Mathilde Wesendonck (1828-1902) (autora de los textos), esposa de un afamado banquero y mecenas, vieron la luz -dado que el amor puede interrumpirlo todo- en plena vorágine compositiva de su Siegfried, y fueron escritos en clave romántica. Es obvio que el grupo de las cinco canciones (Der Engel, Stehe still!, Im Treibhaus, Schmerzen, Träume) comparten sus raíces compositivas con varios e importantes títulos del genio de Leipzig. 

   Aunque especialista en Wagner, Westbroek no supo adecuarlas al ‘petit comité’, porque su dinámica piano nunca fue relativa para supeditarse al instrumento -tapándolo en varias ocasiones-, con los mismos problemas de afinación ya comentados. En la intención, nos resultó más adecuada la prestación dada a Stehe still! [¡Detente!], interpretada a «media voz», para llenar de énfasis la enjundia de unos versos que hablan de naturaleza, alma y eternidad. Drake vistió de nuevo unas impecables e intimistas ambientaciones en Im Treibhaus [En el invernadero] y en Träume [Sueños].

   En la segunda parte, se abordaron en primer lugar las Seis canciones castellanas (1939), de Jesús Guridi en las que además de lo comentado por la problemática vocal actual de la artista, se unió el tema idiomático, que resultó de desigual calidad dependiendo de qué canción se abordara, dando por buenas a nuestro juicio sólo dos de ellas, en concreto las tituladas como ¡Sereno!, interpretada además con la adecuada intención, y la muy célebre No quiero tus avellanas, aunque se forzaron artificialmente las sinalefas entre dos palabras contiguas. 

Eva-María Westbroek

   En el resto, incluida la también muy conocida Cómo quieres que adivine, hubo cambios/confusiones de palabras, permuta de sílabas dentro de una misma palabra, etc. Tampoco vimos en la interpretación vocal -aunque sí en el piano- el colorismo de un Guridi ampliamente influenciado por el impresionismo francés o el folclorismo quintaesenciado de Falla (por ejemplo, en la tercera canción Llámale con el pañuelo, refiriéndose a citar al toro con ese señuelo, en un típico ambiente costumbrista español), que también fue referente del músico vitoriano.

   Para finalizar el recital, se abordaron cinco canciones del rico folclore criollo del compositor argentino Carlos Guastavino, cuyas cuatro primeras corresponden a De canciones populares (1967) (Pampamapa (aire de huella), Hermano (canción del sur), Abismo de sed (zamba), El sampedrino (canción pampera)), y la quinta, suelta, Encantamiento, de sus Seis canciones de cuna de 1945. El canto de nuestra protagonista, un tanto más asentado y dando prestancia a canciones -en realidad- centradas en el pentagrama, intentó sonar con la cadencia y estilo argentinos, consiguiéndolo en general con acierto. 

   Objetivo conseguido, a nuestro juicio, en la segunda y en la tercera (El sampedrino), canción bellísima donde las haya. En la última de Guastavino, ¡maldición!, la cantante se desconcentró con la letra, tuvo que detenerse e ir a consultarla a la partitura de Drake comentando en voz alta el consabido «es la primera vez que hago esto», entre risas… Estas cosas pasan, pero por eso mencionamos que los sincericidios negativos pesan en el subconsciente y rara vez no se convierten en actos fallidos cuando un artista no las tiene todas consigo. Con el broche final a ritmo de tango de Los pájaros perdidos, de Piazzolla, en una valorable y vibrante versión, tanto canora como pianística, además de correcta por la parte idiomática, terminó el recital esperando las consabidas propinas.

   También en este sentido la cosa fue atípica, ya que la cantante espetó «espero que puedan ayudarme con esto»… En ese momento, Drake atacó las notas del Noche de Paz (Stille Nacht), y el público respondió cantando admirablemente varias de las estrofas con un empaste improvisado en un mezzo-piano envolvente que nos sorprendió gratamente. Para no romper ese clima tan íntimo y espontáneo, Eva-María concluyó el villancico a bocca chiusa. Después de dos salidas más a saludar, terminó definitivamente el recital.

   La pregunta que ponemos como título a este recital tiene trampa, ya que, si bien es verdad que la ópera y el Lied se enfocan vocalmente de forma distinta, dependiendo obviamente de qué óperas y qué Lieder, hay cantantes que pueden cantar ambos repertorios sin ninguna dificultad. El requisito indispensable es contar con una voz que no tenga problemas técnicos o de desgaste manifiesto. No basta con esforzarse en sonar emotiva o sensible, o buscar una emisión adecuada para expresar lo que quieres comunicar con tu canto… Necesitas que tu instrumento responda, que se encuentre sano. 

   Y aunque hay causas fisiológicas, e incluso médicas, que hacen que un instrumento no responda adecuadamente a lo que el/la cantante querrían hacer, muchas veces es por causa de que el instrumento se ha «viciado» por un repertorio que cada vez más te ha obligado a tensionarlo y a ensancharlo sin posibilidad alguna de poder volverlo a recolocar. Esperemos que este no sea el caso de Eva-María Westbroek, y que lo observado por nosotros no sea nada más que un pequeño escollo en su evolución vocal, y pueda remontarlo para seguir deleitándonos con su arte.

Fotos: Elvira Megías

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