LA ERA MORTIER ABRE CON ABURRIMIENTO Y UNA OBRA MAESTRA DESNATURALIZADA
"EUGENIO ONEGUÍN" (Tchaikovsky), Teatro Real (Madrid), 7-9-10. Marius Kwiecien, Tatiana Monogarova, Alexey Dogov, Anatoli Kotscherga, Margarita Mamsirova, Makvala Karashvili. Dirección Musical: Dmtri Jurowski Dirección de escena: Dmitri Tcherniakov.
Doña Galina Vischneskaya después de ver esta producción en el Bolshoi, exclamó: "No vuelvo a la ópera". Razón tenía la legendaria soprano. Está claro que actualmente, el exacerbado romanticismo, el apasionamiento desbordante que esencializa la música de Tchaikovky y la obra de Pushkin, están mal vistos o como algo demodè. Por ello, sino hay más remedio que representar estas obras, hay que desvirtuarlas, cuando no, parodiarlas. Una ópera tan maravillosa como "Eugenio Oneguín" fué irreconocible y el aburrimiento, generalizado...
El primer responsable de ello fue el supuesto director musical, que ofreció una labor anodina, plana, absolutamente caída, destensionada, deslavazada, sin ningún sentido teatral ni narrativo, ni la más mínima colaboración y atención a las voces. El lirismo envolvente, la pasión desbordante de esta música parecieron desparecer. El segundo responsable, el escénico. El escenario se coloca a varios metros de la boca y, no contento con ello, los cantantes cantan constantemente al fondo. Como sigamos así, cualquier día les ponen a cantar desde la Calle Bailén. Si encima, estamos en épocas donde no abundan las voces grandes y potentes, se pueden imaginar el resultado.
Es obvio que escuchar a un tenor cantar "Te amo Olga, como sólo un poeta puede hacerlo", les debe parecer poco creíble e inadmisible actualmente. Por ello, nada mejor que presentar a ese tenor, Lensky, como una especie de "friki", un "rayado" marginal como dirían los adolescentes, que deambula ridculamente por el escenario ante la chanza general. Luego, le ponen a cantar los couplets de Monsieur Tricquet arrastrándose por el suelo y con un perrito de juguete. Es decir un papel como Lensky que expone los sentimientos y su expresión a través del canto,(planteados así por el autor), como algo elevado y sublime, vilipendiados y parodiados. La Tatiana, una especie de desequilibrada, histérica y alocada que arroja sillas al suelo de manera desaforada. Además, ruidos constantes en el escenario (sillas que aporrean el suelo, vajillas rotas, risas sardónicas...). Abundantes interrupciones entre escena y escena, simplemente para cambiar un mantel a la omnipresente mesa. Las escenas de conjunto, un puro barullo....
Poco que decir de los cantantes. De voces tan pobres e impersonales, de expresión y canto tan genérico, que poco importa el reparto que te toqueo si son éstos o aquéllos. Un sopranino lírico peladito, sin graves, sin metal, gutural y acidula. Un barítono de timbre seco, pobretón y poco refinado. Un tenorino linfático y desvaído, más apropiado para repertorio de music hall. En fin, también estuvo Kotcherga como Gremin. Emisión de atargea, desafinaciones constantes y una nota grave final, en la que observamos una extraña mueca dibujada en su cara, pero no percibimos sonido alguno en medio del aire exhalado. Una Olga con la voz en la gola y nulamente proyectada. Tibios aplausos recibió la representación, que estuvo lejos de ser un éxito.
Con la nueva era, encontramos diferentes cambios. El programa de sala, deja paso a una simple hoja o "castlist". En cuanto a los libretos, quedan ampliamente reducidos y el papel satinado, sustituido por el rugoso y reciclado. Eso sí, los han bajado a 5 euros.
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