La popularidad y el sentir romántico de las obras del tercer programa de temporada de la OFM lo hacían especialmente atractivo, máxime con la presencia de una de las actuales jóvenes estrellas del violín como es la estadounidense de origen coreano Esther Yoo, interpretando uno de los conciertos punteros del repertorio como es el Primero en Sol menor, Op. 26 que escribiera Max Bruch en 1866.
Brillante Tándem
Por José Antonio Cantón
Málaga, 14-X-2021. Teatro Cervantes. Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Solista: Esther Yoo (violín). Director: José María Moreno. Obras de Max Bruch, Sergei Rachmaninov y Richard Wagner.
La popularidad y el sentir romántico de las obras del tercer programa de temporada de la OFM lo hacían especialmente atractivo, máxime con la presencia de una de las actuales jóvenes estrellas del violín como es la estadounidense de origen coreano Esther Yoo, interpretando uno de los conciertos punteros del repertorio como es el Primero en sol menor, Op. 26 que escribiera Max Bruch en 1866.
Después de una lectura ajustada en sentido dramático y en claridad sonora de la obertura de la ópera Tannhäuser de Richard Wagner, con una respuesta de enigmática sensación se iniciaba el diálogo en la obra concertante entre la solista y la orquesta distinguiéndose de inmediato ese aire declamatorio que caracterizó su exposición, orientación muy bien asumida por el director como se demostraba en el aire rapsódico que imprimió a su conducción. Coincidían dos temperamentos de alta tensión perfectamente controlados al servicio del apasionado mensaje musical, que fluía con esa naturalidad resultante de una asunción de la obra en sus más mínimos detalles emocionales, mucho más allá de una precisa y resolutiva memorización.
De tal modo fueron expuestos los dos temas que se suceden en el primer allegro, en los que la aparente sombría sonoridad del instrumento de Antonio Stradivari (“Príncipe Obolensky” de 1704) adquiría curiosamente una fulgente claridad conforme avanzaba la interpretación de la obra, de modo especial en los agudos extremos realizados con una afinación y presencia verdaderamente sorprendentes, efectos siempre logrados desde una exquisita musicalidad. Ésta subió enteros, si cabe, en la exposición del movimiento lento, un Adagio que destila enorme delicadeza en ambos elementos concertantes. El sentido cantabile en el violín se hizo presente con toda su brillantez y una proporcionada respuesta de la orquesta, que tuvo su momento relevante en la conclusión de este tiempo con una destacada intervención de la flauta y la trompa acompañando la tremolante belleza del precioso vibrato del violin.
Este efecto llegó a su máximo exponente en el enérgico allegro final asumido por solista y director con toda la impronta zíngara que contiene, lo que generaba una sensación de exuberancia expresiva en el público, absolutamente cautivado, que terminó estallando en una vitoreada ovación. Ante tal respuesta del auditorio, Esther Yoo tocó, en un verdadero alarde de prestidigitación técnica y sonora, la espectacular página Souvenir D'Amerique-Variations burlesques, Op. 17 de Henri Vieuxtemps, que este gran violinista belga del siglo XIX compuso, después de una gira por Estados Unidos, sobre la canción popular norteamericana Yankee Doodle, que sirvió para rubricar la enorme calidad artística de esta intérprete, que viene a situarse entre los solistas de referencia que han actuado con la OFM, conformando un brillante tándem con el maestro José María Moreno.
La segunda parte del concierto fue ocupada por la Sinfonía nº 2 en Mi menor, Op. 27 de Sergei Rachmaninov. En lagestualidad del maestro José María Moreno se podía percibir la conjunción de conocimiento, técnica y pasión en esta obra que, por formación y experiencia, conoce sobradamente, al saber hacerla sonar desde el contexto sinfónico ruso y el pensamiento musical de Rachmaninov, situado en esa encrucijada y punto de inflexión que le significó abordar el contenido inspirativo e instrumental de la creación de esta obra como superación del fracaso que tuvo con la primera.
Desde esa doble premisa apareció el sonido del primer movimiento, sabiendo el director calar en la preparatoria función expositiva de su lento y dramático inicio, predisponiendo así al oyente a una percepción atenta del sentido trágico que surge de las tensiones sonoras así como de la contemplativa atmósfera de los pasajes líricos que suscitan sus temas principales. Su forma de indicar su conclusión determinó hasta qué grado está logrando dar una nueva proyección expresiva a la OFM.
Foto: Orquesta Filarmónica de Málaga
De mucho equilibrio hay que considerar su transmisión del trío contrapunteado del segundo movimiento, como añadido contraste a la pasión desencadenada en sus pasajes extremos acentuados con unos vientos realmente destacados. Se produjo un paradójico efecto de expansión hacia el sentir interior que convertía este momento de la obra en uno de los más subyugantes.
Una fuerte carga poética presidió la interpretación del movimiento lento, sabiendo tensar con dulzura la importante y sustancial intervención del clarinete que patentiza el alma a este precioso Adagio. La evolución de los gestos del director, especialmente el de sus manos, daban una plasticidad al discurso que favorecía la percepción y sensaciones que producen su escucha. La formación malagueña lograba otro momento de máxima belleza en su crescendo central desarrollado como un prolongado suspiro de orgánica exhalación.
La energía se desbordó al inicio del vivo allegro final. El director quiso destacar constantemente las tensiones posteriores que propone el autor aprovechando la fuerza del modo mayor de la tonalidad de Re, sabiendo jugar con los recursos que tal sistema le proporcionaba y demostrar cómo había resuelto este tiempo con un muy ajustado y expresivo equilibrio de forma. Así destapó el poderío de sus aires de marcha y danza llevados a sus límites de determinación. Concluía así una velada que hizo las delicias de un público entregado en una larga ovación final.
Foto: Filarmónica de Málaga
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