Crítica de Raúl Chamorrro Mena de la ópera Ernani de Verdi en el Palau de les Arts «Reina Sofía» de Valencia
Ernani, jalón en el arrollador avance verdiano
Por Raúl Chamorro Mena
Valencia, 16-VI-2023, Palau de Les Arts Reina Sofía. Ernani (Giuseppe Verdi). Piero Pretti (Ernani), Angela Meade (Elvira), Franco Vassallo (Carlo V), Evgeny Stavinsky (Don Ruy Gómez de Silva), Javier Castañeda (Jago), Laura Orueta (Giovanna), Matheus Pompeu (Don Riccardo). Coro de la Generalitat Valenciana. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Dirección musical: Michele Spotti. Dirección de escena: Andrea Bernard.
«El principal mérito de Victor Hugo como dramaturgo fue aportarle libretos a Verdi». Esta frase de George Bernard Shaw quizás resulte injusta para el escritor francés, aunque es cierto, que tanto Ernani como, sobre todo, Rigoletto, han ganado la inmortalidad en virtud de la música de Giuseppe Verdi. Se acusa hoy día de descabellado o incongruente el argumento de Ernani, quinta ópera del Maestro y primera que no estrenó en el Teatro alla Scala de Milán, pues, como fruto del encargo del empresario Nani Mocenigo, vio la luz en el Teatro La Fenice de Venecia. Aquí surge el debate de cuál debe considerarse un buen libreto de ópera. Algunos, que también atacan de forma furibunda el de otra de las obras maestras de Verdi, Il Trovatore, piensan que debe atesorar superior categoría literaria o poética, además de mostrarse muy preocupados por elementos como la verosimilitud. Sin embargo, en la ópera italiana imperaba la sentencia de Gioachino Rossini «Dadme situaciones y no poesía». Efectivamente, la primera colaboración del libretista Francesco Maria Piave con Verdi demuestra su capacidad de concisión, de sumisión a la enorme presión del Maestro y le dota de un libreto, que encauza la concentración dramática exigida por Verdi –“Brevità e concisione” insistencia habitual- y le confiere situaciones de gran efecto teatral con abundantes confrontaciones entre personajes, que se engarzan en una acción expeditiva y que estimula la inspiración músico-dramática del genio verdiano. De tal modo, en el primer acto y después de las escenas de salida de Ernani y Elvira, se producen sucesivas confrontaciones: Elvira y Don Carlo. Después Elvira-Don Carlo y Ernani en un terceto que prefigura el que pone final al primer acto de Il Trovatore. Posteriormente se añade Don Ruy Gómez de Silva, que descubre «dos seductores» en su mansión junto a la que va a ser su esposa y se desemboca en el vibrante concertante final de acto.
Asimismo, Verdi se afirma en su lucha porque prevalezca la verdad y concisión dramática sobre las exigencias de los cantantes, pues se niega rotundamente a la demanda de la primera Elvira, la soprano Sophie Loewe, de terminar la ópera con un gran Rondò de lucimiento.
Llegaba Ernani por primera vez al Palau de Les Arts y, ante todo, es justo destacar y volver a subrayar la enorme calidad de sus cuerpos estables, muy por encima de los del Teatro Real de Madrid y el Liceo de Barcelona. Había visto al jovencísimo director Italiano Michele Spotti dirigir magníficamente en Pesaro, tanto una de las funciones de Il Viaggio a Reims de la Academia de jóvenes, como la Gala Rossini celebrada en la Piazza del Popolo en 2021 y que celebraba los 25 años del debut de Juan Diego Flórez en el Rossini Opera Festival. Tenía mis dudas, porque, claro está, Rossini no es Verdi, pero su dirección musical de este Ernani valenciano ha sido sobresaliente y ha confirmado su gran talento. Ya desde la obertura, como es innegociable en Verdi, la orquesta, vibrante y enérgica, nos situó en atmósfera teatral. Spotti, por supuesto, obtuvo un espléndido sonido de la estupenda orquesta, pero eso no es suficiente en este Verdi temprano, aún un tanto agreste como orquestador. Además de lo expresado, la joven batuta supo diferenciar planos orquestales y exhibir articulación genuina y claridad expositiva. Con gesto tan claro como preciso, Spotti acompañó magníficamente a los cantantes, apuntaló la tensión y progresión teatrales con una labor incandescente, de la que fueron buenos ejemplos el concertante final del acto primero, impecablemente construido con la adecuada progresión y un flamígero impulso rítmico, así como el gran coro del tercer acto «Si ridesti il Leon di Castiglia» paradigma del ardiente Verdi risorgimentale y en el que el coro de la casa puso guinda a su notable labor de toda la noche. En opinión del que firma, Michele Spotti es el director italiano joven de mayor talento de los que he visto en directo. Se interpretó la obra completa, con todas las repeticiones y da capo. Spotti dejo fuera, al igual que hacía Muti, la cabaletta del bajo “Infin che un brando vindice”, ya que la autoría verdiana de esta página está puesta en duda.
Hoy día no hay opciones para el papel de Ernani que pide arrojo, expresión juvenil y amorosa, también viril y arrebatada. Mario del Monaco, Franco Corelli y Carlo Bergonzi se adueñaron del papel en el período posterior a la segunda Guerra Mundial. Plácido Domingo lo interpretó en dos inauguraciones de temporada en La Scala, 1969, su debut absoluto en la Sala Piermarini y 1982. Pavarotti realizó alguna incursión como la del MET 1983 conservada en video y la grabación DECCA dirigida por Richard Bonynge. Piero Pretti es un tenor demasiado ligero, falto de carne y cuerpo vocal, desguarnecido en la franja centro-grave, pero que gana timbre en la zona alta. Su voz no es bella, pero sí italiana, grata, y el canto, sin clase ni variedad, se sustenta en cierta corrección y cordialitá, que le sirvieron para sacar adelante un digno protagonista. Por su parte, la vocalidad de Elvira, como sus hermanas del Verdi juvenil, corresponde a soprano sfogato o drammatica d’agilità, con graves de mezzo, agudos de soprano, acentos vehementes y coloratura di forza. La soprano estadounidense Angela Meade conserva un material caudaloso, amplio, que llena la sala y le permite dominar los concertantes. Sin embargo, la norteamericana ha perdido tersura y ductilidad, su línea de canto es ya avara en sutilezas, los filados y el juego de dinámicas han desaparecido, quedando, por tanto, la voz torrencial y un buen puñado de sonidos restallantes como esa irrupción de Elvira, un impactante «Feeeeeeeeerma» en el espléndido terceto final, ejemplo de la inspiración músico dramática del genio verdiano. No sin cierta pesantez, la Meade logró sacar adelante la agilidad de su cabaletta «Tutto sprezzo che d’Ernani», apechugando, además, con las dos estrofas. Como intérprete, inane y falta de temperamento, la Meade siempre compensaba su superficialidad dramática con sus condiciones de actriz vocal que, como digo, he encontrado declinantes en este Ernani valenciano.
Verdi dota al barítono, como en tantas de sus obras, de un hermosísimo papel, tanto en lo vocal, como en lo dramático, pues es el personaje con más aristas y variedad psicológica. Rey y futuro emperador, mayestático, arrogante, pero nobilísimo y enamorado, que debe expresar grandiosità, pero también lirismo y aulicidad. Nada de ello encontré en la pobre interpretación del barítono Franco Vassallo, de emisión errática -cada sonido parece colocado en un sitio, unos entubados, otros abiertos, otros guturales…- y una línea de canto ayuna de clase, sustentada en un legato de escasa factura, que arruinó páginas tan sublimes como «Da quel dì che t’ho veduta», «Vieni meco sol di rose», «Oh de verd’anni miei», «O Sommo Carlo». Eso sí, Vassallo cuenta con un registro agudo fácil, que esprime a fondo, aunque sean sonidos poco agradables. Evgeny Stavinsky suena a bajo, aunque carece de belleza tímbrica y rotundidad, eso sí, su fraseo resultó avaro de acentos, falto de incisividad, irremediablemente plano. Tan anodino como en su faceta interpretativa. Ajustados los secundarios.
La puesta en escena de Andrea Bernard, escasa de ideas, tampoco destila extrañas ocurrencias, que en este contexto no tienen sentido alguno, pues la trama es directa, clara, de acción resuelta y de franca e inmediata teatralidad. Durante el preludio se nos proyecta un breve video en el que Ernani presencia el entierro de su padre víctima del Rey. Por ello, él como noble de una facción contraria -realmente don Juan de Aragón- se convierte en bandido y jura venganza. Movimiento escénico somero, pero con cierta eficacia, algún elemento simbólico como unas flores blancas, el chal de Elvira, y un caballero alado con coraza - que no tengo claro si es el destino o la manifestación del espíritu del padre fallecido de Ernani-, acompañaron una escenografía de Alberto Beltrame con unos muy elementales decorados de rabioso color blanco que contrastaban con el oscuro suelo, la sombría iluminación y el bello vestuario de Elena Beccaro. En fin, un montaje funcional, que permite a los cantantes proyectar desde la parte delantera del escenario y al público disfrutar de la inspirada escritura para la voz y apreciar la directa y concisa teatralidad verdiana.
Fotos: Miguel Lorenzo y Mikel Ponce / Palau de les Arts «Reina Sofía»
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