Una entrevista de Inés Tartiere @InesLFTartiere / Fotografía: Fernando Frade/Codalario
Ermonela Jaho se ha consagrado como una de las intérpretes más aclamadas de la heroína pucciniana japonesa, paseando este papel por los teatros más importantes del mundo, y cosechando éxitos tan apabullantes como el obtenido en el Teatro Real de Madrid el pasado julio y en el Festival Castell de Peralada. Su butterfly es distinta, y no deja indiferente a nadie. Reconoce que se emociona con cada interpretación, como si fuera la última, y que le gusta sufrir en escena. Hemos podido hablar con la soprano albanesa, en un encuentro en el que sorprende por su gran cercanía, honestidad y humildad, y en el que nos hace creer que nada es imposible.
Hacía mucho tiempo que no veía una respuesta tan rotunda y unánime del público del Teatro Real hacia un cantante.
Sí, ha sido realmente fantástico. Los cantantes queremos que el público sienta, y se emocione, y cuando recibes una respuesta así, es impresionante. Un artista siente, cuando canta, si el público está emocionado, y en Madrid ha sido algo tan extraordinario. Este maravilloso teatro, en el que me siento tan querida, se ha convertido en mi casa, y siempre tendrá un trocito de mi corazón. Este público con sangre mediterránea que me han transmitido tanto en cada función de Butterfly. De verdad no tengo palabras para expresarlo. Cuando estás encima de un escenario, acabas la función y te regalan estas ovaciones es una emoción tremenda. Si lo pienso, me pongo a llorar otra vez (risas).
No puede contener las lágrimas después de cada interpretación de Madama butterfly, ¿es por la tensión acumulada durante la representación?
Creo tanto en lo que estoy cantando, e interpretando, que todas las emociones contenidas durante la ópera acaban apareciendo. No es tanto la cantante que canta, uno se transforma en el rol que esta haciendo y afloran sentimientos humanos universales, como la risa, el llanto, el sufrimiento, el sacrificio, que son los que conectan con el público. Cuando uno llora, pero ríe con el corazón, es cuando algo es verdadero, y sentir este amor puro y verdadero, como artista encima de un escenario, me conmueve tanto, que es lo que de verdad me hace llorar. Lloro de tensión y de felicidad, cada función es como un sueño hecho realidad.
¿Cómo es capaz de meterse tanto en el personaje de Cio-Cio-San y controlar tantas emociones?
Vocalmente es una especie de estrategia, yo sé lo que puedo dar y lo que no puedo dar, es como la vida que tiene tantos colores. Cuando estas interpretando un personaje, realmente es la vida de otra persona, y tiene que haber diferentes colores. La risa es un color, hablar es otro color, el llanto otro. Hay que saber usarlo donde debe usarse, es el deber de un cantante, empezar y acabar sin comprometer la vocalidad. Así sabe exactamente donde puede dar más, y dónde debe dar menos. Estudiando la partitura sabes cuando la orquesta está en forte, y sabes que tienes que dar más, cuando la orquesta está en piano, tienes que contener las energías. No es una tarea fácil, es una carrera de fondo.
¿Con cual de los tres actos de Butterfly se siente más identificada, o le resulta más fácil de interpretar: la niña frágil, la chica ilusionada, o la mujer humillada?
Son tan diferentes... No digo que sea fácil, pero cuando entras en este personaje.... Todos hemos tenido quince años, lo hemos vivido, y en el primer acto hay que reflejar esa inocencia. La pasión del segundo y tercer acto me resulta más fácil viniendo de un país como Albania, un país balcánico y mediterráneo en el que sentimos tanto nuestra cultura. Lo vivimos todo con mucha pasión. Cuando se vive un dolor, se vive con fuerza, incluso puede llegar a destruirte el corazón, y he visto estas cosas en las mujeres de mi país, en las mujeres mediterráneas y en las de todo el mundo. Es parte de la cultura, vivir con esta emoción. La música de Puccini te reporta, son tres actos muy diferentes. Me divierte el primero, interpretando a la niña, en la que el color de la voz es diferente. Tiene tantos matices... Pero realmente con el que más disfruto cantando es todo el tercer acto. Es la apoteósis de todas las emociones acumuladas. Cambia tanto emocionalmente de la esperanza a la desesperación, y la música lo expresa tan bien, que es muy impactante.
¿Le gusta la producción de Mario Gas?
Me encanta. Los cantantes generalmente suelen prestar más atención a la voz y menos a la interpretación, pero en esta producción, con la forma original del cine dentro de la ópera, nos hace involucrarnos más en esta faceta. El público que ve bien desde la primera fila no ve bien en la última, pero aquí te vas metiendo en la historia en todo momento con las proyecciones que incluso te permite ver las expresiones de la cara de los cantantes. Es fantástica esta manera cinematográfica y muy teatral. Me parece impresionante cómo plasma la historia. Es una producción con la que me he sentido muy cómoda y me ha encantado interpretar.
Creo que antes de debutar el rol de Cio-Cio-San alguien le dijo que nunca lo intentara con este papel. Hay artistas consagradas como Mirella Freni que afirma que este papel podía haber arruinado su voz.
Es por la emoción. Hay que ser inteligente para saber controlarla y dosificarla, porque puede suponerte muchos problemas. Pero creo que es el deber de un artista. Primero interpretar con emoción, porque de otra forma nunca conseguirás conmover al público, y en segundo lugar es un trabajo técnico, saber dónde están los sentimientos, ser una buena estratega. Siempre tiene que ser un pensamiento racional, que tienes que controlar de principio a fin. Te puedes dejar llevar por la pasión, es madre, te asaltan las lágrimas, no puedes ni siquiera cantar, pero un artista debe ir más allá. n el fondo la música, el arte, es una catarsis, para quien lo hace, como artista, y para el que lo recibe como público. Es difícil porque vocalmente grandes sopranos como Mirella Freni y María Callas no la han cantado en teatro. Otras colegas mías actuales no pueden contener la emoción. Depende de la personalidad, en mi caso me ha ayudado ser de un país como Albania: esta personalidad fuerte y dramática.
¿Cree que realmente existe en estos momentos una crisis de voces? Hoy en día las sopranos que cantan Madama butterfly se pueden contar con los dedos de una mano…
Sí, es totalmente cierto. Siempre he pensado que Butterfly debe ser cantado por una gran voz dramática. Pero Madama butterfly se inicia con una niña que tiene quince años, que muere siendo madre a los dieciocho años, por eso, es un pensamiento, un estereotipo que ha estado siempre en la vida de la ópera, que Puccini, el verismo, hay que cantarlo en fortísimo siempre. Para mí no es así. La orquestación es densa, pero tiene momentos de gran sutileza. Es como si fueras un deportista. Un atleta debe coordinar dónde dar más, dónde aguantar, dónde esforzarse más. Un cantante tiene que hacer lo mismo. En Butterfly tienes cuatro grandes momentos donde la orquesta esta en forte y coges toda la energía para esos cuatro momentos. La crisis de las voces existe, porque siguen teniendo la mentalidad de que para cantar Puccini tienes que tener la gran voz dramática y cantar siempre en continuo forte. Siempre digo que aunque tengas una gran carrera debes seguir estudiando. Debes estudiar y profundizar en un rol para ver si se adecúa a tus posibilidades vocales. Somos estudiantes toda la vida porque, cuando se canta en el escenario, aparecen siempre ciertas dificultades que tienes que saber controlar. Cuando acabo de cantar, a mi me funciona controlarme y concentrarme, porque tiene que venir la siguiente función. Estoy feliz, pero en mi mente, cuando vuelvo a casa, estoy siempre pensando en la siguiente función.
Es más importante tener la capacidad de conmover al público que poseer una gran voz.
Por supuesto, sobre todo para un rol como Cio-Cio-San. Yo soy plenamente consciente de que no tengo una voz grande, pero el momento en el que pretendo expresar las emociones de una quinceañera, creo que lo consigo. No hay que forzar la voz porque cantes Butterfly o Puccini, nunca. Mi entrada en el primer acto, por ejemplo, es tan delicada, con varias partes escritas en pianissimi, e incluso el segundo y tercer acto es una madre joven. Ésa es mi mentalidad, dar una emoción creíble de una niña que muere desesperadamente. Para mi no es tanto pensar en cantarlo, hay que pensar en el texto, en la historia y por supuesto en el público. No es la gran voz, es la gran emoción la que de verdad llega al público, y sin el público no existiríamos.
¿Es el rol con el que más disfruta?
Todos los roles de carácter dramático, siempre siendo honesta con mis posibilidades vocales: Butterfly, Violetta, y Suor Angelica. Me gusta sufrir en escena (risas)
Ya había cantado con el maestro Marco Armilliato en Viena, en Londres, Múnich, Nueva York. Creo que es un director que ayuda mucho a los cantantes, al no estar pendiente de la partitura. ¿Cómo es trabajar con el?
Es extraordinario, es un gran músico. Todo lo dirije de memoria. Nunca verás al maestro Armilliato con una partitura. Es una persona que ama la música y al cantante, algo que es muy importante porque cuando estás en el escenario tienes un director que canta, sufre y se ríe contigo. No es algo normal. Marco Armilliato es un sueño para un cantante. Poder cantar con él es un lujo para cualquiera. Desprende tanta energía positiva... Todos nos ponemos nerviosos, antes de un estreno, pero él transmite siempre esa tranquilidad tan necesaria y que te da tanta seguridad. Es un honor y un privilegio poder trabajar con él. Por suerte volveremos a trabajar juntos muy pronto, este año en el Metropolitan de Nueva York, también con Madama butterfly.
Creo que con 14 años se hizo una promesa a sí misma, que cantaría por lo menos una vez La traviata antes de morir… Alguien debió escucharle, porque ya lleva más de doscientas funciones como Violetta.
Quién me iba a decir que la iba a cantar por lo menos doscientas cuarenta veces. Es una locura. Cuando vi por primera vez una ópera, la traviata, no tengo palabras para expresar lo que sentí. Me llegó al corazón, llega al alma, te transporta a otra dimensión. Cada vez que me subo al escenario me acuerdo siempre de ese momento, me acuerdo de esa niña de catorce años y me siento tan feliz, y por supuesto tan afortunada, porque ha sido difícil. Perseguía un sueño que se convirtió en realidad. Cuando lo tocas y lo vives, es extraordinario. Muchas veces en escena lloro de felicidad, porque cada vez es un sueño, un sueño que crece contigo. Cuando quieres algo de verdad y lo consigues es una satisfacción personal enorme y siempre has de estar agradecida. Es muy fácil acostumbrarse pero hay que recordar continuamente lo que has pasado para conseguirlo.
Ha sabido paliar su timidez de niña a través de la música.
La música es una terapia excelente. Cuando era pequeña no hablaba mucho, me daba mucha vergüenza, pero cuando cantaba en esa época música pop, me transformaba, con sólo seis o siete años. Con catorce empezó mi locura por la ópera, que me durará toda la vida. Cada noche encima de un escenario pienso que puede ser la última y la disfruto al máximo.
¿Cómo recapitularía su trayectoria hasta hoy?
Puedo decir que en la vida no hay nada imposible. Cualquiera que sea la dificultad, sólo si tu crees que es posible podrás conseguir superarla. Quien dedica su vida a perseguir su sueño siempre será un ganador. Siempre he pensado en positivo, incluso las cosas tristes o las dificultades forman parte del curso de la vida. Cuando más difícil es ese sueño y más cuesta conseguirlo mayor es la felicidad al alcanzarlo. En esta vida nadie nos regala nada y en mi trayectoria siempre he tenido presente estas cosas, que son las más importantes. Como dice el proverbio chino ”todos los grandes viajes comienzan con un pequeño paso”. En Albania no era fácil desarrollar una carrera operística, pero nada es imposible, queriendo y creyendo que se puede conseguir, todo se logra.
Aunque no sea un país con una gran tradición operística, Albania nos ha dejado cantantes para la historia como Inva Mula. Actualmente el tenor Saimir Pirgu y la mezzo Enkelejda Shkosa, Suzuki en Madama butterfly en Madrid, también están cosechando grandes éxitos.
No, realmente no es un país con una gran tradición de ópera, pero los albaneses nos hacemos valer, somos muy serios trabajando. En el momento que alguien nos abre una puerta o nos da una oportunidad, lo aprovechamos al máximo. Es la historia del país la que hace al artista.
Su oportunidad llegó hace unos años, en 2008 con su debut de La traviata en el Covent Garden de Londres, sustituyendo a Anna Netrebko. Este hecho supuso el lanzamiento de su carrera internacional.
Si, fue mi primer reto grande. Yo estaba en mi casa en Nueva York y me llamaron la noche anterior diciéndome que tenía que viajar a Londres para una posible sustitución a Anna Netrebko. Me fuí corriendo al aeropuerto y cogí el primer vuelo, pero no estaba nerviosa porque pensaba que Anna seguro que cantaría. Aterricé la misma mañana de la representación y recibí la llamada de que tenía que ir corriendo al teatro, que había cancelado. Jonas Kaufmann era Alfredo y Dmitri Hvorostovsky, Germont. Por suerte ya les conocía. Son unos colegas fantásticos y me ayudaron muchísimo esa noche. Cuando me dí cuenta ya era la hora de cantar y no sabía quien era Flora ni el Baron, con los que tengo que interactuar en el primer acto, pero ellos me iban cogiendo y yo iba improvisando. El público estaba muy frío, todos esperaban a Anna Netrebko. Notaba que me miraban juzgándome en cada nota. Pero después de mi aria "É strano! Ah fors’è lui", y sobre todo de "Sempre libera", empecé a recibir grandes aplausos. Al final me premiaron con una calurosísima ovación, y las críticas fueron muy muy buenas. Sabía que podría ser un gran éxito o podía hundir mi carrera, y decidí arriesgarme. La dificultad más grande, esconde la verdadera oportunidad, y nunca sabes cuando vas a volver a tener otra igual.
¿Realmente cree que si no llega a tener ese don innato para la interpretación, con su voz más lírica que dramática, podría estar cantando con el mismo éxito este repertorio?
Sí, creo que sí, porque también he hecho óperas en concierto. Aunque no haya escenografía, yo me muevo, me la creo, e interpreto de la misma forma, imaginándome la escena. Cantaré Madama butterfly en París en concierto, y el año que viene Thais, de Massenet en el Teatro Real de Madrid con Plácido Domingo, también en concierto. Una buena actuación es la combinación de un buen cantante y un buen actor. Si falta una u otra no eres una artista completa.
Mozart y el belcanto ya no están tan presentes en su agenda.
Los he cantado en mis primeros años de carrera: Mozart, Donizetti, Rossini, Bellini, incluso mucho Barroco. Pero hoy en día creo que emocionalmente puedo dar más, por mi personalidad y por mi voz, en el repertorio de Puccini y Verdi. Como soy una voz lírica puedo seguir cantando óperas de Bellini y Donizetti. Ahora no están muy presentes en mi repertorio, pero he debutado por ejemplo Anna Bolena, Maria Stuarda, y me gustaría debutar Elisabetta de Roberto Devereux, para completar las tres reinas de Donizetti.
¿Norma?
Me han ofrecido Norma y es un rol que me encanta, es maravilloso, cumbre del belcanto, y lo debutaré en un futuro no muy lejano (risas).
¿Qué es lo mejor y lo peor de esta profesión?
Lo mejor es que vives en un sueño continuo. Sientes tanto el amor del público, conoces mucha gente nueva en cada teatro al que vas, nuevos amigos, nuevos colegas. Es un trabajo que te permite crecer siempre como artista, y lo más importante, como ser humano. Lo peor sin duda es la soledad.
¿El haber tenido una infancia no siempre tan fácil ha hecho que valore más las cosas y ahora que es una artista reconocida internacionalmente, siga siendo igual de humilde, y sin divismos?
Es muy importante lo primero de todo el lugar donde naces y el ambiente en el que crezcas desde el punto de vista de la experiencia humana. Esta experiencia es la que te hace desarrollarte como artista, y el contacto con el público desarrollarte como ser humano. Tenemos que ser humildes, somos artistas y estamos al servicio de la música. No somos divos. Me parece algo ridículo. En el fondo somos seres humanos que cantamos. Nuestro deber es transmitir sentimientos. No es sólo por mis orígenes. Vengas de donde vengas siempre hay que tener los pies en la tierra.
Si le dijesen que solo puede interpretar un rol el resto de su vida, ¿cuál elegiría?
Me enamoro siempre del rol que estoy interpretando. Es una respuesta muy típica pero es verdad. Por eso ahora mismo digo Madama butterfly. Es un rol que adoro, pero no te prometo que el mes que viene mi favorito no sea La traviata o Suor Angelica (risas)
¿Qué roles cree que puede afrontar con su vocalidad actual y aún no ha debutado?
Adriana Lecouvreur, completar las tres reinas de Donizetti. Me he planteado mucho Tosca, pero no es un papel que todavía sienta. Tengo que pensarlo bien antes de debutarlo. El repertorio francés. Yo he cantado mucho. Mi repertorio ha ido desde el Barroco hasta el verismo, y quiero continuar con este repertorio lírico con trama dramática, en la que siempre acabo muriendo al final (risas)
¿Con qué cantantes con los que ha compartido escenario a lo largo de su carrera ha tenido más conexión?
Cuando canté a Cimarosa, en Venecia, con la soprano Patrizia Ciofi. Recuerdo estar en el escenario y no haber llorado nunca tanto viendo a un compañero en frente de mí. Su aria era muy profunda y dramática desde el punto de vista emocional, y fue la primera vez en mi vida que no conseguí cantar mi aria, porque me emocioné muchísimo.
Pudimos entrevistarle este año en Oviedo y nos confesó que su sueño es poder cantar Butterfly algún día.
A mí me dijeron que nunca lo intentara con este rol, y mira... Ella conseguirá todo lo que se proponga. Es una cantante y una persona maravillosa. Es muy especial, una artista que entra en la categoría de artista especial, y esto no lo consigues solo con la voz. Con todos los colegas acabamos creando una familia. Siempre he tenido muy buena conexión con mis compañeros. Esto no es tu cantas lo tuyo, yo lo mío, al final todos nos preocupamos por los demás y de hacerlo todos lo mejor posible.
¿Se encuentra en el mejor momento de su carrera?
Creo que si, estoy en un momento muy bonito. Cada momento es como si fuera el primero y el último de mi vida. He aprendido a disfrutar al máximo mi carrera.
¿Qué es el éxito para usted?
Para mí no es tan importante el teatro o la ciudad en la que estás cantando. Cante donde cante siempre doy el máximo en cada función. Cada teatro y cada ópera es sagrada. En el momento en que yo no me emocione cantando y no emocione al público, dejaré de cantar. Para mí el éxito es no perder nunca la emoción ni la humildad.
¿A qué cantantes admira más, bien de su generación o de generaciones anteriores?
Maria Callas, por supuesto, porque nadie ha expresado tanto las emociones a través de la voz. Pero aprecio a todos los colegas, y les admiro porque esta carrera es muy dura. Llegar a subirse a un escenario es ya una victoria. Sé lo que cuesta llegar a ser un cantante, te cuesta la vida, por lo que siempre admiraré a todos los cantantes del pasado, del presente y del futuro.
¿Cuál es la ópera más difícil a la que se ha tenido que enfrentar?
Zazà, una opera verista, de Leoncavallo. Grabamos un CD de esta ópera con la Orquesta Sinfónica de la BBC y con el maestro Maurizio Benini. Es la ópera más difícil que he cantado.
¿Verdi o Puccini?
Puccini
¿Tiene pensado debutar alguna ópera de Wagner o Strauss? Eva de Los maestros cantores de Nuremberg podría ser adecuada para su voz.
He cantado lieder de Strauss. Eva me la han propuesto, pero no lo sé, no me siento cómoda todavía, aunque tampoco conozco tanto la partitura. Por el momento Wagner no, en un futuro, ya veremos(risas)
A parte de Thais el año que viene en el Teatro Real con Plácido Domingo, ¿tiene más compromisos próximamente en España?
Volveré con Liù, de Turandot en el Liceu de Barcelona, y espero seguir volviendo cada año a este maravilloso país, en el que me siento siempre como en casa.
¿Puede hablarnos de algún próximo debut?
Debuto con el rol de Valentine, de la ópera Les Hugonotes, de Meyerbeer, que abrirá la temporada en la ópera de la Bastille, de París. Es un rol que me hace especial ilusión, y que tengo muchas ganas de cantarlo.
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