CODALARIO, la Revista de Música Clásica
Está viendo:

Crítica: Ermonela Jaho y Benjamin Bernheim con Alain Guingal en Oviedo

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp
Autor: Inés Tartiere
2 de mayo de 2019

  Y entonces llegó Bernheim...

Por Inés Tartiere | @InesLFTartiere
Oviedo. 27-IV-2019. Auditorio Príncipe Felipe. Conciertos del Auditorio. Ermonela Jaho (soprano), Benjamin Bernheim(tenor), Alain Guingal (director). Oviedo Filarmonía (OFIL). 

  Los milagros existen o, al menos, es la única explicación posible para entender lo que se hace en Oviedo, ciudad que, con unos recursos mínimos, que además se reducen año tras año, está luchando contra viento y marea para mantener vivo un sueño, el de la música, en una ciudad privilegiada en cuanto a programación artística se refiere, que posee además un público con unas posibilidades infinitas. La relación entre habitantes y oferta musical posiblemente sólo se vea superada por ciudades como Berlín, Viena y París, o al menos en términos de calidad. Porque sólo una ciudad como Oviedo es capaz de tentar a artistas como Daniel Barenboim, Lang Lang, Valery Gergiev, Cecilia Bartoli, Sondra Radvanovsky, Luciana D’ Intino, Juan Diego Flórez o Gregory Kunde, por citar sólo algunos. Cuando llegó la crisis, y de qué manera, a la cultura mundial, Oviedo respondió con una Norma emblemática, con unos maravillosos Premios Líricos. Cuando la Zarzuela luchaba por sobrevivir a recortes inhumanos, se hicieron unas Golondrinas que quedarán para el recuerdo de todos los espectadores. Oviedo no sólo es conocida por su limpieza, su gastronomía o sus paisajes maravillosos, la música se ha metido de lleno en esta puja por hacerse un hueco en sus principales señas de identidad. La capital del Principado es ya conocida en todo Europa por su buen hacer musical, algo que nadie nos puede quitar, aunque a algunos no les guste. El sello musical de esta ciudad es imborrable, para envidia de buena parte de España y parte de Europa, y sin duda merece la pena seguir apostando por ello. Sólo queda dar las gracias a los que lo hacen posible año tras año.


   Lo acontecido el pasado sábado en el Auditorio de Oviedo no fue un milagro, pero la realidad si superó unas expectativas ya muy altas de por sí. Más de la mitad del Auditorio fue a ver a una de las sopranos de moda de la actualidad, la albanesa Ermonela Jaho, y sin embargo la sorpresa se la llevaron al encontrarse con un tenor desconocido para el público ovetense, y prácticamente para España, el franco-suizo Benjamin Bernheim, como coprotagonista.

   El programa era sin duda atractivo e interesante, primera parte de ópera francesa, y segunda italiana, (a excepción del aria de tenor «Nature immense impenetrable» de La Damnation de Faust) con dúos en cada una de las partes, oberturas, intermezzo, un deleite continuo para el público ovetense que aplaudió a rabiar y finalizó con una ovación cerrada y en pie para despedir un gran concierto que quedará para el recuerdo.

   Quiero empezar destacando el gran nivel mostrado por la Oviedo Filarmonía durante todo el concierto, demostrando que cuando es dirigida por un gran director es siempre un valor seguro. El director francés Alain Guingal, uno de los mejores en este repertorio, consiguió que la orquesta sonara a Saint-Saens, Charpentier, Gounod, Massenet y en menor medida a Verdi y Puccini. La primera parte fue un deleite continuo de sonoridad francesa, extrayendo de la orquesta una fluidez y una musicalidad exquisita, una gran articulación idiomática. Uno de los grandes momentos de la noche fue la maravillosa pero no menos difícil Méditation de la Thais de Massenet, donde el concertino Andrei Mijlin brilló con luz propia, consiguiendo extraer de su violin un sonido tan nítido como brillante, dejando una atmósfera tímbrica inabarcable, y con cierto aire melancólico, dejando que el sonido se desvaneciera en el agudo. Un lujo. La Baccanale de Samson et Dalila fue toda una declaración de intenciones, una premonición de lo que nos depararía el concierto. Ya en la segunda parte la obertura de La forza del destino de Verdi sonó con fuerza y criterio, destacando principalmente la milimétrica sonoridad de las cuerdas y la calidad del oboe. La parte dedicada a Puccini fue de más a menos, con un Intermezzo de Manon Lescaut bien ejecutado, amén de la exquisita prestación del joven violonchelista Gabriel Ureña, de gesto inconfundible. En La bohéme se pecó en ocasiones de exceso de volumen y se sintieron algo aceleradas principalmente en las partes con Jaho, pero no se empañó el buen hacer de la OFIL durante todo el concierto.


   En el apartado vocal, se presentaba por primera vez en Oviedo la soprano Ermonela Jaho, muy demandada en los mejores teatros del mundo, y ahora también en España, después de cosechar éxitos incontestables como el de Butterfly en Madrid y en menor medida como Thais, Violetta y Desdémona. Ermonela es una cantante muy particular, su material vocal es más bien modesto, con problemas en el grave, centro poco nutrido y vibrato por momentos excesivo, pero es una artista con todas las letras, muy inteligente, que hace de la necesidad virtud, y si empatizas con ella te atrapará sin duda. Como ella misma dijo en la entrevista de portada que concedió a CODALARIO en su día, lo que llega al público no es la gran voz, sino la gran emoción, y ese es su gran lema, porque sin tener una voz con la que deslumbre especialmente, el público se rinde a sus pies, ya que su encarnación de los personajes es total y absoluta; su entrega, su acentuación del sentimiento, su innata sensibilidad, hacen que conectes inmediatamente con ella. Poseedora de una técnica solvente, que le permite hacer filados de factura, inició el concierto con el aria de Charpentier «Depuis le jour» en la que demostró su capacidad para los pianissimi. No se sintió cómoda en el aria «Dis-moi que je suis belle» de la Thais de Massenet, ya que le supuso algún problema en los extremos, mejorando en el dúo de Manon «Toi Vous!» junto a Bernheim, mostrando una gran complicidad entre ellos y haciendo partícipe al público de su conexión.

   Su «Ecco, respiro appena» de Adriana Lecouvreur, le permitió dejar muestras de calidad como varios messa di voce, siendo la parte de Puccini la que le permitió brillar más, tanto en «Mi chiamano Mimí», «O soave fanciulla» de la Bohéme, como en las propinas, con la archiconocida «Oh mio babbino caro». Un error los tempi acelerados elegidos por la soprano, ya que aunque Gianni Schicchi sea una ópera cómica, su aria más conocida esconde una gran dramaticidad, resultando un tanto exacerbada. Su mejor prestación fue el aria de Tosca «Vissi d’arte», aunque reconozco que eché de menos su Butterfly, su creación de la «diva» Floria fue acertada, dejando a los asistentes con ganas de más. Sus seguidores no van a tener que esperar mucho, ya que debutará en la Opera de Oviedo en dos temporadas con una ópera verista.

   Hace dos años, en la Ópera de Zürich, viendo el Otello verdiano, me encontré con una maravillosa sorpresa. Un tenor prácticamente desconocido, al menos para mí, me dejó impresionada por una voz realmente maravillosa, con una proyección, un fraseo y una dicción que marcaban la diferencia, y aunque cantaba Cassio, fue más aplaudido que el propio Otello. Él era Benjamin Bernheim, (portada de Codalario de Marzo) y desde entonces su fama no ha parado de crecer, siendo ya un asiduo en los mejores teatros del mundo. La misma sorpresa se llevaron el sábado los aficionados ovetenses, convirtiéndose el francés en el gran triunfador de la noche. Desde su primera aparición con el aria de «Faust Salut! Demeure chaste et pure», mostró unos medios privilegiados, un registro medio y agudo potente, y una colocación de la voz perfecta, permitiéndole al francés una proyección y unos matices que lo encumbraron en su segunda aria, «Pourquoi me réveiller», donde mostró un fraseo y una musicalidad que recuerdan a los grandes tenores de antaño, siendo el aria de Werther el mejor momento de la noche y donde el público ovetense se rindió al francés. En la siguiente aria del Manon de Massenet «Toi Vous!» nos deleitó con una parte que lo acaba de encumbrar en Burdeos, y no es para menos. Su voz es un soplo de aire fresco en el panorama lírico actual. Su última aria del repertorio francés fue con el Faust de Berlioz, «Nature immense impenetrable», rol que debería incorporar a su repertorio cuanto antes. Su dicción es perfecta, su francés no está nasalizado y su toque metálico en el agudo, junto con un timbre magnético, hacen de él el mejor tenor actual en este repertorio, y a mi parecer el mejor tenor lírico de su generación. Como Des Grieux y Faust no tiene parangón, pero en cuanto incorpore los roles de Werther y Roméo, que llegarán seguro dentro de poco, será invencible. Otros roles que creemos que serán perfectos para él, y que seguro irá incorporando con el tiempo, ya que es muy joven, serán Hoffmann, Don José y Don Carlos. El año pasado la ópera de Burdeos escuchó nuestras plegarias y programó una Manon con Benjamin Bernheim-Nadine Sierra, siendo uno de los grandes éxitos del año. Ahora nos atrevemos a pedir otra ópera maravillosa, pero menos programada, Lakmé de Delibes, otra vez con Bernheim y con una de las mejores sopranos actuales, la francesa Sabine Devieilhe, ya que creo que sería algo absolutamente maravilloso juntar a los dos mejores cantantes franceses del momento en una ópera de esas dificultades.

   En el repertorio italiano Benjamin ya ha incorporado grandes roles como Rodolfo de la bohéme, y con su «Gélida manina» nos deleitó en la parte final del concierto, mostrando un canto siempre elegante y controlado, y con un Do en la speranza que hace que en su voz suene siempre fácil, sin esfuerzo. Así como en el dúo «O soave fanciulla», donde volvió a mostrar su firmeza en la emisión, y una gran complicidad, ya comentada con la soprano albanesa, donde ambos no se limitaron sólo a cantar, sino que interpretaron para mayor deleite del público. Su propina fue la gran aria de Nemorino «Una furtiva lagrima», que en él no suena triste como tantas otras veces, sino esperanzadora, alegre, pero a la vez conmovedora. Finalizaron ambos con el brindis de La traviata, que Ermonela Jaho ya ha cantado con gran éxito en todo el mundo y que a Benjamin Bernheim le acaba de encumbrar en toda una Scala de Milán, finalizando un concierto que quedará en la memoria de quienes pudimos acudir.

   Sucedió otra vez en Oviedo, ciudad que sigue estando a la vanguardia de la lírica, consiguiendo además sorprender con un dúo de estrellas internacionales para sus fieles aficionados. Esperemos que sea por muchos años más.

Foto: Facebook Oviedo Filarmonía

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp

Compartir

<< volver

Búsqueda en los contenidos de la web

Buscador

Newsletter

Darse alta y baja en el boletín electrónico